[0977] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL CUERPO HUMANO COMO OBJETO-TEMA DE LA OBRA DE ARTE O DE LA REPRODUCCIÓN AUDIOVISUAL
Alocución L’Udienza di oggi, en la Audiencia General, 29 abril 1981
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1. Hemos dedicado ya una serie de reflexiones al significado de las palabras pronunciadas por Cristo en el Sermón de la Montaña, en el que exhorta a la pureza de corazón, llamando la atención incluso sobre la “mirada concupiscente”. No podemos olvidar estas palabras de Cristo aun cuando se trata de la vasta esfera de la cultura artística, sobre todo la de carácter visual y espectacular, así como cuando se trata de la esfera de la cultura “de masas” –tan significativa para nuestros tiempos–, vinculada con el uso de las técnicas de divulgación de la comunicación audiovisual. Hemos dicho últimamente que a la citada esfera de la actividad del hombre se le acusa a veces de “pornovisión”, así como en relación a la literatura se lanza la acusación de “pornografía”. Uno y otro hechos tienen lugar cuando se sobrepasa el límite de vergüenza, o sea, de la sensibilidad personal respecto a lo que se relaciona con el cuerpo humano, con su desnudez, cuando en la obra artística, mediante las técnicas de producción audiovisual, se viola el derecho a la intimidad del cuerpo en su masculinidad o feminidad y –en último análisis– cuando se viola esa íntima y constante destinación al don y al recíproco darse, que está inscrita en aquella feminidad y masculinidad a través de toda la estructura del ser-hombre. Esa profunda inscripción (más aún, incisión) decide sobre el significado esponsalicio del cuerpo, es decir, sobre la fundamental llamada que éste recibe a formar una “comunión de personas” y a participar en ella.
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2. Es obvio que en las obras de arte, así como en los productos de la reproducción artística audiovisual, la citada constante destinación al don, es decir, esa profunda inscripción del significado del cuerpo humano, puede ser violada sólo en el orden intencional de la reproducción y de la representación; se trata, en efecto –como ya se ha dicho precedentemente–, del cuerpo humano como modelo o tema. Sin embargo, si el sentido de la vergüenza y la sensibilidad personal quedan en tales casos ofendidos, ello acaece a causa de su transferencia a la dimensión de la “comunicación social”; por tanto, a causa de que se convierte, por decirlo así, en propiedad pública lo que, en el justo sentir del hombre, pertenece y debe pertenecer estrechamente a la relación interpersonal, lo que está ligado –como se ha puesto de relieve ya antes– a la “comunión misma de las personas” y en su ámbito corresponde a la verdad interior del hombre; por tanto, también a la verdad integral sobre el hombre.
En este punto no es posible estar de acuerdo con los representantes del así llamado naturalismo, los cuales creen tener derecho a “todo lo que es humano” en las obras de arte y en los productos de la reproducción artística, afirmando que actúan de este modo en nombre de la verdad realista sobre el hombre. Precisamente es esta verdad sobre el hombre –la verdad entera sobre el hombre– la que exige tomar en consideración tanto el sentido de la intimidad del cuerpo como la coherencia del don vinculado a la masculinidad y feminidad del cuerpo mismo, en el que se refleja el misterio del hombre, precisamente de la estructura interior de la persona. Esta verdad sobre el hombre debe tomarse en consideración también en el orden artístico si queremos hablar de realismo pleno.
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3. En este caso se constata, pues, que la regularidad propia de la “comunión de las personas” concuerda profundamente con el área vasta y diferenciada de la “comunicación”. El cuerpo humano en su desnudez –como hemos afirmado en los análisis anteriores (en los que nos hemos referido a Gén 2, 23)–, entendido como una manifestación de la persona o como su don, o sea, signo de entrega y de donación a la otra persona, consciente del don, persuadida y decidida a responder a él de modo igualmente personal, se convierte en fuente de una “comunicación” interpersonal particular. Como ya se ha dicho, ésta es una comunicación particular en la humanidad misma. Esta comunicación interpersonal penetra profundamente en el sistema de la comunión (communio personarum) y, al mismo tiempo, crece de él y se desarrolla correctamente en su ámbito. Precisamente a causa del gran valor del cuerpo en este sistema de “comunión” interpersonal, el hacer del cuerpo en su desnudez –que expresa exactamente “el elemento” del don– objeto-tema de la obra de arte o de la reproducción audiovisual es un problema no sólo de naturaleza estética, sino, al mismo tiempo, también de naturaleza ética. En efecto, ese “elemento del don” queda suspendido, por decirlo así, en la dimensión de una recepción incógnita y de una respuesta imprevista, y con ello queda de algún modo intencionalmente “amenazado”, en el sentido de que puede convertirse en objeto anónimo de “apropiación”, objeto de abuso. Precisamente por esto la verdad integral sobre el hombre constituye, en ese caso, la base de la norma según la cual se modela el bien o el mal de determinadas acciones, comportamientos, costumbres o situaciones. La verdad sobre el hombre, sobre lo que en él –precisamente a causa de su cuerpo y de su sexo (feminidad-mas culinidad)– es particularmente personal e interior, crea aquí límites claros que no es lícito sobrepasar.
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4. Estos límites deben ser reconocidos y observados por el artista que hace del cuerpo humano objeto, modelo o tema de la obra de arte o de la reproducción audiovisual. Ni él ni otros responsables en este campo tienen el derecho a exigir, proponer o actuar de manera que otros hombres, invitados, exhortados o admitidos a ver, a contemplar la imagen, violen esos límites junto con ellos o a causa de ellos. Se trata de la imagen, en la que lo que en sí mismo constituye el contenido y el valor profundamente personal, lo que pertenece al orden del don y del recíproco darse de la persona a la persona, queda, como tema, desarraigado de su auténtico substrato, para convertirse, por medio de la “comunicación social” en objeto, e incluso, en cierto sentido, en objeto anónimo.
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5. Todo el problema de la “pornovisión” y de la “pornografía”, como resulta de lo que ya se ha dicho antes, no es efecto de mentalidad puritana ni de estrecho moralismo, así como no es producto de un pensamiento cargado de maniqueísmo. Se trata aquí de una importantísima, fundamental esfera de valores, frente a los cuales el hombre no puede quedar indiferente a causa de la dignidad de la humanidad, del carácter personal y de la elocuencia del cuerpo humano. Todos esos contenidos y valores, a través de las obras de arte y de la actividad de los medios audiovisuales, pueden ser modelados y profundizados, pero también pueden ser deformados y destruidos “en el corazón” del hombre. Como se ve, nos encontramos continuamente en la órbita de las palabras pronunciadas por Cristo en el Sermón de la Montaña. También los problemas que estamos tratando aquí se deben examinar a la luz de esas palabras, que consideran el “mirar” nacido de la concupiscencia como un “adulterio cometido en el corazón”.
Y por eso parece que la reflexión sobre estos problemas, importantes para “crear un clima favorable a la educación de la castidad”, constituye un anexo indispensable a todos los análisis anteriores que, en el curso de los numerosos encuentros de los miércoles, hemos dedicado a este tema.
[Enseñanzas 9, 115-117]
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1. Abbiamo già dedicato una serie di rifflessioni al significato delle parole pronunziate da Cristo nel Discorso della Montagna, in cui Egli esorta alla purezza di cuore, richiamando l’attenzione perfino sullo “sguardo concupiscente”. Non possiamo dimenticare queste parole di Cristo anche quando si tratta della vasta sfera della cultura artistica, soprattutto quella di carattere visivo e spettacolare, come pure quando si tratta della sfera della cultura “di massa” –così significativa per i nostri tempi–, collegata con l’uso delle tecniche divulgative della comunicazione audiovisiva. Abbiamo detto ultimamente che la sunnominata sfera dell’attività dell’uomo viene talvolta messa sotto accusa di “pornovisione”, così come nei confronti della letteratura viene avanzata l’accusa di “pornografia”. L’uno e l’altro fatto ha luogo quando si oltrepassa il limite della vergogna, ossia della sensibilità personale rispetto a ciò che si collega con il corpo umano, con la sua nudità, quando nell’opera artistica mediante le tecniche di produzione audiovisiva viene violato il diritto all’intimità del corpo nella sua mascolinità o femminilità, e –in ultima analisi– quando viene violata quella intima e costante destinazione al dono e del reciproco donarsi, che è iscritta in quella femminilità e mascolinità attraverso l’intera struttura dell’essere-uomo. Quella profonda iscrizione, anzi, incisione, decide del significato sponsale del corpo, cioè della fondamentale chiamata che esso riceve a formare una “comunione di persone” e a parteciparvi.
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2. È ovvio che nelle opere d’arte, oppure nei prodotti della riproduzione artistica audiovisiva, la suddetta costante destinazione al dono, cioè quella profonda iscrizione del significato del corpo umano, possa essere violata soltanto nell’ordine intenzionale della riproduzione e della rappresentazione; si tratta infatti –come già in precedenza è stato detto– del corpo umano quale modello o tema. Tuttavia, se il senso della vergogna e la sensibilità personale vengono in tali casi offesi, ciò avviene a causa del loro trasferimento nella dimensione della “comunicazione sociale”, quindi a causa del fatto che si rende, per così dire, pubblica proprietà ciò che, nel giusto sentire dell’uomo, appartiene e deve appartenere strettamente al rapporto interpersonale, ciò che è legato –come già prima è stato rilevato– alla “comunione stessa delle persone”, e nel suo ambito corrisponde alla verità interiore dell’uomo, dunque anche alla verità integrale sull’uomo.
In questo punto non è possibile consentire con i rappresentanti del cosiddetto naturalismo, i quali richiamano il diritto a “tutto ciò che è umano”, nelle opere d’arte e nei prodotti della riproduzione artistica, affermando di agire in tal modo nel nome della verità realistica circa l’uomo. È appunto questa verità sull’uomo –la verità intera sull’uomo– che esige di prendere in considerazione sia il senso dell’intimità del corpo sia la coerenza del dono connesso alla mascolinità e femminilità del corpo stesso, nel quale si rispecchia il mistero dell’uomo, proprio della struttura interiore della persona. Tale verità sull’uomo deve essere presa in considerazione anche nell’ordine artistico, se vogliamo parlare di un pieno realismo.
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3. In questo caso si costata quindi che la regolarità propria della “comunione delle persone” concorda profondamente con l’area vasta e differenziata della “comunicazione”. Il corpo umano nella sua nudità –come abbiamo affermato nelle precedenti analisi (in cui ci siamo riferiti a Genesi 2, 25)– inteso come una manifestazione della persona e come suo dono, ossia segno di affidamento e di donazione all’altra persona, consapevole del dono, scelta e decisa a rispondervi in modo altrettanto personale, diventa sorgente di una particolare “comunicazione” interpersonale. Come è stato già detto, questa è una particolare comunicazione nella umanità stessa. Quella comunicazione interpersonale penetra profondamente nel sistema della comunione (communio personarum), nello stesso tempo cresce da esso e si sviluppa correttamente nel suo ambito. Appunto a motivo del grande valore del corpo in tale sistema di “comunione” interpersonale, il fare del corpo nella sua nudità –che esprime appunto “l’elemento” del dono– l’oggetto-tema dell’opera d’arte o della riproduzione audiovisiva, è un problema non soltanto di natura estetica, ma, nello stesso tempo, anche di natura etica. Infatti, quell’“elemento del dono” viene, per così dire, sospeso nella dimensione di una recezione incognita e di una risposta imprevista, e con ciò viene in qualche modo intenzionalmente “minacciato”, nel senso che può diventare oggetto anonimo di “appropriazione”, oggetto di abuso. Proprio per ciò la verità integrale sull’uomo costituisce, in questo caso, la base della norma secondo la quale si modella il bene o il male delle determinate azioni, dei comportamenti, dei costumi e delle situazioni. La verità sull’uomo, su ciò che in lui –appunto a motivo del suo corpo e del suo sesso (femminilità-mascolinità)– è particolarmente personale ed interiore, crea qui precisi limiti che non è lecito oltrepassare.
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4. Questi limiti debbono essere riconosciuti e osservati dall’artista che fa del corpo umano oggetto, modello o tema dell’opera d’arte o della riproduzione audiovisiva. Né lui né altri responsabili in questo campo hanno il diritto di esigere, proporre o fare sì che altri uomini, invitati, esortati o ammessi a vedere, a contemplare l’immagine, violino quei limiti insieme con loro, oppure a causa loro. Si tratta dell’immagine, nella quale ciò che in se stesso costituisce il contenuto e il valore profondamente personale, ciò che appartiene all’ordine del dono e del vicendevole donarsi della persona alla persona, viene, come tema, sradicato dal proprio autentico substrato, per divenire, per mezzo della “comunicazione sociale”, oggetto e per di più, in certo senso, oggetto anonimo.
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5. Tutto il problema della “pornovisione” e della “pornografia” come risulta da ciò che è detto sopra, non è effetto di mentalità puritana né di un angusto moralismo, come pure non è prodotto di un pensiero carico di manicheismo. Si tratta in esso di una importantissima, fondamentale sfera di valori di fronte ai quali l’uomo non può rimanere indifferente a motivo della dignità dell’umanità, del carattere personale e dell’eloquenza del corpo umano. Tutti quei contenuti e valori, attraverso le opere d’arte e l’attività di mezzi audiovisivi, possono essere modellati ed approfonditi, ma altresì essere deformati e distrutti “nel cuore” dell’uomo. Come si vede, ci troviamo di continuo nell’orbita delle parole pronunziate da Cristo nel Discorso della Montagna. Anche i problemi, che stiamo qui trattando, debbono essere esaminati alla luce di quelle parole, che considerano il “guardare” nato dalla concupiscenza come un “adulterio commesso nel cuore”.
E perciò sembra che la riflessione su questi problemi, importanti per “creare un clima favorevole all’educazione della castità”, costituisca un annesso indispensabile a tutte le precedenti analisi, quali, nel corso dei numerosi incontri del mercoledì, abbiamo dedicato a questo tema.
[Insegnamenti GP II, 4/1, 1064-1068]