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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[1566] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FE DE LAS FAMILIAS CRISTIANAS, NECESARIA PARA LA VIDA DE LA IGLESIA

Del Discurso Quattro anni, a un grupo de peregrinos de Eslovaquia reunidos en Roma para felicitar al Cardenal Jozef Tomko con motivo de su 70º cumpleaños, 12 marzo 1994

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2. La Iglesia que está en Eslovaquia acaba de levantarse de su postración, y ahora comienza a caminar con nuevo vigor. Éste es, por tanto, un tiempo de resurrección, de renacimiento, de renovación espiritual, como nos sugiere también la Cuaresma que estamos viviendo: es preciso “renacer de lo alto” (Jn 3, 3. 7), de lo alto del amor de Dios y de la fidelidad a su gracia y a su verdad.

Es necesario renacer volviendo a las raíces espirituales que el reino de Dios ha hundido en la tierra y en la historia de los hombres. Para vosotros, esas raíces son las que plantaron los santos Cirilo y Metodio. Esta visita es una peregrinación a la tumba de Pedro, aquí en Roma, donde reposa también el cuerpo de san Cirilo; es una devolución de visita por la peregrinación que el Obispo de Roma realizó a los lugares vinculados a la vida de san Metodio. Aquel día memorable dije algo que quiero repetir hoy: “permaneced en la libertad para la que Cristo os ha librado” (cf. Ga 5, 1).

Jesucristo sea siempre la luz, la vida y la victoria del pueblo eslovaco. Que Cirilo y Metodio sigan siendo vuestros maestros, en todo tiempo, en toda situación eclesial; miradlos siempre a ellos para reconocer el primado de la fe, de la oración y de la palabra de Dios; miradlos a ellos para descubrir cómo puede el Evangelio encontrar la vida, iluminarla, purificarla y elevarla.

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3. De estas mismas raíces brota también la verdadera renovación moral de vuestro pueblo, a partir de la conciencia de cada bautizado para fructificar en la vida personal y familiar, y para alcanzar luego a toda la sociedad, promoviendo el bien común en la concordia y en la solidaridad.

Sigo con gran atención este camino de renovación, que se desarrolla en el marco del programa pastoral decenal. Os exhorto a perseverar con empeño renovado “a fin de que la calidad probada de vuestra fe..., se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor” para vosotros (1 P 1, 7), como escribía el apóstol Pedro “a los que viven como extranjeros en la dispersión” (1 P 1, 1) en Asia menor.

Expreso mi aprecio por el crecimiento de vuestras comunidades en la dimensión religiosa, gracias a oportunas iniciativas pastorales, que os animo a proseguir con empeño. En particular, pienso en el campo de la pastoral familiar, pues cultivándolo también se ponen las bases para la formación de las nuevas generaciones. Al respecto, pido a Dios que los seminarios y noviciados estén siempre animados por un intenso fervor espiritual y apostólico, según la hermosa tradición de vuestra tierra.

Los movimientos laicales dan una contribución indispensable a ese crecimiento, promoviendo la espiritualidad y la actividad en los diversos ámbitos de vida, entre los que se distinguen los de la familia, los enfermos y los minusválidos.

Un fruto precioso y significativo de la colaboración con la divina Providencia es ciertamente la cooperación misionera, que vuestras comunidades no dejan de desarrollar, demostrando una vez más que, cuando una Iglesia ha sufrido por la fe, se hace capaz de transmitir energía al Cuerpo místico de Cristo.

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4. Precisamente a los fieles laicos deseo dirigir unas palabras especiales de aliento, también en armonía con lo que estoy exponiendo estas semanas durante la catequesis ordinaria de los miércoles.

Amados hermanos y hermanas, os exhorto a asumir con generosidad las responsabilidades que os competen en los diversos ámbitos de la vida pública: la cultura, la economía, la política y los medios de comunicación social. No se trata, naturalmente, de ocupar espacios para intereses egoístas, y mucho menos de utilizar medios ilícitos para fines buenos; todo eso constituye una tentación que hay que evitar. Por el contrario, se trata de obedecer a la lógica –muy diversa– evangélica de la levadura, que desde dentro hace fermentar toda la masa. Es la lógica del reino de Dios, que invita a los laicos, tanto de forma individual como en grupos, a la disponibilidad y también a la valentía.

La situación actual, después del entusiasmo de la liberación, se presenta con algunas dificultades, tales como el paro y la devaluación, que exigen empeño y rigor por parte de todos. Es importante no desalentarse, no reaccionar de modo individualista, tratando cada uno de defender sus propios intereses, sino ayudarse mutuamente, haciendo de esas dificultades una ocasión para crecer juntos, todos unidos.

Vosotros, miembros de la Iglesia, estáis llamados en ese contexto a difundir en el cuerpo social un espíritu de respeto recíproco entre sus diversos componentes, para que puedan convivir de modo constructivo. El Señor os manda como mensajeros suyos: ahora que la libertad religiosa ha sido confirmada, ha llegado la época de una nueva evangelización, que comienza con el valiente testimonio de los creyentes en la vida de cada día. Gracias a Dios, han pasado los tiempos de la persecución, pero no ha pasado, ni pasará jamás, el tiempo de “dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 P 3, 15).

[O.R. (e.c.), 25.III.1994, 14-15]