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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[1215] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, SANTUARIO DOMÉSTICO DE LA IGLESIA

Del Discurso È una vera gioia, a los fieles de la diócesis de Vittorio Veneto (Italia), 15 junio 1985

1985 06 15 0005

5. Permitidme que no pase en silencio un tema que preocupaba tanto al corazón de Juan Pablo I. Hablo de la familia cristiana.

En la colección del Boletín y en la del Semanario diocesano, conserváis numerosas y detalladas intervenciones suyas sobre temas familiares. Fuente preciosa que testimonia con cuánta prontitud y con cuánta precisión afrontó también problemas difíciles y delicados, desde la santidad del amor conyugal a los aspectos educativos, sin excluir la problemática moderna acerca de la fertilidad, anticoncepción, haciéndose divulgador absolutamente fiel y apologeta vivaz del supremo Magisterio.

Como Papa, son memorables sus reflexiones sobre la familia que, durante las cuatro Audiencias generales del miércoles salpicaron sus palabras de felicitación a los nuevos esposos. Pero bastaría recordar las frecuentes alusiones a su familia natural, a la figura de la madre, y las dulces llamadas a su misma mamá, por no hablar de su atención al mundo de la infancia.

Con él os recuerdo que las familias “...son como el santuario doméstico de la Iglesia, más aún, son una verdadera y propia “Iglesia doméstica”, en la que florecen las vocaciones religiosas y las decisiones santas, y se prepara el mañana del mundo” (L’Osservatore Romano. Edición en Lengua Española, 3 de setiembre de 1978, pág. 4).

Con él expreso la necesidad de que hoy las familias cristianas “se opongan a las ideologías destructoras del hedonismo que corroe la vida, y formen espíritus fuertes, dotados de generosidad, equilibrio y dedicación al bien común” (ib.).

Reafirmando las orientaciones que él confió a un grupo de obispos de los Estados Unidos de América, subrayo la nobleza del amor conyugal que une a los esposos y engendra nuevas vidas; recuerdo la exigencia de “animar a las familias a mantenerse fieles a la ley de Dios y de la Iglesia”, la de defender la indisolubilidad del vínculo matrimonial aun cuando esto no granjee popularidad, y afirmo de nuevo que la santidad de la familia es el medio más idóneo para llevar a cabo la renovación eclesial deseada por el Concilio (cfr. AAS 70, págs. 765-767; cfr. L’Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 8 de octubre de 1978, págs. 3 y 8).

[DP (1985), 171]