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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[1057] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL ANCIANO, FACTOR DE UNIÓN Y COMPRENSIÓN ENTRE GENERACIONES

Del Mensaje Déjà en diverses, a la Asamblea Mundial sobre los problemas del envejecimiento de la población, organizada por las Naciones Unidas, celebrada en Viena (Austria), 22 julio 1982

1982 07 22 0010

[10.–] En mi Exhortación Apostólica Familiaris consortio recordé, a la luz de los orígenes divinos de la familia humana, que su esencia y sus tareas están definidas por el amor: “Constituida como ‘comunidad de vida y de amor’, la familia... recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor... Todos los miembros de la familia, cada uno según su propio don, tienen la gracia y la responsabilidad de construir, día a día, la comunión de las personas, haciendo de la familia una escuela de humanidad más completa y más rica” (núms. 17 y 21).

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[11.] Esto permite entrever las posibilidades ofrecidas por la familia a las personas ancianas, tanto por el apoyo fiel que ellas tienen derecho a esperar de la familia como por la posible aportación que ellas pueden dar a su vida y a su misión. Es verdad que no existen siempre las condiciones para la integración de los ancianos en el hogar de sus hijos o de otros parientes y que esta integración resulta, a veces, imposible. Entonces es necesario afrontar otra solución, con la obligación para los hijos u otros miembros de la familia de conservar los lazos regulares y calurosos con aquel o aquella que ha debido encontrar una casa de ancianos. Dicho esto, es bien cierto que, permaneciendo con los hijos, las personas ancianas, obrando siempre con la oportunidad y discreción necesarias, pueden hacer que ellos se beneficien del cariño y sabiduría, de la comprensión y de la indulgencia, de los consejos y del consuelo, de la fe y de la plegaria que son ordinariamente, los carismas del ocaso de la vida. Comportándose así contribuyen igualmente a resaltar, sobre todo con su ejemplo, comportamientos hoy devaluados, tales como la escucha, el olvido de sí mismo, la serenidad, el don gratuito, la interioridad, la sobria y radiante alegría... Es necesario subrayar también que la presencia permanente o esporádica de personas ancianas en medio de ellos es con frecuencia un precioso factor de compenetración y comprensión entre generaciones necesariamente diversas y complementarias. Esta conjunción de la vida familiar, tal como acabo de evocarla y según las modalidades posibles, puede ser fuente de equilibrio y de vitalidad, de humanidad y de espiritualidad para esta célula fundamental de toda sociedad, que lleva el nombre más evocador que pueda existir en todas las lenguas del mundo: “La familia”.

[DP (1982), 213]