[1240] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA CRISTIANA Y LAS VOCACIONES
De la Homilía en la Misa en el Pontificio Ateneo “Jnana Deepa”, Pune (India), 10 febrero 1986
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1. [...] Dirijo mis saludos especialmente a las familias, que son las primeras en preparar los corazones de los jóvenes a una respuesta generosa a la vocación en la Iglesia, y también a los superiores y al personal dirigente de los seminarios y casas religiosas que continúan el trabajo tan importante de la formación iniciado en el hogar.
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6. En este contexto, me dirijo a vosotros, queridos padres, hermanos y hermanas, a todos los miembros de la familia cristiana. El hogar cristiano no es sólo una comunidad de vida humana. El precioso don de la vida humana deberá complementarse y enriquecerse con la vida de Cristo. La familia está justamente comprometida en la preservación de los valores humanos, pero deberá dedicarse también a cultivar los valores cristianos.
Los miembros de las familias pueden caer en la tentación de pensar que sólo a los sacerdotes y a los religiosos se les confía la responsabilidad de la Iglesia. Pero esto dista mucho de la verdad. Es precisamente en el hogar donde los niños aprenden por primera vez lo que es ser: “copartícipes de las promesas en Cristo Jesús mediante el Evangelio” (Ef 3, 6). Como enseña el Concilio Vaticano II: “Los esposos cristianos son para sí mismos, para sus hijos y demás familiares, cooperadores de la gracia y testigos de la fe. Son para sus hijos los primeros predicadores y educadores de la fe; los forman con su palabra y ejemplo para la vida cristiana y apostólica, les ayudan prudentemente a elegir su vocación y fomentan con todo esmero la vocación sagrada cuando la descubren en los hijos” (Apostolicam actuositatem, 11).
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7. La familia cristiana es el primer lugar donde se desarrollan las vocaciones. Es un seminario o noviciado en germen. Esto quiere decir que vosotros, los padres, deberéis profundizar y cultivar continuamente vuestra vida cristiana. Cancelemos la falsa noción de que el cristianismo se practica sólo en la Iglesia. Lo que se realiza en la liturgia debe llevarse a la vida diaria. Ha de vivirse en el hogar. De esta forma el hogar se convertirá en un lugar donde la vida en Cristo crece y madura. Un hogar así es una auténtica expresión de la Iglesia.
Tened presente que las vocaciones eclesiásticas se desarrollan en las familias donde los sacerdotes y los religiosos son respetados y amados, donde existe un interés real por la vida de la Iglesia local y de la Iglesia universal. Así, cuando llegue el tiempo en el que vuestros hijos han de tomar una decisión en orden a escoger una forma adecuada de vida, no pensarán únicamente en términos de profesiones seculares, sino que también considerarán la posibilidad de aceptar una vocación al sacerdocio o a la vida consagrada. En una época de creciente materialismo podemos caer en la tentación de olvidarnos de la posibilidad de semejantes vocaciones. Pero esta posibilidad es real. Estas vocaciones son necesarias para el bienestar de las familias y de la sociedad. Son necesarias para que la Iglesia pueda realizar la voluntad de Cristo.
[OR (ed. esp.) 23-II-1986, 19-20]
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1. [...] I offer my greetings especially to the families who are the first to prepare the hearts of young people to respond generously to a vocation in the Church, and also to the superiors and the staff of the seminaries and religious houses who continue the all important work of the formation begun at home.
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6. It is in this context that I now turn to you, dear parents, brothers and sisters, to all the members of the Christian family. The Christian home is not just a community of human life. The precious gift of human life must be complemented and enriched with the life of Christ. The family is rightly concerned with preserving human values, but it must also devote itself to the cultivation of Christian values.
Members of families can be tempted to think that it is only to priests and religious that the Church’s responsibility is entrusted. But this is far from the truth. It is all in the home that children first learn what it means to be “partakers of the promise in Christ Jesus through the Gospel” (9). As the Second Vatican Council taught: “Christian husbands and wives are cooperators in grace and witnesses of faith on behalf of each other, their children, and all others in their household. They are the first to communicate the faith to their children and to educate them; by word and example they train their offspring for the Christian and apostolic life. They prudently help them in the choice of their vocation and carefully promote any religious calling which they may discern in them” (10).
9. Eph. 3:6.
10. Apostolicam actuositatem, 11 [1965 11 18/11].
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7. The Christian family is the first place where vocations develop. It is a seminary or novitiate in germ. This means that you, the parents, must deepen and cultivate your own Christian life continuosly. Let us get rid of the false notion that Christianity is practised entirely in Church. What happens in the liturgy must be carried over into daily life. It must be lived in the home. Then the home will become the place where life in Christ grows to maturity. Such a home is a real expression of the Church.
Bear in mind that vocations in the Church are fostered in families where priests and religious are respected and loved, where there is a real interest in the life of the local Church and the universal Church. Then, when it is time for your children to make their choice of a suitable way of life, they will think not only in terms of secular professions but will also consider the possibility of accepting a vocation to the priesthood or consecrated life. In an age of growing materialism one may be tempted to forget about the possibility of such vocations. But this possibility is real. Such vocations are needed for the well-being of families and society. They are needed so that the Church can fulfil Christ’s will.
[Insegnamenti GP II, 9/1, 415, 418-419]