[0516] • PÍO XII, 1939-1958 • FECUNDACIÓN ARTIFICIAL
Del Discurso Vous Nous avez exprimé, al II Congreso Mundial de la Fertilidad y Esterilidad, celebrado en Nápoles (Italia), 19 mayo 1956
1956 05 19 0001
[1.–] [...] Os aprestáis a estudiar un tema difícil y delicado, porque concierne a una de las principales funciones del cuerpo humano y porque los resultados de vuestros trabajos pueden entrañar consecuencias de gran significación para la vida de muchos hombres y para la evolución de las sociedades.
1956 05 19 0002
[2.–] La esterilidad conyugal involuntaria, que vosotros os proponéis remediar, obstaculiza la obtención del fin principal del matrimonio y provoca en las parejas un malestar profundo, velado frecuentemente por un pudor instintivo, pero malestar peligroso para la estabilidad del mismo matrimonio.
1956 05 19 0004
[4.–] Vuestro Congreso precedente señaló en su moción final que la esterilidad conyugal involuntaria plantea un problema económico y social de gran importancia, que ella contribuye al descenso del índice de fertilidad de las poblaciones y puede influir por ello en la vida y en el destino de los pueblos. A menudo se pretende reducir el problema a este punto de vista, más visible, más fácilmente controlable. Se argumenta entonces que es necesario promover la natalidad para asegurar la vitalidad de una nación y su expansión en todos los dominios. Es verdad que una natalidad alta manifiesta las energías creadoras de un pueblo o de una familia; pone de manifiesto el coraje de los hombres frente a la vida, sus riesgos y sus dificultades; señala su voluntad de construir y de progresar. Se tiene razón al revelar que la imposibilidad física de ejercer la paternidad y la maternidad viene a ser fácilmente un motivo de descorazonamiento, de repliegues sobre sí. La vida, que desea ardientemente prolongarse, rebasarse, se considera, por así decirlo, sin alas, y muchos hogares, por desgracia, sucumben a esta prueba.
1956 05 19 0005
[5.–] Gustosamente queríamos recordar aquí una consideración que vosotros mismos habéis puesto de relieve. Es plenamente cierto que si vuestro celo en proseguir las investigaciones sobre la esterilidad matrimonial y los medios de vencerla presenta un aspecto científico digno de atención, entraña también altos valores espirituales y éticos que deben tenerse en cuenta. Los señalamos más adelante. Es profundamente humano que los esposos vean y encuentren en su hijo la expresión verdadera y plenaria de su amor recíproco y de su don mutuo. No es difícil comprender por qué el deseo insatisfecho de la paternidad o de la maternidad se sienta como un sacrificio penoso y doloroso por los padres, a quienes animan sentimientos nobles y santos. Más aún: la esterilidad involuntaria del matrimonio puede convertirse en un serio peligro para la unión y la estabilidad misma de la familia.
1956 05 19 0006
[6.–] Pero este aspecto social oculta, ciertamente, una realidad más íntima y más grave. El matrimonio, en efecto, une a dos personas en una comunidad de destino en su marcha hacia la realización de un ideal, que implica no la plenitud de una felicidad terrestre, sino la conquista de valores espirituales de un orden trascendental, que la revelación cristiana, en particular, propone en toda su grandeza. Los esposos persiguen en común este ideal consagrándose a la obtención de la finalidad primaria del matrimonio: la generación y la educación de los hijos.
1956 05 19 0007
[7.–] Varias veces ya hemos creído necesario recordar cómo las intenciones particulares de los cónyuges, su vida común, su perfección personal, no pueden concebirse sino subordinadas al fin que a todas estas cosas rebasa: la paternidad y la maternidad. solamente la obra común de la vida exterior, decíamos en una alocución dirigida a las comadronas el 28 de octubre de 1951, sino todo el enriquecimiento personal, todo enriquecimiento intelectual y espiritual, hasta aquello que hay de más espiritual y profundo en el amor conyugal como tal, ha sido puesto por la voluntad de la Naturaleza y del Creador al servicio de la descendencia” (1). Tal es la enseñanza constante de la Iglesia; ésta ha rechazado toda concepción del matrimonio, que amenaza con replegarse sobre sí mismo, con hacer de él una búsqueda egoísta de satisfacciones afectivas y psíquicas en interés exclusivo de los esposos.
1. Acta Apost. Sedis, vol. XLIII (1951), pág. 849-850 [1951 10 29/50].
1956 05 19 0008
[8.–] Pero la Iglesia ha descartado también la actitud opuesta que pretende separar, en la generación, la actividad biológica de la relación personal de los cónyuges. El niño es el fruto de la unión conyugal, cuando ella se manifiesta en plenitud, por el ejercicio de las funciones orgánicas, de las emociones sensibles que a ella van unidas, del amor espiritual y desinteresado que la anima; es, en la unidad de este acto humano, donde han de situarse las condiciones biológicas de la generación. Jamás está permitido separar estos dos aspectos, hasta el punto de excluir positivamente ya sea la intención procreadora ya la relación conyugal.
La relación que une al padre y a la madre con su hijo se enraíza en el hecho orgánico, y más todavía en el acto deliberado de los esposos, por el que se entregan el uno al otro. Voluntad de entrega que se desarrolla y encuentra su acabamiento verdadero en el ser que ellos ponen en el mundo. De otra parte sólo esta consagración de sí, generosa en su principio y ardua en su realización, por la aceptación consciente de las responsabilidades que ella comporta, puede garantizar que la obra de la educación de los hijos será promovida con todo el cuidado, energía y paciencia que ella exige. Se puede, pues, afirmar que la fecundidad humana, al lado del aspecto físico, reviste aspectos morales esenciales que es necesario considerar también cuando se trata el problema desde un punto de vista médico.
1956 05 19 0009
[9.–] Es evidente que el sabio y el médico, cuando abordan un problema de su especialidad, tienen el derecho de concentrar su atención sobre los elementos propiamente científicos y de resolverle sólo en función de estos datos. Pero cuando se entra en el camino de las aplicaciones prácticas en el hombre, es imposible no tener en cuenta las repercusiones que los métodos propuestos tendrán sobre la persona y su destino. La grandeza del acto humano consiste precisamente en rebasar el momento mismo en el cual se realiza para comprometer toda la orientación de la vida, y hacerle tomar posición frente al absoluto. Esto, que ya es verdad respecto de la actividad cotidiana, lo es con mucha más razón respecto de un acto que compromete, con el amor recíproco de los esposos, su futuro y el de su descendencia.
1956 05 19 0010
[10.–] Nos creemos que es capital para vosotros, señores, el no descuidar esta perspectiva cuando consideráis los métodos de fecundación artificial. El medio por el cual se tiende a producir una vida toma una significación humana esencial, inseparable del fin que se persigue y susceptible, si no es conforme a la realidad de las cosas y a las leyes inscritas en la naturaleza de los seres, de causar un daño grave a este mismo fin.
1956 05 19 0011
[11.–] También sobre este punto se Nos ha pedido que demos algunas directrices. Respecto a las tentativas de la fecundación artificial humana “in vitro”. Nos basta observar que es necesario rechazarlas como inmorales y absolutamente ilícitas. Sobre las diversas cuestiones de moral que se plantea a propósito de la fecundación artificial, en el sentido ordinario de la palabra, o de la “inseminación artificial”, ya expresamos nuestro pensamiento en un discurso dirigido a los médicos el 29 de septiembre de 19492; así que Nos remitimos para los detalles a lo que dijimos entonces y Nos limitaremos aquí a repetir el juicio que dimos como conclusión: “En lo que toca a la fecundación artificial, no solamente hay motivos para ser extremadamente reservados, sino que es necesario descartarla de un modo absoluto. Sin que signifique que se proscribe necesariamente el empleo de ciertos medios artificiales, destinados únicamente ya sea a facilitar el acto natural ya sea a hacer llegar a su fin el acto natural normalmente realizado”.
Pero siendo un hecho que el uso de la fecundación artificial se extiende más y más, y a fin de corregir algunas opiniones erróneas que van difundiéndose sobre el tema que Nos hemos tratado, añadimos aquí lo que sigue:
2. Acta Apost. Sedis, vol. XLI (1949), págs. 557 ss. [1949 09 29/7 ss].
1956 05 19 0012
[12.–] “La fecundación artificial sobrepasa los límites del derecho que los esposos tienen adquiridos por el contrato matrimonial, a saber: el derecho de ejercer plenamente su capacidad sexual natural en la realización general del acto matrimonial. El contrato en cuestión no les confiere el derecho a la fecundación artificial, porque un tal derecho no está de ninguna manera expresado en el derecho al acto conyugal natural y no puede ser de él deducido. Aún menos se le puede derivar del derecho “al niño”, “fin” primario del matrimonio. El contrato matrimonial no da este derecho, porque él no tiene por objeto el “niño”, sino los “actos naturales” que son capaces de engendrar una nueva vida y destinados a ella. Así, pues, se debe decir de la fecundación artificial que viola la ley natural y que es contraria al derecho y a la moral.
1956 05 19 0013
[13.–] Se plantea ahora una cuestión que es más conveniente tratar en lengua latina.
De igual forma que nuestra naturaleza racional está en contra de la inseminación artificial, igualmente la razón ética, de la que se deben deducir las normas de conducta, va en contra de que el semen humano se obtenga por masturbación, a fin de ser examinado por los peritos.
1956 05 19 0014
[14.–] Así lo expusimos en Nuestra Alocución ante los participantes al Congreso de doctores en Urología, el 8 de octubre de 1953. De entonces, son estas palabras: “Por lo demás, el Santo Oficio, el día 2 de agosto de 19293, decidió ya que la masturbación directamente procurada a fin de conseguir esperma, no es lícita, cualquiera que sea la finalidad del examen” (4). Pero como hemos tenido noticia de que en muchos lugares sigue dándose esa mala costumbre, nos ha parecido oportuno volver a tratar e insistir de nuevo en lo que entonces ya dijimos.
3. Acta Apost. Sedis, vol. XXI (1929), p. 490 [1929 08 02/1].
4. Acta Apost. Sedis, vol. XLV (1953), p. 678 [1953 10 08/23].
1956 05 19 0015
[15.–] Si estos actos se practican para satisfacer la concupiscencia, por su misma índole los rechaza ya el mismo sentido natural del hombre, y mucho más el juicio de la conciencia, siempre que el juicio se lleve a cabo con rectitud y madurez. También hay que rechazar esos actos, aunque se realicen por grandes motivos que parezcan eximirlos de culpa, como son: los remedios que se deben emplear con los que padecen una intensa excitación nerviosa o un estado de espasmos anormales; la inspección microscópica del esperma por parte del médico a fin de investigar las bacterias causantes de una enfermedad venérea o de otro tipo; el examen de las diversas partes de que consta ordinariamente el esperma con objeto de dictaminar los elementos vitales del esperma, su número, cantidad, forma, potencia, naturaleza, etc.
1956 05 19 0016
[16.–] Ese modo de procurar el semen humano, el de la masturbación, no se puede realizar a no ser con vistas a cumplir más plenamente la facultad natural del hombre de engendrar. Y su pleno ejercicio, fuera de la cópula conyugal, es siempre un uso directa e indebidamente usurpado de esa facultad. En ese uso indebido de la facultad está propiamente la violación intrínseca de la regla de moralidad. Porque jamás para el hombre deriva derecho alguno en relación con el ejercicio de la facultad sexual, del hecho mismo de que la haya recibido de la naturaleza. Al hombre, en efecto (a diferencia de lo que ocurre con los otros animales privados de razón), le ha sido concedido el derecho y el deber de usar de esa facultad únicamente dentro del matrimonio válidamente contraído, y en el derecho matrimonial se determina cuanto se entrega y recibe en el matrimonio. De lo que se concluye que el hombre, dado que tan sólo por esa causa ha recibido de la naturaleza la facultad sexual no tiene más que facultad y derecho de contraer matrimonio. Un derecho que, por lo que se refiere al objeto y ámbito propios, se determina, por tanto, por la ley natural, no por la voluntad humana; por esta ley natural, al hombre no le compete el derecho y la facultad del uso completo de la facultad sexual, directamente procurado, a no ser cuando usa de la cópula conyugal realizada según las normas determinadas y exigidas por la naturaleza. Fuera de este acto natural, ni siquiera dentro del matrimonio se le da el derecho de usar plenamente de la facultad sexual. Éstos son los límites que la naturaleza pone al derecho y ejercicio de que hablamos. Por el hecho de que el uso completo de la facultad sexual esté delimitado de manera absoluta a la unión conyugal, se sigue que esta facultad está intrínsecamente ordenada a la consecución plena del fin natural del matrimonio (que no sólo es la generación sino también la educación de los hijos), y su uso está unido a ese mismo fin. Por esa razón, la masturbación está absolutamente fuera de la ordenación referida que corresponde al uso completo de la facultad sexual, y consiguientemente está también fuera de su conexión con el fin ordenado por la naturaleza. La consecuencia es que (la masturbación) carece de todo título jurídico y es contraria a las leyes de la naturaleza y de la ética, aunque se la quiera ordenar a una finalidad de suyo justa en sí no rechazable.
1956 05 19 0017
[17.–] Lo que hasta aquí se lleva dicho sobre la malicia intrínseca de cualquier uso completo –fuera de la unión conyugal– de la facultad generativa, vale también para los que están casados o que han dejado de estarlo, se realice ese uso completo del aparato genital por el hombre o por la mujer, o por los dos al mismo tiempo y de común acuerdo; tanto si se lleva a cabo por tocamiento como si es por interrupción de la cópula conyugal. Siempre es un acto contra la naturaleza e intrínsecamente malo.
1956 05 19 0018
[18.–] Si la fecundación responde a ciertas exigencias del organismo y satisface poderosos instintos, ella compromete seguidamente, como Nos hemos dicho, el plan psicológico y moral. La obra de la educación sobrepasa aún, por su contenido y sus consecuencias, a la obra de la generación.
Los profundos intercambios que se operan entre los padres y los hijos, con toda seriedad, la delicadeza, el olvido de sí que ello requiere, obligan inmediatamente a los padres a sobrepasar el estadio de la posición afectiva para pensar en el destino personal de aquéllos que les han sido confiados.
Muy frecuentemente, cuando los hijos llegan a la mayoría de edad, dejan su familia, se van alejando para responder a las necesidades de la vida o a la llamada de una vocación más alta.
El pensamiento de este desprendimiento normal, por costoso que sea para ellos, debe ayudar a los padres a elevarse hacia una concepción más noble de su misión, hacia una visión más pura del significado de sus esfuerzos.
So pena de fracaso, al menos parcial, la familia está llamada a integrarse en la sociedad, a ampliar el círculo de afectos y de intereses, a orientar a sus miembros hacia horizontes más dilatados para atender no solamente a ellos mismos, sino también a las tareas de un servicio social.
1956 05 19 0019
[19.–] La Iglesia católica, depositaria de los designios divinos, enseña la fecundidad superior de las vidas enteramente consagradas a Dios y al prójimo. Para éstas, la completa renuncia a la familia les permite una acción espiritual totalmente desinteresada, dimanante no de miedo alguno a la vida y sus problemas, sino de la percepción de los verdaderos destinos del hombre, creado a imagen de Dios, yendo en busca de un amor universal que ninguna preocupación carnal puede limitar. Tal es la más sublime y la más envidiable fecundidad que el hombre puede desear: la que trasciende el plano biológico para entrar de lleno en el del espíritu.
1956 05 19 0020
[20.–] No queríamos, señores, concluir esta Alocución sin hacer referencia a estas perspectivas. Puede que a algunos estas orientaciones parezcan demasiado alejadas de los objetivos que os ocupan ahora. Pero no es así. Pues sólo ellas permiten situar vuestros trabajos en el lugar y valor que acabamos de considerar. Lo que vosotros anheláis no es solamente aumentar el número de hombres, sino elevar el nivel moral de la humanidad, sus fuerzas bienhechoras, su voluntad de crecer física y espiritualmente. Queréis dar un nuevo brillo al afecto de tantos esposos a quienes entristece un hogar desierto; lejos de cortar su alegría plena, ambicionáis poner a su servicio todo vuestro saber para que se despierten en ellos esos admirables recursos que Dios ha puesto en el corazón de los padres para ayudarles a levantarse hasta Él; y no sólo ellos, sino toda la familia.
[EM, 732-747]
1956 05 19 0001
[1.–] [...] Vous vous apprêtez à étudier un sujet dífficile et délicat, parce qu’il concerne l’une des fonctions principales du corps humain et parce que les résultats de vos travaux peuvent entraîner des conséquences lourdes de signification pour la vie de beaucoup d’hommes et l’évolution des sociétés.
1956 05 19 0002
[2.–] La stérilité conjugale involontaire, à laquelle vous vous proposez de porter remède, fait obstacle à l’obtention de la fin principale du mariage et provoque chez le couple un malaise profond, voilé souvent par une pudeur instinctive, mais dangereux pour la stabilité du mariage lui-même.
1956 05 19 0004
[4.–] Votre Congrès précédent[*] signalait dans sa motion finale que la stérilité conjugale involontaire soulève un problème économique et social de grande importance, qu’elle contribue à l’abaissement de l’indice de fertilité des populations et peut influencer par là la vie et la destinée des peuples. Il arrive parfois que l’on s’attarde à ce point de vue, plus apparent, plus facilement contrôlable. On dira alors qu’il faut promouvoir la natalité pour assurer la vitalité d’une nation, et son expansion dans tous les domaines. Il est vrai qu’une natalité élevée manifeste les énergies créatrices d’un peuple ou d’une famille; elle illustre le courage des hommes devant la vie, ses risques, ses difficultés; elle souligne leur volonté de construire et de progresser. On a raison de relever que l’impossibilité physique d’exercer la paternité et la maternité devient aisément un motif de découragement, de repliement sur soi. La vie, qui souhaitait ardemment se prolonger, se dépasser, retombe, pour ainsi dire, sur elle-même et bien des foyers, hélas, succombent à cette épreuve.
1956 05 19 0005
[5.–] C’est avec plaisir que Nous voudrions mentionner ici une considération, que vous avez vous-mêmes mise en relief. Il est pleinement vrai que votre zèle à poursuivre des recherches sur la stérilité matrimoniale et les moyens de la vaincre, s’il présente un aspect scientifique digne d’attention, engage aussi de hautes valeurs spirituelles et éthiques, dont on devrait tenir compte. Nous les avons indiquées ci-dessus. Il est profondément humain que les époux voient et trouvent dans leur enfant l’expression véritable et plénière de leur amour réciproque et de leur don mutuel. Il n’est pas difficile de comprendre pourquoi le désir insatisfait de la paternité ou de la maternité est ressenti comme un sacrifice pénible et douloureux par les parents, qu’animent des sentiments nobles et sains. Bien plus, la stérilité involontaire du mariage peut devenir un danger sérieux pour l’union et la stabilité même de la famille.
[*]. [Tenu à New York en 1953].
1956 05 19 0006
[6.–] Mais cet aspect social ne fait en réalité que recouvrir une réalité plus intime et plus grave. Le mariage en effet unit deux personnes dans une communauté de destin, dans leur marche vers la réalisation d’un idéal qui implique, non la plénitude d’un bonheur terrestre, mais la conquête de valeurs spirituelles d’un ordre transcendant, que la Révélation chrétienne en particulier propose dans toute leur grandeur. Cet idéal, les époux le poursuivent ensemble, en se consacrant à l’obtention de la fin première du mariage, la génération et l’éducation des enfants.
1956 05 19 0007
[7.–] Plusieurs fois déjà Nous avons cru nécessaire de rappeler comment les intentions particulières des conjoints, leur vie commune, leur perfectionnement personnel, ne pouvaient se concevoir que subordonnés au but qui les dépasse, la paternité et la maternité. “Non seulement l’oeuvre commune de la vie extérieure, disions-Nous dans une allocution adressée aux sages-femmes le 29 octobre 1951, mais encore tout l’enrichissement personnel, même l’enrichissement intellectuel et spirituel, jusqu’à ce qui’il y a de plus spirituel et profond dans l’amour conjugal comme tel, a été mis par la volonté de la nature et du Créateur au service de la descendance” (1). Tel est l’enseignement constant de l’Église; elle a rejeté toute conception du mariage qui menacerait de le replier sur lui-même, d’en faire une recherche égoïste de satisfactions affectives et physiques dans l’intérêt des seuls époux.
1. Acta Apost. Sedis, vol. XLIII (1951), pág. 849-850 [1951 10 29/50].
1956 05 19 0008
[8.–] Mais l’Église a écarté aussi l’attitude opposée qui prétendrait séparer, dans la génération, l’activité biologique de la relation per sonnelle des conjoints. L’enfant est le fruit de l’union conjugale, lorsqu’elle s’exprime en plenitude, par la mise en oeuvre des fonctions organiques, des émotions sensibles qui y sont liées, de l’amour spirituel et désintéressé qui l’anime; c’est dans l’unité de cet acte humain que doivent être posées les conditions biologiques de la génération. Jamais il n’est permis de séparer ces divers aspects au point d’exclure positivement soit l’intention procréatrice, soit le rapport conjugal. La relation, qui unit le père et la mère à leur enfant, prend racine dans le fait organique et plus encore dans la démarche délibérée des époux, qui se livrent l’un à l’autre et dont la volonté de se donner s’épanouit et trouve son aboutissement véritable dans l’être qu’ils mettent au monde. Seule d’ailleurs cette consécration de soi, généreuse dans son principe et ardue dans sa réalisation, par l’acceptation consciente des responsabilités qu’elle comporte, peut garantir que l’oeuvre d’éducation des enfants sera poursuivie avec tout le soin, le courage et la patience qu’elle exige. On peut donc affirmer que la fécondité humaine, au delà du plan physique, revêt des aspects moraux essentiels, qui’il faut nécessairement considérer, même lorsqu’on traite le sujet du point de vue médical.
1956 05 19 0009
[9.–] Il est bien évident que le savant et le médicin, lorqu’ils abordent un problème de leur spécialité, ont le droit de concentrer leur attention sur ses éléments proprement scientifiques et de le résoudre en fonction de ces seules données. Mais lorsqu’on entre dans la voie des applications pratiques à l’homme, il est impossible de ne pas tenir compte des répercussions que les méthodes proposées auront sur la personne et son destin. La grandeur de l’acte humain consiste précisément à dépasser le moment même où il se pose pour engager toute l’orientation d’une vie, pour l’amener à prendre position vis-à-vis de l’absolu. C’est vrai déjà de l’activité quotidienne: à combien plus forte raison d’un acte qui engage, avec l’amour réciproque des époux, leur avenir et celui de leur descendance.
1956 05 19 0010
[10.–] Aussi croyons-Nous qu’il est capital pour vous, Messieurs, de ne pas négliger cette perspective, quand vous considérez les méthodes de fécondation artificielle. Le moyen, par lequel on tend à la production d’une nouvelle vie, prend une signification humaine essenti elle, inséparable de la fin que l’on poursuit et susceptible, s’il n’est pas conforme à la réalité des choses et aux lois inscrites dans la nature des êtres, de causer un dommage grave à cette fin même.
1956 05 19 0011
[11.–] Sur ce point également, on Nous a demandé de donner quelques directives. Au sujet des tentatives de fécondation artificielle humaine “in vitro”, qu’il Nous suffise d’observer qu’il faut les rejeter comme immorales et absolument illicites. Sur les diverses questions de morale qui se posent à propos de la fécondation artificielle, au sens ordinaire du mot, ou “insémination artificielle”, Nous avons déjà exprimé Notre pensée dans un discours adressé aux médicins le 29 septembre 19492; aussi Nous renvoyons pour le détail à ce que Nous disions alors et Nous Nous limitons ici à répéter le jugement donné pour conclure: “En ce qui touche la fécondation artificielle, non seulement il y a lieu d’être extrêmement réservé, mais il faut absolument l’écarter. En parlant ainsi, on ne proscrit pas nécessairement l’emploi de certains moyens artificiels destinés uniquement soit à faciliter l’acte naturel, soit à faire atteindre sa fin à l’acte naturel normalement accompli”. Mais étant donné que l’usage de la fécondation artificielle s’étend de plus en plus, et afin de corriger quelques opinions erronées qui se répandent au sujet de ce que Nous avons enseigné, Nous y ajoutons ce qui suit:
2. Acta Apost. Sedis, vol. XLI (1949), págs. 557 ss. [1949 09 29/7 ss].
1956 05 19 0012
[12.–] La fécondation artificielle dépasse les limites du droit que les époux ont acquis par le contrat matrimonial, à savoir, celui d’exercer pleinement leur capacité sexuelle naturelle dans l’accomplissement naturel de l’acte matrimonial. Le contrat en question ne leur confère pas de droit à la fécondation artificielle, car un tel droit n’est d’aucune façon exprimé dans le droit à l’acte conjugal naturel et ne saurait en être déduit. Encore moins peut-on le faire dériver du droit à l’“enfant”, “fin” première du mariage. Le contrat matrimonial ne donne pas ce droit, parce qu’il a pour objet non pas l’“enfant”, mais les “actes naturels” qui sont capables d’engendrer une nouvelle vie et destinés à cela. Aussi doit on dire de la fécondation artificielle qu’elle viole la loi naturelle et qu’elle est contraire au droit et à la morale.
1956 05 19 0013
[13.–] Alia nunc occurrit quaestio, ad quam pertractandam magis addecet latinam linguam adhibere.
Quemadmodum rationalis animus noster artificiali inseminationi adversatur, ita eadem ethica ratio, a qua agendi norma sumenda est, pariter vetat, quominus humanum semen, peritorum examini subiciendum, masturbationis ope procuretur.
1956 05 19 0014
[14.–] Hanc agendi rationem attigimus Nostra quoque allocutione coram Urologiae doctoribus coetum participantibus, die VIII mensis Octobris anno MDCCCCLIII prolata, in qua haec habuimus verba: “Du reste, le St-Office a décidé déjà le 2 août 19293 qu’une ‘masturbatio directe procurata ut obtineatur sperma’ n’est pas licite, ceci quelque soit le but de l’examen” (4). Cum vero Nobis allatum sit, pravam huiusmodi consuetudinem pluribus in locis invalescere, opportunum ducimus nunc etiam, quae tunc monuimus, commemorare atque iterum inculcare.
3. Acta Apost. Sedis, vol. XXI (1929), p. 490 [1929 08 02/1].
4. Acta Apost. Sedis, vol. XLV (1953), p. 678 [1953 10 08/23].
1956 05 19 0015
[15.–] Si actus huiusmodi ad explendam libidinem ponantur, eos vel ipse naturalis hominis sensus sua sponte respuit, ac multo magis mentis iudicium, quotiescumque rem mature recteque considerat. Iidem actus tamen tunc quoque respuendi sunt, cum graves rationes eos a culpa eximere videntur, uti sunt: remedia iis praestanda qui nimia nervorum intentione vel abnormibus animi spasmis laborant; medicis peragenda, ope microscopii, spermatis inspectio, quod venerei vel alius generis morbi bacteriis infectum sit; diversarum partium examen, ex quibus semen ordinarie constat, ut vitalium spermatis elementorum praesentia, numerus, quantitas, forma, vis, habitus aliaque id genus dignoscantur.
1956 05 19 0016
[16.–] Eiusmodi procuratio humani seminis, per masturbationem effecta, ad nihil aliud directe spectat, nisi ad naturalem in homine generandi facultatem plene exercendam; quod quidem plenum exercitium, extra coniugalem copulam peractum, secum fert directum et indebite usurpatum eiusdem facultatis usum. In hoc eiusmodi indebito facultatis usu proprie sita est intrinseca regulae morum violatio. Haudquaquam enim homo ius ullum exercendi facultatem sexualem iam inde habet, quod facultatem eandem a natura recepit. Homini nempe (secus ac in ceteris animantibus rationis expertibus contingit) ius et potestas utendi atque exercendi eandem facultatem tantummodo in nuptiis valide initis tribuitur, atque in iure matrimoniali continetur, quod ipsis nuptiis traditur et acceptatur. Inde elucet hominem, ob solam hanc causam quod facultatem sexualem a natura recepit, non habere nisi potentiam et ius ad matrimonium ineundum. Hoc ius tamen, ad obiectum et ambitum quod attinet, naturae lege, non hominum voluntate discribitur; vi huius legis naturae, homini non competit ius et potestas ad plenum facultatis sexualis exercitium, directe intentum, nisi cum coniugalem copulam exercet ad normam a natura ipsa imperatam atque definitam. Extra hunc naturalem actum, ne in ipso quidem matrimonio ius datur ad sexuali hac facultate plene fruendum. Hi sunt limites, quibus ius, de quo diximus, eiusque exercitium a natura circumscribuntur. Ex eo quod plenum sexualis facultatis exercitium hoc absoluto copulae coniugalis limite circumscribitur, eadem facultas intrinsece apta efficitur ad plenum matrimonii naturalem finem assequendum (qui non modo est generatio, sed etiam prolis educatio), atque eius exercitium cum dicto fine colligatur. Quae cum ita sint, masturbatio omnino est extra memoratam pleni facultatis sexualis exercitii naturalem habilitatem, ideoque etiam extra eius colligationem cum fine a natura ordinato; quamobrem eadem omni iuris titulo caret atque naturae et ethices legibus contraria est, etiamsi inservire intendat utilitati per se iustae nec improbandae.
1956 05 19 0017
[17.–] Quae hactenus dicta sunt de intrinseca malitia cuiuslibet pleni usus potentiae generandi extra naturalem coniugalem copulam, valent eodem modo cum agitur de matrimonio iunctis vel de matrimonio solutis, sive plenum exercitium apparatus genitalis fit a viro sive a muliere, sive ab utraque parte simul agente; sive fit tactibus manualibus sive coniugalis copulae interruptione; haec enim semper est actus naturae contrarius atque intrinsece malus.
1956 05 19 0018
[18.–] Si la fécondité répond à certaines exigences de l’organisme et satisfait des instincts puissants, elle engage tout de suite, comme Nous l’avons dit, le plan psychologique et moral. L’oeuvre de l’education dépasse encore par sa portée et ses conséquences celle de la génération. Les échanges d’âme à âme, qui s’opèrent entre les parents et les enfants, avec tout le sérieux, la délicatesse, l’oubli de soi qu’ils requièrent, contraignent bien vite les parents à dépasser le stade de la possession affective pour songer à la destinée personnelle de ceux qui leur sont confiés. Le plus souvent, quand ils atteignent l’âge adulte, les enfants quittent leur famille, s’en vont au loin pour répondre aux nécessités de la vie ou aux appels d’une vocation plus haute. La pensée de ce détachement normal, si coûteux soit-il pour eux, doit aider les parents à s’élever vers une conception plus noble de leur mission, vers une vision plus pure de la signification de leurs efforts. Sous peine d’échec au moins partiel, la famille est appelée à s’intégrer dans la société, à élargir le cercle des affections et des intérêts, à orienter ses membres vers des horizons plus larges, pour songer non seulement à eux-mêmes, mais aux tâches de service social.
1956 05 19 0019
[19.–] L’Église catholique enfin, dépositaire des intentions divines, enseigne la fécondité supérieure des vies entièrement consacrées à Dieu et au prochain. Ici le renoncement entier à la famille doit permettre l’action spirituelle toute désintéressée et procédant non d’une peur quelconque de la vie et de ses engagements, mais de la perception des véritables destinées de l’homme, créé à l’image de Dieu et en quête d’un amour universel, qu’aucun attachement charnel ne vienne limiter. Telle est la plus sublime et la plus enviable fécondité, que l’homme puisse souhaiter, celle qui transcende le plan biologique pour entrer de plein-pied dans celui de l’esprit.
1956 05 19 0020
[20.–] Nous ne voulions pas, Messieurs, conclure cette allocution sans ouvrir ces perspectives. À d’aucuns, elles peuvent paraître assez éloignées des objets, qui vous occupent maintenant. Il n’en est rien cependant. Elles seules en effet permettent de situer vos travaux, à la place qui leur revient et d’en apercevoir la valeur. Ce que vous souhaitez, ce n’est pas seulement d’augmenter le nombre des hommes, mais d’élever le niveau moral de l’humanité, ses forces bienfaisantes, sa volonté de croître physiquement et spirituellement. Vous voulez rendre une nouvelle ferveur à l’affection de tant d’époux qu’attriste un foyer désert; loin d’entraver leur épanouissement plénier, vous ambitionnez de mettre à leur service tout votre savoir pour que se réveillent en eux ces ressources admirables, que Dieu a cachées au coeur des pères et des mères pour les aider à monter vers Lui, eux-mêmes et toute leur famille.
[AAS 48 (1956), 467-474]