[1458] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
Del Catecismo de la Iglesia Católica, Parte 2, Sección 2, Capítulo III, Artículo 7: El sacramento del matrimonio, 11 octubre 1992
1992 10 11c 1601
1601. “La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados” (93).
93 CIC canon 1055, ç1 [1983 01 25/ 1055].
1992 10 11c 1602
I. El matrimonio en el plan de Dios
La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (94) y se cierra con la visión de las “bodas del Cordero” (Ap 19, 9)(95). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su “misterio”, de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación “en el Señor” (1 Co 7, 39) todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (96).
94 Cf. Gn 1, 26-27
95 Cf. Ap 19, 7.
96 Cf. Ef 5, 31-32.
1992 10 11c 1603
El matrimonio en el orden de la creación
1603. “La íntima comunidad de vida y amor conyugal, fundada por el Creador y provista de leyes propias. [...] El mismo Dios [...] es el autor del matrimonio” (97). La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes. A pesar de que la dignidad de esta institución no se trasluzca siempre con la misma claridad,(98) existe en todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial. “La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar” (99).
97 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1067 [1965 12 07c/ 48].
98 Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 47: AAS 58 (1966) 1067 [1965 12 07c/ 47].
99 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 47: AAS 58 (1966) 1067 [1965 12 07c/ 47].
1992 10 11c 1604
1604. Dios que ha creado al hombre por amor, lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (100), que es Amor (1 Jn 4, 8.16). Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador (101). Y este amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra común del cuidado de la creación. “Y los bendijo Dios y les dijo: ‘Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla’” (Gn 1, 28).
100 Cf. Gn 1, 27.
101 Cf. Gn 1, 31.
1992 10 11c 1605
1605. La Sagrada escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2, 18). La mujer, “carne de su carne” (102), su igual, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios como un “auxilio” (103), representando así a Dios que es nuestro “auxilio” (104). “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (Gn 2, 24). Que esto significa una unión indefectible de sus dos vidas, el Señor mismo lo muestra recordando cuál fue “en el principio”, el plan del Creador (105): “De manera que ya no son dos sino una sola carne” (Mt 19, 6).
102 Cf. Gn 2, 23.
103 Cf. Gn 2, 18.
104 Cf. Sal 121, 2.
105 Cf. Mt 19, 4.
1992 10 11c 1606
El matrimonio bajo la esclavitud del pecado
1606. Todo hombre, tanto en su entorno como en su propio corazón, vive la experiencia del mal. Esta experiencia se hace sentir también en las relaciones entre el hombre y la mujer. En todo tiempo, la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir hasta el odio y la ruptura. Este desorden puede manifestarse de manera más o menos aguda, y puede ser más o menos superado, según las culturas, las épocas, los individuos, pero siempre aparece como algo de carácter universal.
1992 10 11c 1607
1607. Según la fe, este desorden que constatamos dolorosamente, no se origina en la naturaleza del hombre y de la mujer, ni en la naturaleza de sus relaciones, sino en el pecado. El primer pecado, ruptura con Dios, tiene como consecuencia primera la ruptura de la comunión original entre el hombre y la mujer. Sus relaciones quedan distorsionadas por agravios recíprocos (106); su atractivo mutuo, don propio del creador (107), se cambia en relaciones de dominio y de concupiscencia (108); la hermosa vocación del hombre y de la mujer de ser fecundos, de multiplicarse y someter la tierra (109) queda sometida a los dolores del parto y los esfuerzos de ganar el pan (110).
106 Cf. Gn 3, 12.
107 Cf. Gn 2, 22.
108 Cf. Gn 3, 16.
109 Cf. Gn 1, 28.
110 Cf. Gn 3, 16-19.
1992 10 11c 1608
1608. Sin embargo, el orden de la Creación subsiste aunque gravemente perturbado. Para sanar las heridas del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la gracia que Dios, en su misericordia infinita, jamás les ha negado (111). Sin esta ayuda, el hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas en orden a la cual Dios los creó “al comienzo”.
111 Cf. Gn 3, 21.
1992 10 11c 1609
1609. En su misericordia, Dios no abandonó al hombre pecador. Las penas que son consecuencia del pecado, “los dolores del parto” (112), el trabajo “con el sudor de tu frente” (Gn 3, 19), constituyen también remedios que limitan los daños del pecado. Tras la caída, el matrimonio ayuda a vencer el repliegue sobre sí mismo, el egoísmo, la búsqueda del propio placer, y a abrirse al otro, a la ayuda mutua, al don de sí.
112 Cf. Gn 3, 16,
1992 10 11c 1610
1610. La conciencia moral relativa a la unidad e indisolubilidad del matrimonio se desarrolló bajo la pedagogía de la Ley antigua. La poligamia de los patriarcas y de los reyes no es todavía criticada de una manera explícita. No obstante, la Ley dada por Moisés se orienta a proteger a la mujer contra un dominio arbitrario del hombre, aunque la Ley misma lleve también, según la palabra del Señor, las huellas de “la dureza del corazón” de la persona humana, razón por la cual Moisés permitió el repudio de la mujer (113).
113 Cf. Mt 19, 8; Dt 24, 1
1992 10 11c 1611
1611. Contemplando la Alianza de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y fiel (114), los profetas fueron preparando la conciencia del Pueblo elegido para una comprensión más profunda de la unidad y de la indisolubilidad del matrimonio (115). Los libros de Rut y de Tobías dan testimonios conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la fidelidad y de la ternura de los esposos. La Tradición ha visto siempre en el Cantar de los Cantares una expresión única del amor humano, en cuanto éste es reflejo del amor de Dios, amor “fuerte como la muerte” que “las grandes aguas no pueden anegar” (Ct 8, 6-7).
114 Cf. Os 1-3; Is 54.62; Jr 2-3. 31; Ez 16, 62;23.
115 Cf. Mal 2, 13-17.
1992 10 11c 1612
El matrimonio en el Señor
1612. La alianza nupcial entre Dios y su pueblo Israel había preparado la nueva y eterna alianza mediante la que el Hijo de Dios, encarnándose y dando su vida, se unió en cierta manera con toda la humanidad salvada por Él (116), preparando así “las bodas del Cordero” (117).
116 Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 22: AAS 58 (1966) 1042.
117 Ap 19, 7 y 9.
1992 10 11c 1613
1613. En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo –a petición de su Madre– con ocasión de un banquete de boda (118). La Iglesia concede una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo.
118 Cf. Jn 2, 1-11.
1992 10 11c 1614
1614. En su predicación, Jesús enseñó sin ambigüedad el sentido original de la unión del hombre y la mujer, tal como el Creador la quiso al comienzo: la autorización, dada por Moisés, de repudiar a su mujer era una concesión a la dureza del corazón (119); la unión matrimonial del hombre y la mujer es indisoluble: Dios mismo la estableció: “lo que Dios unió, que no lo separe el hombre” (Mt 19, 6).
119 Cf. Mt 19, 8.
1992 10 11c 1615
1615. Esta insistencia, inequívoca, en la indisolubilidad del vínculo matrimonial pudo causar perplejidad y aparecer como una exigencia irrealizable (120). Sin embargo, Jesús no impuso a los esposos una carga imposible de llevar y demasiado pesada (121), más pesada que la Ley de Moisés. Viniendo para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando a sí mismos, tomando sobre sí sus cruces (122), los esposos podrán “comprender” (123) el sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta gracia del Matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de toda la vida cristiana.
120 Cf. Mt 19, 10.
121 Cf. Mt 11, 29-30.
122 Cf. Mc 8, 34.
123 Cf. Mt 19, 11.
1992 10 11c 1616
1616. Es lo que el apóstol Pablo da a entender diciendo: “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla” (Ef 5, 25-26), y añadiendo enseguida: “‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne’. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia” (Ef 5, 31-32).
1992 10 11c 1617
1617. Toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y de la Iglesia. Ya el Bautismo, entrada en el Pueblo de Dios, es un misterio nupcial. Es, por así decirlo, como el baño de bodas (124) que precede al banquete de bodas, la Eucaristía. El Matrimonio cristiano viene a ser por su parte signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo y de la Iglesia. Puesto que es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza (125).
124 Cf. Ef 5, 26-27.
125 Cf. Concilio de Trento, Doctrina sobre el sacramento del Matrimonio: DS 1800 [1563 11 11a/ 1-4]; CIC canon 1055, ç1 [1983 01 25/ 1055].
1992 10 11c 1618
La virginidad por el Reino de Dios
1618. Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con Él ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales (126). Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya (127), para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle (128), para ir al encuentro del Esposo que viene (129). Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo de vida del que Él es el modelo:
“Hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda” (Mt 19, 12).
126 Cf. Lc 14, 26; Mc 10, 28-31.
127 Cf. Ap 14, 4.
128 Cf. 1 Co 7, 32.
129 Cf. Mt 25, 6.
130 Cf. 1 Co 7, 31; Mc 12, 25.
1992 10 11c 1619
1619. La virginidad por el Reino de los Cielos es un desarrollo de la gracia bautismal, un signo poderoso de la preeminencia del vínculo con Cristo, de la ardiente espera de su retorno, un signo que recuerda también que el matrimonio es una realidad que manifiesta el carácter pasajero de este mundo (130).
1992 10 11c 1620
1620. Estas dos realidades, el sacramento del Matrimonio y la virginidad por el Reino de Dios, vienen del Señor mismo. Es Él quien les da sentido y les concede la gracia indispensable para vivirlos conforme a su voluntad (131). La estima de la virginidad por el Reino (132) y el sentido cristiano del Matrimonio son inseparables y se apoyan mutuamente:
“Denigrar el matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es realzar a la vez la admiración que corresponde a la virginidad. Pero lo que por comparación con lo peor parece bueno, no es bueno del todo; lo que según el parecer de todos es mejor que todos los bienes, eso sí es en verdad un bien eminente” (133).
131 Cf. Mt 19, 3-12.
132 Cf. Concilio Vaticano II, Const. Dogm. Lumen gentium, 42: AAS 57 (1965) 48; Id., Decret. Perfectae caritatis, 12: AAS 58 (1966) 707; Id., Decr. Optatam totius, 10: AAS 58 (1966) 720-721 [1965 10 28a/ 10].
133 San Juan CrisÃ?stomo, De virginitate 10, 1: SC 125, 122 (PG 48, 540); cf. Juan Pablo II Exhort. Ap. Familiaris consortio, 16: AAS 74 (1982) 98 [1981 11 22/ 16].
1992 10 11c 1621
II. La celebración del matrimonio
1621. En el rito latino, la celebración del Matrimonio entre dos fieles católicos tiene lugar ordinariamente dentro de la Santa Misa, en virtud del vínculo que tienen todos los sacramentos con el Misterio Pascual de Cristo (134). En la Eucaristía se realiza el memorial de la Nueva Alianza, en la que Cristo se unió para siempre a la Iglesia, su esposa amada por la que se entregó (135). Es, pues, conveniente que los esposos sellen su consentimiento en darse el uno al otro mediante la ofrenda de sus propias vidas, uniéndose a la ofrenda de Cristo por su Iglesia, hecha presente en el sacrificio eucarístico, y recibiendo la Eucaristía, para que, comulgando en el mismo Cuerpo y en la misma Sangre de Cristo, “formen un solo cuerpo” en Cristo (136).
134 Cf. Concilio Vaticano II, Const. Sacrosanctum Concilium, 61: AAS 56 (1964) 116-117.
135 Cf. Concilio Vaticano II, Const. Dogm. Lumen gentium, 6: AAS 57 (1965) 9.
136 Cf. 1 Co 10, 17.
1992 10 11c 1622
1622. “En cuanto gesto sacramental de santificación, la celebración del matrimonio [...] debe ser por sí misma válida, digna y fructuosa” (137). Por tanto, conviene que los futuros esposos se dispongan a la celebración de su matrimonio recibiendo el sacramento de la Penitencia.
137 Juan Pablo II, Exhort. Ap. Familiaris consortio, 67: AAS 74 (1982) 162 [1981 11 22/ 67].
1992 10 11c 1623
1623. Según la tradición latina, los esposos, como ministros de la gracia de Cristo, manifestando su consentimiento ante la Iglesia, se confieren mutuamente el sacramento del matrimonio. En las tradiciones de las Iglesias orientales, los sacerdotes –Obispos o presbíteros– son testigos del recíproco consentimiento expresado por los esposos (138), pero también su bendición es necesaria para la validez del sacramento (139).
138 Cf. CCEO canon 817 [1990 10 18/ 817].
139 Cf. CCEO canon 828 [1990 10 18 / 828].
1992 10 11c 1624
1624. Las diversas liturgias son ricas en oraciones de bendición y de epíclesis pidiendo a Dios su gracia y la bendición sobre la nueva pareja, especialmente sobre la esposa. En la epíclesis de este sacramento los esposos reciben el Espíritu Santo como Comunión de amor de Cristo y de la Iglesia (140). El Espíritu Santo es el sello de la alianza de los esposos, la fuente siempre generosa de su amor, la fuerza con que se renovará su fidelidad.
140 Cf. Ef 5, 32.
1992 10 11c 1625
III. El consentimiento matrimonial
1625. Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento. “Ser libre” quiere decir:
–no obrar por coacción;
–no estar impedido por una ley natural o eclesiástica.
1992 10 11c 1626
1626. La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable “que hace el matrimonio” (141). Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.
141 CIC canon 1057, ç1 [1983 01 25/ 1057].
1992 10 11c 1627
1627. El consentimiento consiste en “un acto humano, por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente” (142): “Yo te recibo como esposa” – “Yo te recibo como esposo” (143). Este consentimiento que une a los esposos entre sí, encuentra su plenitud en el hecho de que los dos “vienen a ser una sola carne” (144).
142 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1067 [1965 12 07c/ 48]; CIC canon 1057, ç2 [1983 01 25/ 1057].
143 Ritual de la celebraciÃ?n del Matrimonio, 62, Nueva ediciÃ?n tÃ?pica (LibrerÃ?a Editrice Vaticana 1991) p. 17.
144 Cf. Gn 2, 24; Mc 10, 8; Ef 5, 31.
1992 10 11c 1628
1628. El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo (145). Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento (146). Si esta libertad falta, el matrimonio es inválido.
145 Cf. CIC canon 1103 [1983 01 25/ 1103].
146 Cf. CIC canon 1057, ç1 [1983 01 25/ 1057].
1992 10 11c 1629
1629. Por esta razón (o por otras razones que hacen nulo e inválido el matrimonio (147), la Iglesia, tras examinar la situación por el tribunal eclesiástico competente, puede declarar “la nulidad del matrimonio”, es decir, que el matrimonio no ha existido. En este caso, los contrayentes quedan libres para casarse, aunque deben cumplir las obligaciones naturales nacidas de una unión precedente anterior (148).
147 Cf. CIC cánones 1083-1108 [1983 01 25/ 1083-1108].
148 Cf. CIC, canon 1071, ç1, 3 [1983 01 25/ 1071].
1992 10 11c 1630
1630. El sacerdote (o el diácono) que asiste a la celebración del Matrimonio, recibe el consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia y da la bendición de la Iglesia. La presencia del ministro de la Iglesia (y también de los testigos) expresa visiblemente que el matrimonio es una realidad eclesial.
1992 10 11c 1631
1631. Por esta razón, la Iglesia exige ordinariamente para sus fieles la forma eclesiástica de la celebración del matrimonio (149). Varias razones concurren para explicar esta determinación:
–El matrimonio sacramental es un acto litúrgico. Por tanto, es conveniente que sea celebrado en la liturgia pública de la Iglesia.
–El matrimonio introduce en un ordo eclesial, crea derechos y deberes en la Iglesia entre los esposos y para con los hijos.
–Por ser el matrimonio un estado de vida en la Iglesia, es preciso que exista certeza sobre él (de ahí la obligación de tener testigos).
–El carácter público del consentimiento protege el “Sí” una vez dado y ayuda a permanecer fiel a él.
149 Cf. Concilio de Trento, Ses. 24.», Decreto ÃTametsiÃ: DS 1813-1816 [1563 11 11c/ 1-4]; CIC canon 1108 [1983 01 25/ 1108].
1992 10 11c 1632
1632. Para que el “Sí” de los esposos sea un acto libre y responsable, y para que la alianza matrimonial tenga fundamentos humanos y cristianos, sólidos y estables, la preparación para el matrimonio es de primera importancia:
El ejemplo y la enseñanza dados por los padres y por las familias son el camino privilegiado de esta preparación.
El papel de los pastores y de la comunidad cristiana como “familia de Dios” es indispensable para la transmisión de los valores humanos y cristianos del matrimonio y de la familia (150), y esto con mayor razón en nuestra época en la que muchos jóvenes conocen la experiencia de hogares rotos que ya no aseguran suficientemente esta iniciación:
“Los jóvenes deben ser instruidos adecuada y oportunamente sobre la dignidad, tareas y ejercicio del amor conyugal, sobre todo en el seno de la misma familia, para que, educados en el cultivo de la castidad, puedan pasar, a la edad conveniente, de un honesto noviazgo vivido al matrimonio” (151).
Matrimonios mixtos y disparidad de culto
150 Cf. CIC canon 1063 [1983 01 25/ 1063].
151 Concilio Vaticano II, Cont. Past. Gaudium et spes, 49: AAS 58 (1966) 1070 [1965 12 07c/ 49].
1992 10 11c 1633
1633. En numerosos países, la situación del matrimonio mixto (entre católico y bautizado no católico) se presenta con bastante frecuencia. Exige una atención particular de los cónyuges y de los pastores. El caso de matrimonios con disparidad de culto (entre católico y no bautizado) exige una aún mayor atención.
1992 10 11c 1634
1634. La diferencia de confesión entre los cónyuges no constituye un obstáculo insuperable para el matrimonio, cuando llegan a poner en común lo que cada uno de ellos ha recibido en su comunidad, y a aprender el uno del otro el modo como cada uno vive su fidelidad a Cristo. Pero las dificultades de los matrimonios mixtos no deben tampoco ser subestimadas. Se deben al hecho de que la separación de los cristianos no se ha superado todavía. Los esposos corren el peligro de vivir en el seno de su hogar el drama de la desunión de los cristianos. La disparidad de culto puede agravar aún más estas dificultades. Divergencias en la fe, en la concepción misma del matrimonio, pero también mentalidades religiosas distintas pueden constituir una fuente de tensiones en el matrimonio, principalmente a propósito de la educación de los hijos. Una tentación que puede presentarse entonces es la indiferencia religiosa.
1992 10 11c 1635
1635. Según el derecho vigente en la Iglesia latina, un matrimonio mixto necesita, para su licitud, el permiso expreso de la autoridad eclesiástica (152). En caso de disparidad de culto se requiere una dispensa expresa del impedimento para la validez del matrimonio (153). Este permiso o esta dispensa supone que ambas partes conozcan y no excluyan los fines y las propiedades esenciales del matrimonio; además, que la parte católica confirme los compromisos –también haciéndolos conocer a la parte no católica– de conservar la propia fe y de asegurar el Bautismo y la educación de los hijos en la Iglesia Católica (154).
152 Cf. CIC canon 1124 [1983 01 25/ 1124].
153 Cf. CIC canon 1086 [1983 01 25/ 1086].
1992 10 11c 1636
1636. En muchas regiones, gracias al diálogo ecuménico, las comunidades cristianas interesadas han podido llevar a cabo una pastoral común para los matrimonios mixtos. Su objetivo es ayudar a estas parejas a vivir su situación particular a la luz de la fe. Debe también ayudarles a superar las tensiones entre las obligaciones de los cónyuges, el uno con el otro, y con sus comunidades eclesiales. Debe alentar el desarrollo de lo que les es común en la fe, y el respeto de lo que los separa.
1992 10 11c 1637
1637. En los matrimonios con disparidad de culto, el esposo católico tiene una tarea particular: “Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente” (1 Co 7, 14). Es un gran gozo para el cónyuge cristiano y para la Iglesia el que esta “santificación” conduzca a la conversión libre del otro cónyuge a la fe cristiana (155). El amor conyugal sincero, la práctica humilde y paciente de las virtudes familiares, y la oración perseverante pueden preparar al cónyuge no creyente a recibir la gracia de la conversión.
155 Cf. 1 Co 7, 16.
156 CIC canon 1134 [1983 01 25/ 1134].
1992 10 11c 1638
IV. Los efectos del sacramento del matrimonio
1638. “Del matrimonio válido se origina entre los cónyuges un vínculo perpetuo y exclusivo por su misma naturaleza; además, en el matrimonio cristiano los cónyuges son fortalecidos y quedan como consagrados por un sacramento peculiar para los deberes y la dignidad de su estado” (156).
1992 10 11c 1639
El vínculo matrimonial
1639. El consentimiento por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado por el mismo Dios (157). De su alianza “nace una institución estable por ordenación divina, también ante la sociedad” (158). La alianza de los esposos está integrada en la alianza de Dios con los hombres: “el auténtico amor conyugal es asumido en el amor divino” (159).
157 Cf. Mc 10, 9.
158 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1067 [1965 12 07c/ 48].
159 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1068 [1965 12 07c/ 48].
1992 10 11c 1640
1640. Por tanto, el vínculo matrimonial es establecido por Dios mismo, de modo que el matrimonio celebrado y consumado entre bautizados no puede ser disuelto jamás. Este vínculo que resulta del acto humano libre de los esposos y de la consumación del matrimonio es una realidad ya irrevocable y da origen a una alianza garantizada por la fidelidad de Dios. La Iglesia no tiene poder para pronunciarse contra esta disposición de la sabiduría divina (160).
160 Cf. CIC canon 1141 [1983 01 25/ 1141].
1992 10 11c 1641
La gracia del sacramento del matrimonio
1641. “En su estado y modo de vida, los cónyuges cristianos tienen su carisma propio en el Pueblo de Dios” (161). Esta gracia propia del sacramento del matrimonio está destinada a perfeccionar el amor de los cónyuges, a fortalecer su unidad indisoluble. Por medio de esta gracia “se ayudan mutuamente a santificarse con la vida matrimonial conyugal y en la acogida y educación de los hijos” (162).
161 Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, 11: AAS 57 (1965) 16 [1964 11 21a/ 11].
162 Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, 11: AAS 57 (1965) 15-16 [1964 11 21a/ 11]; cf. Ibid., 41: AAS 57 (1965) 47 [1964 11 21a/ 41].
1992 10 11c 1642
1642. Cristo es la fuente de esta gracia. “Pues de la misma manera que Dios en otro tiempo salió al encuentro de su pueblo por una alianza de amor y fidelidad, ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia, mediante el sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos” (163). Permanece con ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros (164), de estar “sometidos unos a otros en el temor de Cristo” (Ef 5, 21) y de amarse con un amor sobrenatural, delicado y fecundo. En las alegrías de su amor y de su vida familiar les da, ya aquí, un gusto anticipado del banquete de las bodas del Cordero:
“¿De dónde voy a sacar la fuerza para describir de manera satisfactoria la dicha del matrimonio que celebra la Iglesia, que confirma la ofrenda, que sella la bendición, que los ángeles proclaman, y el Padre celestial ratifica? [...] ¡Qué matrimonio el de dos cristianos, unidos por una sola esperanza, un solo deseo, una sola disciplina, el mismo servicio! Los dos hijos de un mismo Padre, servidores de un mismo Señor; nada los separa, ni en el espíritu ni en la carne; al contrario, son verdaderamente dos en una sola carne. Donde la carne es una, también es uno el espíritu” (165).
163 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1068 [1965 12 07c/ 48].
164 Cf. Ga 6, 2.
165 Tertuliano, Ad uxorem 2, 8, 6-7: CCL 1, 393 (PL 1, 1415-1416); cf. Juan Pablo II, Exhort. ap. Familiaris consortio, 13: AAS 74 (1982) 94 [1981 11 22/ 13].
1992 10 11c 1643
V. Los bienes y las exigencias del amor conyugal
1643. “El amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos de la persona –reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad–; mira a una unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne, conduce a no tener más que un corazón y un alma; exige la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se abre a la fecundidad. En una palabra: se trata de características normales de todo amor conyugal natural, pero con un significado nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino las eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos” (166).
166 Juan Pablo II, Exhort. ap. Familiaris consortio, 13: AAS 74 (1982) 96 [1981 11 22/ 13].
1992 10 11c 1644
Unidad e indisolubilidad del matrimonio
1644. El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos: “De manera que ya no son dos sino una sola carne” (Mt 19, 6)(167). “Están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total” (168). Esta comunión humana es confirmada, purificada y perfeccionada por la comunión en Jesucristo dada mediante el sacramento del Matrimonio. Se profundiza por la vida de la fe común y por la Eucaristía recibida en común.
167 Cf. Gn 2, 24.
168 Juan Pablo II, Exhort. ap. Familiaris consortio, 19: AAS 74 (1982) 101 [1981 11 22/ 19].
1992 10 11c 1645
1645. “La unidad del matrimonio, confirmada por el Señor, aparece ampliamente en la igual dignidad personal que hay que reconocer a la mujer y al varón en el mutuo y pleno amor” (169). La poligamia es contraria a esta igual dignidad de uno y otro y al amor conyugal que es único y exclusivo (170).
169 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 49: AAS 58 (1966) 1070 [1965 12 07c/ 49].
170 Juan Pablo II, Exhort. ap. Familiaris consortio, 19: AAS 74 (1982) 102 [1981 11 22/ 19].
1992 10 11c 1646
La fidelidad del amor conyugal
1646. El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos que se hacen mutuamente los esposos. El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero. “Esta íntima unión, en cuanto donación mutua de dos personas, así como el bien de los hijos, exigen la plena fidelidad de los cónyuges y urgen su indisoluble unidad” (171).
171 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1068 [1965 12 07c/ 48].
1992 10 11c 1647
1647. Su motivo más profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza, de Cristo a su Iglesia. Por el sacramento del Matrimonio los esposos son capacitados para representar y testimoniar esta fidelidad. Por el sacramento, la indisolubilidad del matrimonio adquiere un sentido nuevo y más profundo.
1992 10 11c 1648
1648. Puede parecer difícil, incluso imposible, unirse para toda la vida a un ser humano. Por ello es tanto más importante anunciar la buena nueva de que Dios nos ama con un amor definitivo e irrevocable, de que los esposos participan de este amor, que les conforta y mantiene, y de que por su fidelidad se convierten en testigos del amor fiel de Dios. Los esposos que, con la gracia de Dios, dan este testimonio, con frecuencia en condiciones muy difíciles, merecen la gratitud y el apoyo de la comunidad eclesial (172).
172 Juan Pablo II, Exhort. ap. Familiaris consortio, 20: AAS 74 (1982) 104 [1981 11 22/ 20].
1992 10 11c 1649
1649. Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no cesan de ser marido y mujer delante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. En esta situación difícil, la mejor solución sería, si es posible, la reconciliación. La comunidad cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en la fidelidad al vínculo de su matrimonio que permanece indisoluble (173).
173 Juan Pablo II, Exhort. ap. Familiaris consortio, 84: AAS 74 (1982) 184 [1981 11 22/ 84]; CIC c?nones 1151-1155 [1983 01 25/ 1151-1151].
1992 10 11c 1650
1650. Hoy son numerosos en muchos países los católicos que recurren al divorcio según las leyes civiles y que contraen también civilmente una nueva unión. La Iglesia mantiene, por fidelidad a la palabra de Jesucristo (“Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”: Mc 10, 11-12), que no puede reconocer como válida esta nueva unión, si era válido el primer matrimonio. Si los divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esta situación, y por la misma razón no pueden ejercer ciertas responsabilidades eclesiales. La reconciliación mediante el sacramento de la Penitencia no puede ser concedida más que aquellos que se arrepientan de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo y que se comprometan a vivir en total continencia.
1992 10 11c 1651
1651. Respecto a los cristianos que viven en esta situación y que con frecuencia conservan la fe y desean educar cristianamente a sus hijos, los sacerdotes y toda la comunidad deben dar prueba de una atenta solicitud, a fin de que aquéllos no se consideren como separados de la Iglesia, de cuya vida pueden y deben participar en cuanto bautizados:
“Exhórteseles a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios” (174).
174 Juan Pablo II, Exhort. ap. Familiaris consortio, 84: AAS 74 (1982) 102 [1981 11 22/ 84].
1992 10 11c 1652
La apertura a la fecundidad
1652. “Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación” (175):
“Los hijos son, ciertamente, el don más excelente del matrimonio y contribuyen grandemente al bien de sus padres. El mismo Dios, que dijo: “No es bueno que el hombre esté solo (Gn 2, 18), y que hizo desde el principio al hombre, varón y mujer” (Mt 19, 4), queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: “Creced y multiplicaos” (Gn 1, 28). De ahí que el cultivo verdadero del amor conyugal y todo el sistema de vida familiar que de él procede, sin dejar posponer los otros fines del matrimonio, tiende a que los esposos estén dispuestos con fortaleza de ánimo a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y enriquece su propia familia cada día más” (176).
175 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1068 [1965 12 07c/ 48].
176 Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 50: AAS 58 (1966) 1070-1071 [1965 12 07c/ 50].
1992 10 11c 1653
1653. La fecundidad del amor conyugal se extiende a los frutos de la vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos (177). En este sentido, la tarea fundamental del matrimonio y de la familia es estar al servicio de la vida (178).
177 Concilio Vaticano II, Decl. Gravissimum educationis, 3: AAS 58 (1966) 1068 [Ã?].
178 Juan Pablo II, Exhort. ap. Familiaris consortio, 28: AAS 74 (1982) 114 [1981 11 22/ 28].
1992 10 11c 1654
1654. Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio.
1992 10 11c 1655
VI. La iglesia doméstica
1655. Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Iglesia no es otra cosa que la “familia de Dios”. Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, “con toda su casa”, habían llegado a ser creyentes (179). Cuando se convertían, deseaban también que se salvase “toda su casa” (180). Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente.
179 Cf. Hch 18, 8.
180 Cf. Hch 16, 31; 11, 14.
1992 10 11c 1656
1656. En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, Ecclesia domestica(181). En el seno de la familia, “los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada” (182).
181 Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, 11: AAS 57 (1965) 16 [1964 11 21a/ 11]; cf. Juan Pablo II, Exhort. Ap. Familiaris consortio, 21: AAS 74 (1982) 105 [1981 11 22/ 21].
182 Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, 11: AAS 57 (1965) 16 [1964 11 21a/ 11].
1992 10 11c 1657
1657. Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, “en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras” (183). El hogar es así la primera escuela de vida cristiana y “escuela del más rico humanismo” (184). Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida.
183 Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, 10: AAS 57 (1965) 15.
184 Concilio Vaticano II, Const. dogm. Gaudium et spes, 52: AAS 58 (1966) 1073 [1965 12 07c/ 52].
1992 10 11c 1658
1658. Es preciso recordar asimismo a un gran número de personas que permanecen solteras a causa de las concretas condiciones en que deben vivir, a menudo sin haberlo querido ellas mismas. Estas personas se encuentran particularmente cercanas al corazón de Jesús; y, por ello, merecen afecto y solicitud diligentes de la Iglesia, particularmente de sus pastores. Muchas de ellas viven sin familia humana, con frecuencia a causa de condiciones de pobreza. Hay quienes viven su situación según el espíritu de las bienaventuranzas sirviendo a Dios y al prójimo de manera ejemplar. A todas ellas es preciso abrirles las puertas de los hogares, “iglesias domésticas” y las puertas de la gran familia que es la Iglesia. “Nadie se sienta sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y familia de todos, especialmente para cuantos están ‘fatigados y agobiados’ (Mt 11, 28)” (185).
[Asociación de Editores del Catecismo – Librería Editrice Vaticana, 446-462]
185 Juan Pablo II, Exhort. ap. Familiaris consortio, 85: AAS 74 (1982) 187 [1981 11 22/ 85].
1992 10 11c 1601
1601. “Matrimoniale foedus, quo vir et mulier inter se totius vitae consortium constituunt, indole sua naturali ad bonum coniugum atque ad prolis generationem et educationem ordinatum, a Christo Domino ad sacramenti dignitatem inter baptizatos evectum est” (230).
230 CIC canon 1055, ç 1 [1983 01 25/1055].
1992 10 11c 1602
I. Matrimonium in consilio Dei
1602. Sacra Scriptura creatione viri et mulieris ad imaginem et similitudinem Dei incipit (231) et visione “nuptiarum Agni” (Apc 19, 9)(232) concluditur. Ab initio usque ad finem, Scriptura de Matrimonio atque de eius loquitur mysterio, de eius institutione et de sensu quem Deus illi dedit, de eius origine et fine, de eius diversis adimpletionibus per decursum historiae salutis, de eius difficultatibus e peccato ortis et de eius renovatione “in Domino” (1 Cor 7, 39), in Novo Christi et Ecclesiae Foedere (233).
231 Cf Gn 1, 26-27.
232 Cf Apc 19, 7.
233 Cf Eph 5, 31-32.
1992 10 11c 1603
Matrimonium in creationis ordine
1603. “Intima communitas vitae et amoris coniugalis, a Creatore condita [est] suisque legibus instructa [...]. Ipse [...] Deus est auctor matrimonii” (234). Vocatio ad matrimonium in ipsa natura viri et mulieris est inscripta, quales e manu Creatoris orti sunt. Matrimonium institutio mere humana non est, non obstantibus variationibus non paucis quas ipsum passum est per saeculorum decursum in diversis culturis, structuris socialibus et spiritualibus habitibus. Hae diversitates efficere non debent ut lineamenta communia et permanentia oblivioni mandentur. Licet non ubique huius institutionis dignitas eadem claritate illucescat (235), in omnibus tamen culturis quidam de magnitudine unionis matrimonialis est sensus. “Salus personae et societatis humanae ac christianae arcte cum fausta condicione communitatis coniugalis et familiaris connectitur” (236).
234 Concilium Vaticanum II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1067 [1965 12 07c/ 48].
235 Cf Concilium Vaticanum II, Const. past. Gaudium et spes, 47: AAS 58 (1966) 1067 [1965 12 07c/ 47].
236 Concilium Vaticanum II, Const. past. Gaudium et spes, 47: AAS 58 (1966) 1067 [1965 12 07c/ 47].
1992 10 11c 1604
1604. Deus qui hominem ex amore creavit, eum etiam vocavit ad amorem, qui fundamentalis et innata omnis humanae personae est vocatio. Homo etenim ad imaginem et similitudinem Dei est creatus (237) qui Ipse “Caritas est” (1 Io 4, 8.16). Cum Deus eum virum et mulierem creaverit, eorum mutuus amor imago fit amoris absoluti et indefectibilis quo Deus amat hominem. Hic est bonus, immo valde bonus, ante Creatoris oculos (238). Et hic amor, quem Deus benedicit, destinatur ut fecundus sit atque ut in opere communi custodiae creationis deducatur in rem: “Benedixitque illis Deus et ait illis: ‘Crescite et multiplicamini et replete terram et subicite eam’” (Gn 1, 28).
237 Cf Gn 1, 27.
238 Cf Gn 1, 31.
1992 10 11c 1605
1605. Virum et mulierem alterum pro altero creatos esse sacra asserit Scriptura: “Non est bonum esse hominem solum” (Gn 2, 18). Mulier, “caro de carne” eius (239), id est, ei par, ei omnino proxima, illi a Deo donatur tamquam “adiutorium” (240), Deum sic repraesentans, a quo nostrum est auxilium (241). “Quam ob rem relinquet vir patrem suum et matrem et adhaerebit uxori suae; et erunt in carnem unam” (Gn 2, 24). Ipse Dominus ostendit hoc significare unitatem utriusque vitae indefectibilem, in memoriam revocans quale “ab initio” fuerit Creatoris consilium (242): “Itaque iam non sunt duo sed una caro” (Mt 19, 6).
239 Cf Gn 2, 23.
240 Cf Gn 2, 18.
241 Cf Ps 121, 2.
242 Cf Mt 19, 4.
1992 10 11c 1606
Matrimonium sub peccati regimine
1606. Omnis homo circa se et in se ipso mali habet experientiam. Haec experientia in relationibus etiam percipitur inter virum et mulierem. Omni tempore, eorum unionem discordia, dominationis spiritus, infidelitas, invidia et conflictus minantur qui usque ad odium et rupturam possunt pervenire. Haec inordinatio modo plus minusve acuto manifestari potest atque plus minusve potest superari secundum culturas, aetates, individua, sed indolem universalem videtur certo habere.
1992 10 11c 1607
1607. Secundum fidem, haec inordinatio, quam modo doloroso percipimus, e viri et mulieris non provenit natura neque ex natura relationum eorum, sed ex peccato. Primum peccatum, abruptio a Deo, tamquam primam habet consequentiam abruptionem originalis communionis viri et mulieris. Eorum necessitudines mutuis detorquentur obiurgationibus (243); eorum mutua attractio, proprium Creatoris donum (244), in dominationis et cupiditatis mutatur relationes (245); pulchra vocatio viri et mulieris ut fecundi sint, multiplicentur et terram subiiciant (246), poenis gravatur partus et laboris ad panem obtinendum (247).
243 Cf Gn 3, 12.
244 Cf Gn 2, 22.
245 Cf Gn 3, 16.
246 Cf Gn 1, 28.
247 Cf Gn 3, 16-19.
1992 10 11c 1608
1608. Creationis tamen subsistit ordo, quamquam graviter perturbatus. Ad vulnera peccati sananda, vir et mulier egent adiutorio gratiae quam Deus, in Sua infinita misericordia, nunquam eis recusavit (248). Sine hoc adiumento, vir et mulier pervenire non possunt ad vitarum suarum efficiendam unionem, ad quam “ab initio” Deus eos creavit.
248 Cf Gn 3, 21.
1992 10 11c 1609
Matrimonium sub Legis paedagogia
1609. Deus in Sua misericordia hominem peccatorem non dereliquit. Poenae quae peccatum sunt secutae, dolores partus (249), labor “in sudore vultus tui” (Gn 3, 19) remedia etiam constituunt quae peccati minuunt damna. Post lapsum, matrimonium adiuvat ad superandum recessum in se ipsum, “egoismum”, sui amorem, conquisitionem propriae voluptatis, atque ad se alteri aperiendum, ad mutuum adiutorium, ad sui donum.
249 Cf Gn 3, 16.
1992 10 11c 1610
1610. Conscientia moralis relate ad matrimonii unitatem et indissolubilitatem sub Legis veteris paedagogia est aucta. Patriarcharum et regum polygamia nondum expresse reiicitur. Tamen Lex Moysi tradita tendit ad mulierem contra arbitrium dominatus viri defendendam, quamvis et ipsa etiam secum ferat, iuxta Domini verbum, vestigia “duritiae cordis” viri, propter quam Moyses mulieris permisit repudium (250).
250 Cf Mt 19, 8; Dt 24, 1.
1992 10 11c 1611
1611. Prophetae, Foedus Dei cum Israel sub coniugalis amoris exclusivi et fidelis perspicientes imagine (251), populi electi praeparaverunt conscientiam ad profundiorem unicitatis et indissolubilitatis matrimonii intelligentiam (252). Libri Ruth atque Thobis testimonia commoventia praebent de alto matrimonii sensu, de fidelitate et teneritudine coniugum. Traditio in Cantico Canticorum expressionem semper vidit singularem amoris humani, quatenus hic repercussio est amoris Dei, amoris qui “fortis est ut mors” et quem “aquae multae non potuerunt exstinguere” (Ct 8, 6-7).
251 Cf Os 1-3; Is 54; 62; Ier 2-3; 31; Ez 16; 23.
252 Cf Mal 2, 13-17.
1992 10 11c 1612
Matrimonium in Domino
1612. Nuptiale Foedus inter Deum et Eius populum Israel Novum et aeternum praeparaverat Foedus, in quo Filius Dei, Se incarnans Suamque donans vitam, totum genus humanum ab Ipso salvatum quodammodo Sibi coniunxit (253), sic “nuptias Agni” praeparans (254).
253 Cf Concilium Vaticanum II, Const. past. Gaudium et spes, 22: AAS 58 (1966) 1042.
254 Cf Apc 19, 7 et 9.
1992 10 11c 1613
1613. Iesus, in Suae vitae publicae limine, Suum primum signum –ob matris Suae petitionem– in quodam matrimonii festo est operatus (255). Ecclesia magni fecit Iesu praesentiam in nuptiis Canae. Ibi confirmationem perspicit bonitatis matrimonii ibique annuntiari matrimonium exinde signum efficax praesentiae Christi esse futurum.
255 Cf Io 2, 1-11.
1992 10 11c 1614
1614. Iesus, in praedicatione Sua, sine ambiguitate docuit originalem sensum unionis viri et mulieris, qualem ab initio eam voluit Creator: permissio, a Moyse concessa, propriam repudiandi uxorem, cordis duritiae erat concessio (256); matrimonialis viri et mulieris coniunctio indissolubilis est: Deus Ipse eam perfecit: “Quod ergo Deus coniunxit, homo non separet” (Mt 19, 6).
256 Cf Mt 19, 8.
1992 10 11c 1615
1615. Haec haud ambigua in vinculi matrimonialis indissolubilitate instantia perplexitatem inducere potuit et quasi exigentia videri quae effici nequit (257). Tamen Iesus coniugibus non imposuit pondus quod ferri non possit et nimis grave (258), Lege Moysis onerosius. Veniens ad initialem creationis ordinem, peccato perturbatum, restaurandum, Ipse vim praebet et gratiam ad vivendum in matrimonio secundum novam Regni Dei rationem. Coniuges, Christum sequentes, sibi ipsis abrenuntiantes, suam crucem super se tollentes (259), “capere” (260) poterunt originalem matrimonii sensum et cum Christi adiutorio vivere iuxta illum. Haec Matrimonii christiani gratia fructus est crucis Christi, quae totius vitae christianae est fons.
257 Cf Mt 19, 10.
258 Cf Mt11, 29-30.
259 Cf Mc 8, 34.
260 Cf Mt 19,11.
257 Cf Mt 19, 10.
258 Cf Mt 11, 29-30.
259 Cf Mc 8, 34.
260 Cf Mt 19, 11.
1992 10 11c 1616
1616. Apostolus Paulus hoc praebet intelligendum dicens: “Viri, diligite uxores, sicut et Christus dilexit Ecclesiam et Seipsum tradidit pro ea, ut illam sanctificaret” (Eph 5, 25-26), statim adiungens: “”Propter hoc relinquet homo patrem et matrem et adhaerebit uxori suae, et erunt duo in carne una”. Mysterium hoc magnum est; ego autem dico de Christo et Ecclesia!” (Eph 5, 31-32).
1992 10 11c 1617
1617. Tota vita christiana signum amoris sponsalis fert Christi et Ecclesiae. Iam Baptismus, in populum Dei ingressus, mysterium est nuptiale: est quasi nuptiarum lavacrum (261) quod nuptiarum praecedit convivium, Eucharistiam. Matrimonium christianum, e parte sua, signum fit efficax, sacramentum Foederis Christi et Ecclesiae. Quia eius significat et communicat gratiam, Matrimonium inter baptizatos verum est Novi Foederis sacramentum (262).
261 Cf Eph 5, 26-27.
262 Cf Concilium Tridentinum, Sess. 24a, Doctrina de sacramento Matrimonii: DS 1800 [1563 11 11a/ 1-4]; CIC canon 1055, ç 1 [1983 01 25/ 1055].
1992 10 11c 1618
Virginitas propter Regnum
1618. Christus totius vitae christianae est centrum. Vinculum cum Ipso primum locum obtinet relate ad omnia alia vincula familiaria vel socialia (263). Ab Ecclesiae initio, viri exstiterunt et mulieres qui magno matrimonii abrenuntiaverunt bono ut Agnum sequerentur quocumque iret (264), ut de rebus Domini haberent curam, ut Ei studerent placere (265), ut irent obviam Sponso qui venit (266). Ipse Christus quosdam invitavit ut Eum in hoc sequerentur vitae genere, cuius Ipse permanet exemplar:
“Sunt enim eunuchi, qui de matris utero sic nati sunt; et sunt eunuchi, qui facti sunt ab hominibus; et sunt eunuchi, qui seipsos castraverunt propter Regnum caelorum. Qui potest capere, capiat” (Mt 19, 12).
263 Cf Lc 14, 26; Mc 10, 28-31.
264 Cf Apc 14, 4.
265 Cf 1 Cor 7, 32.
266 Cf Mt 25,6.
1992 10 11c 1619
1619. Virginitas propter Regnum caelorum est gratiae baptismalis explicatio, signum potens praeeminentiae vinculi cum Christo atque ardentis exspectationis reditus Eius, signum quod etiam revocat in memoriam matrimonium realitatem esse praesentis saeculi quod praeterit (267).
267 Cf Mc 12, 25; 1 Cor 7, 31.
1992 10 11c 1620
1620. Utrumque, Matrimonii sacramentum et virginitas propter Regnum Dei, ab Ipso Domino provenit. Ipse illis significationem prae bet et gratiam tribuit necessariam ad vivendum in eis secundum voluntatem Eius (268). Virginitatis propter Regnum aestimatio (269) et christiana Matrimonii significatio inseparabiles sunt et sibi mutuo favent:
“Qui matrimonium damnat, is virginitatis etiam gloriam carpit; qui laudat, is virginitatem admirabiliorem [...] reddit. Nam quod deterioris comparatione bonum videtur, id haud sane admodum bonum est; quod autem omnium sententia bonis melius, id excellens bonum est” (270).
268 Cf Mt 19, 3-12.
269 Cf Concilium Vaticanum II, Const. dogm. Lumen gentium, 42: AAS 57 (1965) 48; Id., Decr. Perfectae caritatis, 12: AAS 58 (1966) 707; Id., Decr. Optatam totius, 10: AAS 58 (1966) 720-721 [1965 10 28a/ 10].
270 Sanctus Ioannes Chrysostomus, De virginitate, 10, 1: SC 125, 122 (PG 48, 540); cf Ioannes Paulus II, Adh. ap. Familiaris consortio, 16: AAS 74 (1982) 98 [1981 11 22/ 16].
1992 10 11c 1621
II. Matrimonii celebratio
1621. In ritu latino, Matrimonii celebratio inter duos fideles catholicos plerumque intra sanctam Missam fit propter omnium sacramentorum vinculum cum Paschali Christi mysterio (271). In Eucharistia memoriale efficitur Novi Foederis, in quo Christus Se Ecclesiae Sponsae Suae dilectae in perpetuum coniunxit pro qua Seipsum tradidit (272). Oportet igitur sponsos suum sigillare consensum ad se mutuo donandos vitarum suarum oblatione, illum coniungentes cum Christi oblatione pro Eius Ecclesia praesenti effecta in Sacrificio eucharistico, et Eucharistiam accipientes, ut, idem corpus et eumdem sanguinem Chris ti communicantes, “unum corpus” efforment in Christo (273).
271 Cf Concilium Vaticanum II, Const. Sacrosanctum Concilium, 61: AAS 56 (1964) 116-117.
272 Cf Concilium Vaticanum II, Const. dogm. Lumen gentium, 6: AAS 57 (1965) 9.
273 Cf 1 Cor 10, 17.
1992 10 11c 1622
1622. “Ut sacramentalis actio sanctificationis, Matrimonii celebratio –liturgiae [...] illigata– oportet per se sit valida, digna, frugifera” (274). Oportet igitur ut futuri sponsi se ad sui Matrimonii celebrationem disponantur, Poenitentiae recipientes sacramentum.
274 Ioannes Paulus II, Adh. ap. Familiaris consortio, 67: AAS 74 (1982) 162 [1981 11 22/ 67].
1992 10 11c 1623
1623. Secundum traditionem latinam, sponsi, tamquam ministri gratiae Christi, sibi mutuo Matrimonii conferunt sacramentum, suum consensum coram Ecclesia significantes. In traditionibus Ecclesiarum Orientalium, sacerdotes –Episcopi vel presbyteri– testes sunt consensus mutuo ab sponsis praestiti (275), sed etiam eorum benedictio ad validitatem sacramenti est necessaria (276).
275 Cf CCEO canon 817 [1990 10 18/ 817].
276 Cf CCEO canon 828 [1990 10 18/ 828].
1992 10 11c 1624
1624. Diversae liturgiae divites sunt in precibus benedictionis et Epiclesis quae a Deo Eius postulant gratiam et super novos coniuges benedictionem, speciatim super sponsam. In huius sacramenti Epiclesi, coniuges Spiritum Sanctum accipiunt tamquam communionem amoris Christi et Ecclesiae (277). Ipse eorum foederis est sigillum, fons semper oblatus eorum amoris, vis qua eorum renovabitur fidelitas.
277 Cf Eph 5, 32.
1992 10 11c 1625
III. Consensus matrimonialis
1625. In foedere matrimoniali primas agentes partes sunt vir et mulier, baptizati, liberi ad matrimonium contrahendum et qui suum consensum libere exprimunt. “Liberum esse” significat:
–coactiones non subire;
–legis naturalis vel ecclesiasticae non habere impedimentum.
1992 10 11c 1626
1626. Ecclesia considerat consensuum commutationem inter sponsos tamquam elementum necessarium quod “matrimonium facit” (278). Si consensus deest, matrimonium non habetur.
278 CIC canon 1057, ç 1 [1983 01 25/ 1057].
1992 10 11c 1627
1627. Consensus consistit in “actu humano, quo coniuges sese mutuo tradunt et accipiunt” (279). “Ego accipio te in uxorem meam...”; “Ego accipio te in maritum meum...” (280). Hic consensus qui sponsos coniungit inter se, suam invenit consummationem in eo quod uterque “una caro” fit (281).
279 Concilium Vaticanum II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1067 [1965 12 07c/ 48]; CIC canon 1057, ç 2 [1983 01 25/ 1057].
280 Ordo celebrandi Matrimonium, 62, Editio typica altera (Typis Polyglottis Vaticanis 1991) p. 17.
281 Cf Gn 2, 24; Mc 10, 8; Eph 5, 31.
1992 10 11c 1628
1628. Consensus esse debet actus voluntatis uniuscuiusque contrahentium a violentia vel a gravi metu externo liber (282). Nulla humana potestas hunc consensum potest supplere (283). Si haec libertas deest, Matrimonium est invalidum.
282 Cf CIC canon 1103 [1983 01 25/ 1103].
283 Cf CIC canon 1057, ç 1 [1983 01 25/ 1057].
1992 10 11c 1629
1629. Propter hanc rationem (vel propter alias rationes quae Matrimonium nullum reddunt et infectum (284)) Ecclesia, post examen condicionum a tribunali ecclesiastico competenti peractum, potest declarare “nullitatem Matrimonii”, id est, Matrimonium nunquam exstitisse. In hoc casu, contrahentes liberi sunt ad nuptias ineundas, sed naturalibus tenentur obligationibus ex unione praecedenti (285).
284 Cf CIC canones 1083-1108 [1983 01 25/ 1083-1108].
285 Cf CIC canon 1071, ç 1, 3 [1983 01 25/ 1071].
1992 10 11c 1630
1630. Sacerdos (vel diaconus) qui Matrimonii assistit celebrationi, sponsorum accipit consensum nomine Ecclesiae eisque impertitur Ecclesiae benedictionem. Praesentia ministri Ecclesiae (et etiam testium) visibiliter exprimit, Matrimonium ecclesialem esse realitatem.
1992 10 11c 1631
1631. Hac de causa, Ecclesia modo normali a suis fidelibus formam ecclesiasticam postulat ad contrahendum Matrimonium (286). Plures rationes ad hanc determinationem explicandam concurrunt:
–Matrimonium sacramentale actus est liturgicus. Exinde convenit illud in publica Ecclesiae celebrari liturgia;
–Matrimonium in ordinem introducit ecclesialem, iura gignit et obligationes in Ecclesia inter coniuges et relate ad filios;
–quia Matrimonium status vitae est in Ecclesia, necessarium est certitudinem haberi de matrimonio (unde obligatio ut habeantur testes);
–indoles publica consensus hunc protegit, postquam praestitus est, et adiuvat ut fidelitas erga eum servetur.
286 Cf Concilium Tridentinum, Sess. 24a, Decretum ÃTametsiÃ: DS 1813-1816 [1563 11 11c/ 1-4]; CIC canon 1108 [1983 01 25/ 1108].
1992 10 11c 1632
1632. Ut consensus coniugum actus liber sit et responsabilis, et ut matrimoniale foedus humana et christiana fundamenta solida habeat et mansura, praeparatio ad Matrimonium maximi est momenti.
Exemplum et instructio a parentibus et a familiis donata huius prae parationis praeclara permanent via.
Munus Pastorum et communitatis christianae quatenus “familiae Dei” necessarium est ad valores humanos et christianos matrimonii et familiae tradendos (287), eo magis quod nostris temporibus plures iuvenes experientiam norunt familiarum dissociatarum quae amplius hanc initiationem sufficienter non praestant:
“Iuvenes de amoris coniugalis dignitate, munere et opere, potissimum in sinu ipsius familiae, apte et tempestive instruendi sunt, ut, castitatis cultu instituti, convenienti aetate ab honestis sponsalibus ad nuptias transire possint” (288).
Matrimonia mixta et disparitas cultus
287 Cf CIC canon 1063 [1983 01 25/ 1063].
288 Concilium Vaticanum II, Const. past. Gaudium et spes, 49: AAS 58 (1966) 1070 [1965 12 07c/ 49].
1992 10 11c 1633
1633. In pluribus regionibus, condicio matrimonii mixti (inter catholicum et baptizatum non catholicum) sat frequenter accidit. Ipsa attentionem coniugum et Pastorum exigit particularem; casus matrimoniorum cum disparitate cultus (inter catholicum et non baptizatum) maiorem adhuc postulat circumspectionem.
1992 10 11c 1634
1634. Confessionis diversitas inter coniuges obstaculum insuperabile non constituit pro matrimonio, cum ipsi valent id in commune afferre quod unusquisque eorum in sua recepit communitate et mutuo discere quomodo unusquisque in sua vivat erga Christum fidelitate. Sed difficultates matrimoniorum mixtorum spernendae non sunt. Illae oriuntur ex eo quod christianorum separatio nondum superata est. Coniuges in periculo sunt ne, intra propriam domum, christianorum disiunctionem modo experiantur tragico. Disparitas cultus has difficultates potest graviores adhuc efficere. Diversitates relate ad fidem, ipsa matrimonii notio, sed etiam modi religiose cogitandi differentes, constituere possunt contentionum fontem in matrimonio, praesertim quoad filiorum educationem. Tunc quaedam potest praesentari tentatio: religiosa indifferentia.
1992 10 11c 1635
1635. Secundum ius in Ecclesia latina vigens, matrimonium mixtum pro sua liceitate eget explicita permissione auctoritatis ecclesiasticae (289). In casu disparitatis cultus explicita dispensatio ab impedimento requiritur ut validum sit Matrimonium (290). Haec permissio vel haec dispensatio supponunt utramque partem fines et proprietates essentiales Matrimonii cognoscere et non excludere; atque etiam partem catholicam obligationes confirmare, parti non catholicae communicatas ut eas ipsa cognoscat, servandi propriam fidem et praestandi Baptismum et educationem filiorum in Ecclesia catholica (291).
289 Cf CIC canon 1124 [1983 01 25/ 1124].
290 Cf CIC canon 1086 [1983 01 25/ 1086].
154 Cf. CIC canon 1125 [1983 01 25/ 1125].
291 Cf CIC canon 1125 [1983 01 25/ 1125].
1992 10 11c 1636
1636. Multis in regionibus, propter dialogum oecumenicum, communitates christianae, quas id afficit, actionem pastoralem pro matrimoniis mixtis communem instruxerunt. Eius munus est, hos adiuvare coniuges ut in sua condicione particulari sub fidei vivant lumine. Talis actio eos etiam debet adiuvare, ut contentiones superent inter obligationes coniugum mutuas et quas erga suas communitates habent ecclesiales. Ea debet incrementum fovere illorum quae illis in fide sunt communia, et observantiam illorum quae eos separant.
1992 10 11c 1637
1637. In matrimoniis cum disparitate cultus, coniux catholicus munus habet particulare: “Sanctificatus est enim vir infidelis in muliere, et sanctificata est mulier infidelis in fratre” (1 Cor 7, 14). Pro coniuge christiano et pro Ecclesia magnum est gaudium, si haec “sanctificatio” ad liberam conducat alterius coniugis conversionem ad fidem christianam (292). Sincerus amor coniugalis, humile et patiens virtutum familiarium exercitium et perseverans oratio coniugem non credentem possunt praeparare ad conversionis gratiam accipiendam.
292 Cf 1 Cor 7, 16.
1992 10 11c 1638
IV. Effectus sacramenti Matrimonii
1638. “Ex valido Matrimonio enascitur inter coniuges vinculum natura sua perpetuum et exclusivum; in Matrimonio praeterea christiano coniuges ad sui status officia et dignitatem peculiari sacramento roborantur et veluti consecrantur” (293).
293 CIC canon 1134 [1983 01 25/ 1134].
1992 10 11c 1639
Vinculum matrimoniale
1639. Consensus quo coniuges sese mutuo dant et accipiunt, a Deo Ipso sigillatur (294). Ex eorum foedere, “institutum ordinatione divina firmum oritur, etiam coram societate” (295). Sponsorum foedus in Dei cum hominibus inseritur Foedus: “Germanus amor coniugalis in divinum amorem assumitur” (296).
294 Cf Mc 10, 9.
295 Concilium Vaticanum II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1067 [1965 12 07c/ 48].
1992 10 11c 1640
1640. Vinculum matrimoniale propterea a Deo Ipso stabilitur, ita ut Matrimonium ratum et consummatum inter baptizatos nunquam possit dissolvi. Hoc vinculum quod ex actu humano sponsorum libero et ex matrimonii sequitur consummatione, realitas est iam irrevocabilis et originem praebet foederi a Dei fidelitate praestito. Ad Ecclesiae non pertinet potestatem, se contra hanc sapientiae divinae dispositionem pronuntiare (297).
296 Concilium Vaticanum II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1068 [1965 12 07c/ 48].
297 Cf CIC canon 1141 [1983 01 25/ 1141].
1992 10 11c 1641
Gratia sacramenti Matrimonii
1641. Coniuges christiani “in suo vitae statu et ordine proprium suum in populo Dei donum habent” (298). Haec gratia sacramenti Matrimonii propria ad perficiendum destinatur coniugum amorem, ad eorum unitatem indissolubilem roborandam. Illi hac gratia “se invicem in vita coniugali necnon prolis susceptione et educatione ad sanctitatem adiuvant” (299).
298 Concilium Vaticanum II, Const. dogm. Lumen gentium, 11: AAS 57 (1965) 16 [1964 11 21a/ 11].
299 Concilium Vaticanum II, Const. dogm. Lumen gentium, 11: AAS 57 (1965) 15-16 [1964 11 21a/ 11]; cf Ibid., 41: AAS 57 (1965) 47 [1964 11 21a/ 41].
1992 10 11c 1642
1642. Christus est huius gratiae fons. “Sicut enim Deus olim Foedere dilectionis et fidelitatis populo Suo occurrit, ita nunc hominum Salvator Ecclesiaeque Sponsus, per sacramentum Matrimonii christifidelibus coniugibus obviam venit” (300). Ipse cum eis manet, eis vim praebet ut Ipsum sequantur suam crucem super se sumentes, ut iterum post lapsus surgant, ut sibi mutuo indulgeant, ut alii aliorum portent onera (301), ut sint “subiecti invicem in timore Christi” (Eph 5, 21), et se mutuo ament amore supernaturali, tenero et fecundo. Ipse illis praebet, iam hic in terris, in gaudiis eorum amoris et eorum vitae familiaris, ut nuptiarum Agni praegustent convivium:
“Unde vero sufficiamus ad enarrandam felicitatem eius matrimonii, quod Ecclesia conciliat et confirmat oblatio et obsignat benedictio, angeli renuntiant, Pater rato habet? [...] Quale iugum fidelium duorum unius spei, unius voti, unius disciplinae, eiusdem servitutis! Ambo fratres, ambo conservi; nulla spiritus carnisve discretio, atquin vere duo in carne una. Ubi caro una, unus est spiritus” (302).
300 Concilium Vaticanum II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1068 [1965 12 07c/ 48].
301 Cf Gal 6, 2.
302 Tertullianus, Ad uxorem, 2, 8, 6-7: CCL 1, 393 (PL 1, 1415-1416); cf Ioannes Paulus II, Adh. ap. Familiaris consortio, 13: AAS 74 (1982) 94 [1981 11 22/ 13].
1992 10 11c 1643
V. Amoris coniugalis bona et exigentiae
1643. “Coniugalis amor secum infert universalitatem, in quam ingrediuntur omnes partes ipsius personae –postulationes corporis et instinctus, vires sensuum et affectuum, desideria spiritus et voluntatis–; spectat ille ad unitatem quam maxime personalem, quae videlicet ultra communionem in una carne sola nihil aliud efficit nisi cor unum et animam unam; poscit vero indissolubilitatem ac fidelitatem extremae illius donationis mutuae et patet fecunditati. Paucis verbis de communibus agitur proprietatibus naturalis cuiuslibet amoris coniugalis, atqui nova cum significatione, quae non tantum purificat eas et confirmat, sed etiam tantopere extollit ut fiant declaratio bonorum proprie christianorum” (303).
303 Ioannes Paulus II, Adh. ap. Familiaris consortio, 13: AAS 74 (1982) 96 [1981 11 22/ 13].
1992 10 11c 1644
Matrimonii unitas et indissolubilitas
1644. Coniugum amor, sua ipsa natura, unitatem et indissolubilitatem exigit eorum communitatis personalis quae totam eorum amplectitur vitam: “Quod ergo Deus coniunxit, homo non separet” (Mt 19, 6)(304). Coniuges “adiguntur ad crescendum continenter in communione sua per cotidianam fidelitatem erga matrimoniale promissum mutuae plenae donationis” (305). Haec humana communio confirmatur, purificatur et perficitur communione in Iesu Christo, a Matrimonii sacramento donata. Ipsa per fidei communis vitam et per Eucharistiam in communi receptam profundior fit.
304 Cf Gn 2, 24.
305 Ioannes Paulus II, Adh. ap. Familiaris consortio, 19: AAS 74 (1982) 101 [1981 11 22/ 19].
1992 10 11c 1645
1645. “Aequali etiam dignitate personali cum mulieris tum viri agnoscenda in mutua atque plena dilectione, unitas Matrimonii a Domino confirmata luculenter apparet” (306). Polygamia huic aequali dignitati est contraria atque coniugali amori qui unicus est et exclusivus (307).
306 Concilium Vaticanum II, Const. past. Gaudium et spes, 49: AAS 58 (1966) 1070 [1965 12 07c/ 49].
307 Cf Ioannes Paulus II, Adh. ap. Familiaris consortio, 19: AAS 74 (1982) 102 [1981 11 22/ 19].
1992 10 11c 1646
Amoris coniugalis fidelitas
1646. Amor coniugalis, sua ipsa natura, inviolabilem a coniugibus exigit fidelitatem. Hoc ex eorum ipsorum consequitur dono quod sibi mutuo impertiunt coniuges. Amor definitivus esse vult. Ipse “usque ad novam decisionem” esse non potest. Haec “intima unio, utpote mutua duarum personarum donatio, sicut et bonum liberorum, plenam coniugum fidem exigunt atque indissolubilem eorum unitatem urgent” (308).
308 Concilium Vaticanum II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1068 [1965 12 07c/ 48].
1992 10 11c 1647
1647. Profundissimum motivum in fidelitate Dei ad Eius Foedus invenitur, Christi ad Ecclesiam. Per Matrimonii sacramentum, coniuges apti fiunt qui hanc repraesentent fidelitatem eamque testentur. Per sacramentum, indissolubilitas Matrimonii novum et profundiorem accipit sensum.
1992 10 11c 1648
1648. Videri potest difficile, immo impossibile, se pro tota vita personae ligare humanae. Eo ipso maximi est momenti Bonum Nuntium proclamare: Deum nos amore definitivo amare et irrevocabili, coniuges hunc participare amorem qui eos ducit et sustinet, eosque per suam fidelitatem testes esse posse Dei fidelis amoris. Coniuges qui, cum Dei gratia, hoc dant testimonium, saepe in valde difficilibus condicionibus, gratitudinem communitatis ecclesialis merentur et fulcimentum (309).
309 Cf Ioannes Paulus II, Adh. ap. Familiaris consortio, 20: AAS 74 (1982) 104 [1981 11 22/ 20].
1992 10 11c 1649
1649. Condiciones tamen exstant in quibus matrimonialis cohabitatio, valde diversis e causis, practice impossibilis fit. In talibus casibus, Ecclesia physicam coniugum admittit separationem et finem cohabitationis. Coniuges maritus et uxor coram Deo esse non desinunt; liberi non sunt ad novam contrahendam unionem. In tali difficili condicione, reconciliatio, si possibilis sit, optima esset solutio. Communitas chris tiana vocatur ad has personas adiuvandas ut in sua condicione christiane vivant, in fidelitate ad sui matrimonii vinculum quod indissolubile permanet (310).
310 Cf Ioannes Paulus II, Adh. ap. Familiaris consortio, 83: AAS 74 (1982) 184 [1981 11 22/ 83]; CIC canones 1151-1155 [1983 01 25/ 1151-1155].
1992 10 11c 1650
1650. Plures sunt catholici, in non paucis regionibus, qui, secundum leges civiles, ad divortium recurrunt et novam civilem contrahunt unionem. Ecclesia, propter fidelitatem ad Iesu Christi verbum (“Quicumque dimiserit uxorem suam et aliam duxerit, adulterium committit in eam; et si ipsa dimiserit virum suum et alii nupserit, moechatur”: Mc 10, 11-12), tenet se non posse hanc novam unionem ut validam agnoscere, si primum matrimonium validum erat. Si divortio seiuncti novas civiliter inierunt nuptias, in condicione inveniuntur quae obiective Dei Legem transgreditur. Exinde ad eucharisticam Communionem accedere non possunt, dum haec condicio permaneat. Eadem ex causa, quasdam responsabilitates ecclesiales non possunt exercere. Reconciliatio per Poenitentiae sacramentum nonnisi illis concedi potest, quos poenitet, se Foederis signum et fidelitatis erga Christum esse transgressos, et se ad vivendum in completa continentia obligant.
1992 10 11c 1651
1651. Relate ad christianos qui in hac condicione vivunt et qui sae pe fidem servant et suos filios christiane exoptant educare, sacerdotes et tota communitas attentam ostendere debent sollicitudinem, ne illi se tamquam separatos ab Ecclesia considerent, cuius vitam ut baptizati possunt et debent participare:
“Hortandi praeterea sunt ut Verbum Dei exaudiant, Sacrificio Missae intersint, preces fundere perseverent, opera caritatis necnon incepta communitatis pro iustitia adiuvent, filios in christiana fide instituant, spiritum et opera paenitentiae colant ut cotidie sic Dei gratiam implorent” (311).
311 Ioannes Paulus II, Adh. ap. Familiaris consortio, 84: AAS 74 (1982) 185 [1981 11 22/ 84].
1992 10 11c 1652
Mens ad fecunditatem aperta
1652. “Indole autem sua naturali, ipsum institutum matrimonii amorque coniugalis ad procreationem et educationem prolis ordinantur iisque veluti suo fastigio coronantur” (312):
“Filii sane sunt praestantissimum matrimonii donum et ad ipsorum parentum bonum maxime conferunt. Ipse Deus qui dixit: ‘non est bonum hominem esse solum’ (Gn 2, 18) et ‘qui hominem ab initio masculum et feminam... fecit’ (Mt 19, 4), volens ei participationem specialem quamdam in Suiipsius opere creativo communicare, viro et mulieri benedixit dicens: ‘crescite et multiplicamini’ (Gn 1, 28). Unde verus amoris coniugalis cultus totaque vitae familiaris ratio inde oriens, non posthabitis ceteris matrimonii finibus, eo tendunt ut coniuges forti animo dispositi sint ad cooperandum cum amore Creatoris atque Salvatoris, qui per eos Suam familiam in dies dilatat et ditat” (313).
312 Concilium Vaticanum II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1068 [1965 12 07c/ 48].
313 Concilium Vaticanum II, Const. past. Gaudium et spes, 50: AAS 58 (1966) 1070-1071 [1965 12 07c/ 50].
1992 10 11c 1653
1653. Amoris coniugalis fecunditas ad vitae moralis, spiritualis et supernaturalis extenditur fructus quos parentes per educationem suis tradunt filiis. Parentes praecipui sunt et primi suorum filiorum educatores (314). Hoc sensu, fundamentale matrimonii et familiae officium est in vitae esse ministerium (315).
314 Cf Concilium Vaticanum II, Decl. Gravissimum educationis, 3: AAS 58 (1966) 731 [1965 10 28b/ 3].
315 Ioannes Paulus II, Adh. ap. Familiaris consortio, 28: AAS 74 (1982) 114 [1981 11 22/ 28].
1992 10 11c 1654
1654. Coniuges quibus Deus habere filios non concessit, possunt tamen vitam coniugalem degere plenam sensu sub ratione humana et christiana. Eorum matrimonium potest caritatis, acceptionis et sacrificii fecunditate elucescere.
1992 10 11c 1655
VI. Ecclesia domestica
1655. Christus in sinu sanctae Familiae Ioseph et Mariae nasci et crescere voluit. Ecclesia aliud non est nisi “familia Dei”. Inde ab eius originibus, Ecclesiae nucleus saepe ex illis constabat qui “cum tota domo sua” effecti erant credentes (316). Cum convertebantur, cupiebant “totam domum suam” etiam salvari (317). Hae familiae, credentes effectae, parvae erant vitae christianae insulae in mundo non credenti.
316 Cf Act 18, 8.
317 Cf Act 16, 31; 11, 14.
1992 10 11c 1656
1656. Nostris diebus, in mundo saepe fidei alieno et etiam hostili, familiae credentes maximi sunt momenti tamquam viventis et elucentis fidei foci. Hac de causa, Concilium Vaticanum II familiam, cum vetere quadam expressione, Ecclesiam domesticam appellat (318). In familiae sinu, parentes sunt “verbo et exemplo [...] pro filiis suis primi fidei prae cones, et vocationem unicuique propriam, sacram vero peculiari cura, foveant oportet” (319).
318 Concilium Vaticanum II, Const. dogm. Lumen gentium, 11: AAS 57 (1965) 16 [1964 11 21a/ 11]; cf Ioannes Paulus II, Adh. ap. Familiaris consortio, 21: AAS 74 (1982) 105 [1981 11 22/ 21].
319 Concilium Vaticanum II, Const. dogm. Lumen gentium, 11: AAS 57 (1965) 16.
1992 10 11c 1657
1657. Hic, modo praeclaro, sacerdotium baptismale exercetur patris familias, matris, filiorum, omnium familiae membrorum “in sacramentis suscipiendis, in oratione et gratiarum actione, testimonio vitae sanctae, abnegatione et actuosa caritate” (320). Familia, hoc modo, prima schola vitae christianae et “schola quaedam uberioris humanitatis est” (321). Ibi patientia et laetitia laboris, amor fraternus, indulgentia generosa, etiam iterata, et praecipue divinus per orationem et propriae vitae oblationem cultus discuntur.
320 Concilium Vaticanum II, Const. dogm. Lumen gentium, 10: AAS 57 (1965) 15.
321 Concilium Vaticanum II, Const. past. Gaudium et spes, 52: AAS 58 (1966) 1073 [1965 12 07c/ 52].
1992 10 11c 1658
1658. Oportet adhuc quasdam commemorare personas quae, propter condiciones concretas in quibus debent vivere –et saepe quin id voluerint– peculiariter cordi Iesu sunt proximae quaeque affectum et sollicitudinem Ecclesiae et praesertim Pastorum merentur diligentem: magnum personarum coelibum numerum. Plures ex illis sine familia humana manent, saepe propter paupertatis condiciones. Sunt quae in sua condicione vivunt secundum beatitudinum spiritum, Deo et proximo modo exemplari servientes. Omnibus illis portas aperire oportet familiarum, “Ecclesiarum domesticarum”, et magnae familiae quae est Ecclesia: “Nemo hoc in mundo familia privatur: omnibus enim Ecclesia est domus atque familia, iis potissimum, qui ‘laborant et onerati sunt’ (Mt 11, 28)” (322).
[Editio Typica, Editrice Vaticana, 1997]
322 Ioannes Paulus II, Adh. ap. Familiaris consortio, 85: AAS 74 (1982) 187 [1981 11 22/ 85].