[2143] • BENEDICTO XVI (2005- • LOS NIÑOS Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL: UN RETO PARA LA EDUCACIÓN
Mensaje Il tema, con ocasión de la XLI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24 enero 2007
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1. El tema de la cuadragésima primera Jornada de las Comunicaciones Sociales, âLos niños y los medios de comunicación social: un reto para la educaciónâ, nos invita a reflexionar sobre dos aspectos de suma importancia. Uno es la formación de los niños. El segundo, quizás menos obvio pero no menos importante, es la formación de los medios mismos.
Los complejos desafÃos a los que se enfrenta la educación actual están fuertemente relacionados con el influjo penetrante de estos medios en nuestro mundo. Como un aspecto del fenómeno de la globalización e impulsados por el rápido desarrollo tecnológico, los medios marcan profundamente el entorno cultural (cf. Juan Pablo II, Carta apostólica El Rápido desarrollo, 3). De hecho, algunos afirman que la influencia formativa de los medios se contrapone a la de la escuela, de la Iglesia e incluso a la del hogar. âPara muchas personas la realidad corresponde a lo que los medios de comunicación definen como talâ (Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Aetatis novae, 4).
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2. La relación entre los niños, los medios de comunicación y la educación se puede considerar desde dos perspectivas: la formación de los niños por parte de los medios, y la formación de los niños para responder adecuadamente a los medios. Surge entonces como una especie de reciprocidad que apunta a la responsabilidad de los medios como industria, y a la necesidad de una participación crÃtica y activa por parte de los lectores, televidentes u oyentes. En este contexto, la formación en el recto uso de los medios es esencial para el desarrollo cultural, moral y espiritual de los niños.
¿Cómo se puede promover y proteger este bien común? Educar a los niños para que hagan un buen uso de los medios es responsabilidad de los padres, de la Iglesia y de la escuela. El papel de los padres es de vital importancia. Ãstos tienen el derecho y el deber de asegurar un uso prudente de los medios educando la conciencia de sus hijos, para que sean capaces de expresar juicios serenos y objetivos que después les guÃen en la elección o rechazo de los programas propuestos (cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica Familiaris consortio, 76). Para llevar a cabo eso, los padres deberÃan de contar con el estÃmulo y ayuda de las escuelas y parroquias, asegurando asà que este aspecto de la paternidad, difÃcil pero gratificante, sea apoyado por toda la comunidad.
La educación para los medios deberÃa ser positiva. Cuando se pone a los niños delante de lo que es estética y moralmente excelente se les ayuda a desarrollar la apreciación, la prudencia y la capacidad de discernimiento. En este punto, es importante reconocer el valor fundamental del ejemplo de los padres y el beneficio de introducir a los jóvenes en los clásicos de la literatura infantil, las bellas artes y la música selecta. Si bien la literatura popular siempre tendrá un lugar propio en la cultura, no deberÃa ser aceptada pasivamente la tentación al sensacionalismo en los lugares de enseñanza. La belleza, que es como un espejo de lo divino, inspira y vivifica los corazones y mentes jóvenes, mientras que la fealdad y la tosquedad tienen un impacto deprimente en las actitudes y comportamientos.
La educación para los medios, como toda labor educativa, requiere la formación del ejercicio de la libertad. Se trata de una tarea exigente. Muy a menudo la libertad se presenta como la búsqueda frenética del placer o de nuevas experiencias. Pero más que de una liberación se trata de una condena. La verdadera libertad nunca condenarÃa a un individuo âespecialmente un niñoâ a la búsqueda insaciable de la novedad. A la luz de la verdad, la auténtica libertad se experimenta como una respuesta definitiva al âsÃâ de Dios a la humanidad, que nos llama a elegir lo que es bueno, verdadero y bello, no de un modo discriminado sino deliberadamente. Los padres de familia son, pues, los guardianes de la libertad de sus hijos; y en la medida en que les devuelven esa libertad, los conducen a la profunda alegrÃa de la vida (cf. Discurso en el V Encuentro Mundial de las Familias, Valencia, 8 julio 2006).
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3. Este profundo deseo de los padres y profesores de educar a los niños en el camino de la belleza, de la verdad y de la bondad, solo será favorecido por la industria de los medios en la medida en que promueva la dignidad fundamental del ser humano, el verdadero valor del matrimonio y de la vida familiar, asà como los logros y metas de la humanidad. De ahà que la necesidad de que los medios estén comprometidos en una formación efectiva y éticamente aceptable sea vista con particular interés e incluso con urgencia, no solamente por los padres y profesores, sino también por todos aquéllos que tienen un sentido de responsabilidad cÃvica.
Si bien afirmamos con certeza que muchos operadores de los medios desean hacer lo que es justo (cf. Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Ãtica en las comunicaciones sociales, 4), debemos reconocer que los comunicadores se enfrentan con frecuencia a âpresiones psicológicas y especiales dilemas éticosâ (Aetatis novae, 19) viendo como a veces la competencia comercial fuerza a rebajar su estándar.
Toda tendencia a producir programas âincluso pelÃculas de animación y video juegosâ que exaltan la violencia y reflejan comportamientos antisociales o que, en nombre del entretenimiento, trivializan la sexualidad humana, es perversión; y mucho más cuando se trata de programas dirigidos a niños y adolescentes. ¿Cómo se podrÃa explicar este âentretenimientoâ a los innumerables jóvenes inocentes que son vÃctimas realmente de la violencia, la explotación y el abuso? A este respecto, harÃamos bien en reflexionar sobre el contraste entre Cristo, que âabrazaba a los niños, y los bendecÃa poniendo las manos sobre ellosâ (Mc 10,16), y aquél que âescandaliza a uno de estos pequeños más le vale que le pongan al cuello una piedra de molinoâ (Lc 17,2).
Exhorto nuevamente a los responsables de la industria de estos medios para que formen y motiven a los productores a salvaguardar el bien común, a preservar la verdad, a proteger la dignidad humana individual y a promover el respeto por las necesidades de la familia.
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4. La Iglesia misma, a la luz del mensaje de salvación que se le ha confiado, es también maestra en humanidad y aprovecha la oportunidad para ofrecer ayuda a los padres, educadores, comunicadores y jóvenes. Las parroquias y los programas escolares, hoy en dÃa, deberÃan estar a la vanguardia en lo que respecta a la educación para los medios de comunicación social. Sobre todo, la Iglesia desea compartir una visión de la dignidad humana que es el centro de toda auténtica comunicación. âAl verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor que él necesitaâ (Deus caritas est, 18).
[Insegnamenti BXVI, III/1 (2007), 99-102]
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1. Il tema della 41ª Giornata Mondiale delle Comunicazioni Sociali, âI bambini e i mezzi di comunicazione: una sfida per lâeducazioneâ, ci invita a riflettere su due aspetti che sono di particolare rilevanza. Uno è la formazione dei bambini. Lâaltro, forse meno ovvio ma non meno importante, è la formazione dei media.
Le complesse sfide che lâeducazione contemporanea deve affrontare sono spesso collegate alla diffusa influenza dei media nel nostro mondo. Come aspetto del fenomeno della globalizzazione e facilitati dal rapido sviluppo della tecnologia, i media delineano fortemente lâambiente culturale (cf. Giovanni Paolo II, Lett. ap. Il Rapido Sviluppo, 3). In verità , vi è chi afferma che lâinfluenza formativa dei media è in competizione con quella della scuola, della Chiesa e, forse, addirittura con quella della famiglia. âPer molte persone, la realtà corrisponde a ciò che i media definiscono come taleâ (Pontificio Consiglio delle Comunicazioni Sociali, Aetatis Novae, 4).
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2. Il rapporto tra bambini, media ed educazione può essere considerato da due prospettive: la formazione dei bambini da parte dei media e la formazione dei bambini per rispondere in modo appropriato ai media. Emerge una specie di reciprocità che punta alle responsabilità dei media come industria e al bisogno di una partecipazione attiva e critica da parte dei lettori, degli spettatori e degli ascoltatori. Dentro questo contesto, lâadeguata formazione ad un uso corretto dei media è essenziale per lo sviluppo culturale, morale e spirituale dei bambini.
In che modo questo bene comune deve essere protetto e promosso?. Educare i bambini ad essere selettivi nellâuso dei media è responsabilità dei genitori, della Chiesa e della scuola. Il ruolo dei genitori è di primaria importanza. Essi hanno il diritto e il dovere di garantire un uso prudente dei media, formando la coscienza dei loro bambini affinché siano in grado di esprimere giudizi validi e obiettivi che li guideranno nello scegliere o rifiutare i programmi proposti (cfr Giovanni Paolo II, Esort. ap. Familiaris consortio, 76). Nel fare questo, i genitori dovrebbero essere incoraggiati e sostenuti dalla scuola e dalla parrocchia, nella certezza che questo difficile, sebbene gratificante, aspetto dellâessere genitori è sostenuto dallâintera comunità .
Lâeducazione ai media dovrebbe essere positiva. Ponendo i bambini di fronte a quello che è esteticamente e moralmente eccellente, essi vengono aiutati a sviluppare la propria opinione, la prudenza e la capacità di discernimento. à qui importante riconoscere il valore fondamentale dellâesempio dei genitori e i vantaggi nellâintrodurre i giovani ai classici della letteratura infantile, alle belle arti e alla musica nobile. Mentre la letteratura popolare avrà sempre il proprio posto nella cultura, la tentazione di far sensazione non dovrebbe essere passivamente accettata nei luoghi di insegnamento. La bellezza, quasi specchio del divino, ispira e vivifica i cuori e le menti giovanili, mentre la bruttezza e la volgarità hanno un impatto deprimente sugli atteggiamenti ed i comportamenti.
Come lâeducazione in generale, quella ai media richiede formazione nellâesercizio della libertà . Si tratta di una responsabilità impegnativa. Troppo spesso la libertà è presentata come unâinstancabile ricerca del piacere o di nuove esperienze. Questa è una condanna, non una liberazione! La vera libertà non condannerebbe mai un individuo âsoprattutto un bambinoâ allâinsaziabile ricerca della novità . Alla luce della verità , lâautentica libertà viene sperimentata come una risposta definitiva al âsìâ di Dio allâumanità , chiamandoci a scegliere, non indiscriminatamente ma deliberatamente, tutto quello che è buono, vero e bello. I genitori sono i guardiani di questa libertà e, dando gradualmente una maggiore libertà ai loro bambini, li introducono alla profonda gioia della vita (cf. Discorso al V Incontro Mondiale delle Famiglie, Valencia, 8 Luglio 2006).
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3. Questo desiderio profondamente sentito di genitori ed insegnanti di educare i bambini nella via della bellezza, della verità e della bontà può essere sostenuto dallâindustria dei media solo nella misura in cui promuove la dignità fondamentale dellâessere umano, il vero valore del matrimonio e della vita familiare, le conquiste positive ed i traguardi dellâumanità . Da qui, la necessità che i media siano impegnati nellâeffettiva formazione e nel rispetto dellâetica viene visto con particolare interesse ed urgenza non solo dai genitori, ma anche da coloro che hanno un senso di responsabilità civica.
Mentre si afferma che molti operatori dei media vogliono fare quello che è giusto (cf. Pontificio Consiglio delle Comunicazioni Sociali, Etica nelle comunicazioni sociali, 4), occorre riconoscere che quanti lavorano in questo settore si confrontano con âpressioni psicologiche e dilemmi etici specialiâ (Aetatis Novae, 19) che a volte vedono la competitività commerciale costringere i comunicatori ad abbassare gli standard.
Ogni tendenza a produrre programmi âcompresi film dâanimazione e video gamesâ che in nome del divertimento esaltano la violenza, riflettono comportamenti anti-sociali o volgarizzano la sessualità umana, è perversione, ancor di più quando questi programmi sono rivolti a bambini e adolescenti. Come spiegare questo âdivertimentoâ agli innumerevoli giovani innocenti che sono nella realtà vittime della violenza, dello sfruttamento e dellâabuso? A tale proposito, tutti dovrebbero riflettere sul contrasto tra Cristo che âprendendoli fra le braccia (i bambini) e imponendo loro le mani li benedicevaâ (Mc 10,16) e quello che chi scandalizza uno di questi piccoli per lui âè meglio per lui che gli sia messa al collo una pietra da mulinoâ (Lc 17,2).
Faccio nuovamente appello ai responsabili dellâindustria dei media, affinché formino ed incoraggino i produttori a salvaguardare il bene comune, a sostenere la verità , a proteggere la dignità umana individuale e a promuovere il rispetto per le necessità della famiglia.
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4. La Chiesa stessa, alla luce del messaggio della salvezza che le è stato affidato, è anche maestra di umanità e vede con favore lâopportunità di offrire assistenza ai genitori, agli educatori, ai comunicatori ed ai giovani. Le parrocchie ed i programmi delle scuole oggi dovrebbero essere allâavanguardia per quanto riguarda lâeducazione ai media. Soprattutto, la Chiesa vuole condividere una visione in cui la dignità umana sia il centro di ogni valida comunicazione. âIo vedo con gli occhi di Cristo e posso dare allâaltro ben più che le cose esternamente necessarie: posso donargli lo sguardo di amore di cui egli ha bisognoâ (Deus Caritas Est, 18).