[1354] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA ADECUADA PASTORAL FAMILIAR
Del Discurso El Señor, a un grupo de Obispos de México, en la visita ad limina, 24 febrero 1989
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3. En el pasado encuentro con el primer grupo de Obispos mexicanos el mes de septiembre –en que también tuve la dicha de proclamar Beato al Padre Miguel Agustín Pro– reflexionamos acerca de la importancia que tiene para el presente y el futuro de la Iglesia en vuestro país el fomento de las vocaciones sacerdotales y de su formación en los Seminarios. Hoy deseo compartir con vosotros mi solicitud como Pastor de toda la Iglesia por esa célula básica en la Iglesia y en la sociedad que es el matrimonio y la familia.
A este propósito, viene espontáneamente a mi entrañable recuerdo la histórica Conferencia de Puebla entre cuyas orientaciones pastorales y doctrinales no faltaron las relativas a la familia: “La pareja –decíais en vuestro Documento– santificada por el sacramento del matrimonio es un testimonio de la presencia pascual del Señor” (6). La persona y la familia, en efecto, quedan encuadradas en el centro mismo de la revelación y de la Buena Nueva que Cristo nos ha confiado.
6. Puebla n. 583.
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4. Anunciar la Buena Nueva sobre el matrimonio y la familia forma parte importante del ministerio magisterial propio de los Obispos. Ellos, como recuerda la “Lumen Gentium”, “predican al pueblo que les ha sido encomendado la fe que ha de creerse y ha de aplicarse a la vida” (7). Esta función vuestra es especialmente necesaria hoy día, cuando algunos valores naturales que sustentan la visión cristiana del matrimonio y la familia quedan ignorados o desprotegidos del apoyo jurídico de las instituciones públicas. En estas circunstancias los fieles necesitan una formación más intensa que les haga conocer la naturaleza sacramental del matrimonio cristiano y las exigencias prácticas que tal verdad comporta para la vida conyugal y familiar.
Es necesario pues, venerables Hermanos, traducir a la vida diaria de la pastoral diocesana y parroquial las consecuencias que dimanan de aquella afirmación que todos compartimos: “¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia!” (8). Será difícil que los fieles cristianos acojan el mensaje revelado y la doctrina del Magisterio sobre el matrimonio y la familia si no poseen al mismo tiempo criterios rectos sobre la persona, y en lo que se refiere a la sexualidad. Por ello, además de exponer los aspectos específicos de la doctrina católica, será necesario la presentación y defensa de aquellos aspectos naturales de la institución matrimonial, que son patrimonio de la humanidad: la dignidad del matrimonio, el amor conyugal, las características propias de unidad y fidelidad matrimonial, el derecho de los cónyuges a transmitir la vida y educar a sus hijos según las propias creencias.
7. Lumen gentium 25.
8. Familiaris consortio, 86 [1981 11 22/ 86].
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5. Secundando la voluntad del Creador en todo lo que se refiere al matrimonio, deseo alentaros en vuestros desvelos por mantener y promover siempre el respeto a la transmisión de la vida. Es deber vuestro asimismo no permanecer callados ante campañas engañosas que pretenden defender aspectos parciales de la vida, pero que de hecho atentan abiertamente contra la santidad del matrimonio y de la intimidad conyugal. A este propósito deseo reiterar cuanto decía en la “Familiaris Consortio”: “La Iglesia condena, como ofensa grave a la dignidad humana y a la justicia, todas aquellas actividades de los gobiernos o de otras autoridades públicas, que tratan de limitar de cualquier modo la libertad de los esposos en la decisión sobre los hijos. Por consiguiente, hay que condenar totalmente y rechazar con energía cualquier violencia ejercida por tales autoridades en favor del anticoncepcionismo e incluso de la esterilización y del aborto provocado. Al mismo tiempo, hay que rechazar como gravemente injusto el hecho de que, en las relaciones internacionales, la ayuda económica concedida para la promoción de los pueblos esté condicionada a programas de anticoncepcionismo, esterilización y aborto procurado” (9).
9. Familiaris consortio, 30 [1981 11 22/ 30].
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6. Así pues, una pastoral familiar –en el marco del necesario Plan Diocesano de Pastoral– requiere una adecuada presentación en los distintos niveles: el anuncio de la Palabra de Dios, la acción salvífica de Cristo por los sacramentos, la acogida y respuesta al don de la salvación.
Es pues necesario, en primer lugar, venerables Hermanos, la fidelidad en la presentación doctrinal realizada en los centros superiores de formación teológica, especialmente en los Seminarios y centros eclesiásticos. Quienes han de ser formadores y pastores del Pueblo de Dios deben profundizar, sin ambigüedades, en el conocimiento del designio de Dios sobre el matrimonio y la familia, como nos ha sido revelado en Cristo y viene expuesto por el Magisterio de la Iglesia. Una visión parcial o deformada de este designio aleja del don de liberación y gracia que ofrece el Evangelio: “La verdad os hará libres” (10).
La atención solícita en procurar una buena formación en los Seminarios y Facultades os dará como fruto sacerdotes preparados doctrinalmente para una acción pastoral en la que pongan sus cualidades humanas y sobrenaturales al servicio de los fieles y de las familias de vuestras diócesis. La plena fidelidad a la doctrina teológica y al Magisterio de la Iglesia es un requisito necesario de todo colaborador del Obispo, que es siempre el primer responsable de la pastoral familiar en la diócesis.
Es tarea vuestra, pues, fortalecer, con la ayuda del Espíritu, el carácter estable del amor conyugal, frente a modelos de matrimonio y familia tan alejados del ideal evangélico, como frecuentemente ofrece nuestra sociedad contemporánea. Habéis de continuar proclamando abiertamente la excelencia del modelo cristiano: que la familia sea, –como lo proclamasteis en Puebla– el “primer centro de evangelización” (11). Poned todo vuestro empeño en fomentar una pastoral familiar que haga de esta célula fundamental de la sociedad “el espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia” (12).
[AAS 81 (1989), 961-964]
10. Gv 8,32.
11. Puebla n. 617.
12. Pauli VI, Evangelii nuntiandi, 71 [1975 12 08/ 71].