[1421] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA CRISTIANA, ESENCIA DE LA COMUNIDAD ECLESIAL
Homilía de la Misa en la explanada del Antiguo Aeropuerto, Campo Grande (Brasil), 17 octubre 1991
1991 10 17a 0001
“Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne” (Ef 5, 31; cfr. Gn 2, 42).
1. Vamos a abrir el libro del Génesis en el pasaje en que se habla de los orígenes y de la historia del hombre en la tierra. Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. El Creador dándoles una dignidad particular en el mundo visible, instituyó desde el principio el sacramento de la unión matrimonial. Por la alianza matrimonial el hombre y la mujer dan la vida, y llegan a ser padre y madre de sus propios hijos. Creados a imagen y semejanza de su Creador, reflejan su paternidad en la paternidad y maternidad humanas.
1991 10 17a 0002
2. La presencia del Hijo de Dios en las bodas de Caná de Galilea sirve como especial confirmación de esa gran verdad. Jesús llega allí con su Madre y los Apóstoles. Antes de confirmar con sus palabras la indisolubilidad del matrimonio como institución divina “desde el principio”, Jesús confirma con su presencia en Caná la importancia de este sacramento también con su primer milagro (o signo) que realiza en beneficio de los dueños de casa, a petición de su Madre(cfr. Jn 2, 1-11).
Antes de que ese suceso aconteciera en Caná de Galilea, podemos pensar cuántas veces en la historia del hombre en la tierra se cumplieron esas palabras dirigidas “en el principio” al hombre y la mujer: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne”.
Pensemos también cuántas veces se cumple esa misma institución divina en este inmenso Brasil. Basta que los esposos permanezcan fieles a los designios de Dios-Creador, que es el Padre de todas las criaturas. Es preciso que los cumplan, de acuerdo con la ley del Evangelio de Cristo, como el Apóstol nos muestra en la carta a los Efesios: “Así deben amar los maridos a sus mujeres como sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo; y la mujer, que respete al marido” (Ef 5, 28. 33).
1991 10 17a 0003
3. Por tanto, ¡amor y respeto mutuo! No puede existir el uno sin el otro.
Amar no sólo quiere decir desear, sino también respetar, merecer y aprender el respeto recíproco, teniendo siempre ante los ojos el vínculo que une en matrimonio a dos seres humanos. Amar es tener conciencia de que ese vínculo es indisoluble, que dura, por institución divina, hasta la muerte.
“Te quiero a ti como esposa... Te quiero a ti como esposo y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en las enfermedad, amarte y respetarte todos los días de mi vida”.
¡Éste es el vínculo matrimonial que nace del amor recíproco, que se expresa mediante el juramento conyugal y que comienza y se realiza en presencia de la majestad infinita de Dios por medio del mismo amor con que el Padre nos amó en su Hijo Jesucristo, Redentor del mundo!
Los esposos participan en la función redentora de Cristo desde el momento en que asumen íntegramente, por vocación divina, la finalidad para la cual fue instituido el matrimonio. Toda unión nace del pacto de una pareja, pero con un contenido establecido por Dios, la unidad y la indisolubilidad, ordenado a la procreación y a la educación de la prole.
¡Ésta es la belleza y el honor que el Señor atribuyó al hombre y a la mujer: poder participar, en cada nueva criatura, no sólo en el poder creador de Dios, sino también en la realización en un nuevo ser humano de los frutos de la redención! ¡Cada criatura que viene al mundo hereda, por obra del bautismo, la bienaventuranza del reino de los cielos!
1991 10 17a 0004
4. ¡Queridos hermanos y hermanas de Campo Grande, de Mato Grosso del Sur y de Brasil! Un brasileño célebre, el escritor Rui Barbosa, dijo esta frase muy significativa: “La patria es la familia ampliada. Multiplicad la familia, y tendréis la patria”. Desde esta hermosa ciudad que habéis construido, desde esta región privilegiada de Brasil en la que habitáis, con sus campos inmensos, su tierra fértil, con esta maravilla de la naturaleza que es el pantanal del Mato Grosso, quiero lanzar hoy un apremiante llamamiento a toda la Iglesia en Brasil: ¡La familia ha de ser vuestra gran prioridad pastoral! ¡Sin una familia respetada y estable no puede existir un organismo social sano; sin ella no puede existir una verdadera comunidad eclesial!
1991 10 17a 0005
5. Es necesaria, pues, una pastoral familiar, porque la futura evangelización depende en gran medida de la “Iglesia doméstica”. Esa pastoral, como dije en Puebla, es “tanto más importante cuanto la familia es objeto de muchas amenazas. Pensad en las campañas favorables al divorcio, al uso de prácticas anticonceptivas, al aborto que destruyen la sociedad” (Discurso inaugural, 28 de enero de 1979; cfr. L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 4 de febrero de 1979, pág. 9).
Hoy se comprueba esa realidad, que está produciendo un desmoronamiento de la institución familiar. Las uniones ilícitas, muy frecuentes en la sociedad brasileña, la pérdida de los valores cristianos, afectados por una publicidad permisiva, y las agresiones de algunos medios de comunicación social están oscureciendo la visión cristiana del amor humano. La falta de una ética que defienda la dignidad del ser humano en los ambientes escolares, en los cursos preparatorios para el ingreso en las universidades, e incluso en las mismas universidades, va privando a la juventud del conocimiento de la ley de Dios y de sus consecuencias. En fin, la falta de una auténtica formación espiritual y moral, y el desvío de la enseñanza de la doctrina con el fin de dar preferencia a los problemas sociales, crean un progresivo vaciamiento del contenido de la fe y hacen más atractiva la participación en las “sectas” de las más diversas denominaciones.
También es cierto que en el ambiente rural y en las ciudades muchas familias siguen manteniendo las tradiciones más bellas de la vida cristiana. Esas familias constituyen un verdadero baluarte de la fe de vuestro pueblo. Bendigo de corazón a los padres, a los esposos y a los novios comprometidos realmente en vivir seriamente los principios del magisterio de la Iglesia Católica, que es la depositaria auténtica de la fe revelada. Pido al Señor abundantes gracias para que se mantengan fieles a los ideales de santidad en el matrimonio a los que han sido llamados. El Papa quiere que sepan que, por más grandes que sean las dificultades que encuentre en su vida, la fidelidad encontrará siempre apoyo en la gracia del sacramento del matrimonio y en la atención y ayuda por parte de la Iglesia.
1991 10 17a 0006
6. Nadie puede dejar de ver, queridos hermanos y hermanas, que el futuro de la Iglesia está en las familias cristianas debidamente preparadas para asumir el papel de guías de la sociedad nacional. Esto vale, sobre todo, cuando se trata de afrontar el grave problema de la escasez de sacerdotes en un país con una población en continuo crecimiento. Nunca se podrá afrontar ese problema de manera eficaz, si antes no se consideran con valentía y decisión dos aspectos que iluminan las directrices que se han de tomar.
Vuelvo a afirmar aquí, en primer lugar, que donde existe una pastoral familiar clara y eficaz, del mismo modo que resulta natural acoger con alegría la vida, será más fácil oír la voz de Dios y más generosa será la respuesta de quien la escuche. Si los padres se muestran generosos al acoger los nuevos hijos que Dios les envía, es más fácil que también los hijos sean más generosos cuando se decidan a ofrecer sus propias vidas a Dios en el servicio apostólico. “La familia (...) que cumple con generosa fidelidad sus obligaciones y es consciente de su cotidiana participación en el misterio de la cruz gloriosa de Cristo, se convierte en el primero y mejor semillero de vocaciones a la vida consagrada al reino de Dios” (Familiaris consortio, 53; cfr. L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de diciembre de 1981, pág. 16).
Por ello, es preciso valorar las motivaciones cristianas que constituyen la base de las grandes opciones de la juventud. La vida humana alcanza su plenitud cuando llega a ser don de sí: don que puede manifestarse en el matrimonio, en la virginidad consagrada, en la entrega al prójimo por un ideal y en la elección del sacerdocio ministerial. Los padres prestarán un verdadero servicio a la vida de sus hijos, si les ayudan a hacer de su propia existencia un don, respetando sus opciones maduras y promoviendo con alegría toda vocación, incluso la religiosa o sacerdotal. De esta forma, la familia desempeñará un papel primordial en el florecimiento, el crecimiento y la maduración final de la vocación sacerdotal. Por consiguiente, la pastoral de las vocaciones es también una pastoral de la familia. Las comunidades parroquiales deberían participar activamente acompañando la formación de los candidatos al sacerdocio.
Estoy seguro de que los esfuerzos por ayudar a tomar conciencia de ello no dejarán de dar, con la continua asistencia divina, frutos abundantes. Con la certeza de la esperanza que no engaña y de la intersección de la Virgen María y de su esposo San José, pido a Dios Todopoderoso, que dentro de poco estará en el altar en el santo sacrificio de la misa, que proteja a la familia brasileña, a la familia de todos los que habéis venido para tomar parte en la misa del Papa y de quienes se unen a nosotros mediante la radio o la televisión.
En segundo lugar, la insistencia, tantas veces reiterada, en la necesidad de que los fieles laicos asuman sus responsabilidades para hacer posible una presencia más viva de la luz cristiana en la sociedad, debe ir acompañada por el trabajo continuo, generoso, humilde y audaz del ministerio de los sacerdotes. Las familias cristianas asumirán plenamente esas responsabilidades, si encuentran “sacerdotes que sean plenamente sacerdotes (...). Cuanto más descristianizado se halla el mundo o más falto de madurez en su fe, tanto más tiene necesidad también de sacerdotes que estén totalmente dedicados a dar testimonio de la plenitud del misterio de Cristo” (Discurso, 30 de mayo de 1980; cfr. L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 8 de junio de 1980, pág. 3). Sacerdotes según el corazón de Cristo: hombres de vida de oración, que den testimonio ejemplar con su propia conducta y que sepan orientar a las familias y a los jóvenes hacia la verdad, de acuerdo con el magisterio perenne de la Iglesia.
1991 10 17a 0007
7. Al comienzo de su actividad mesiánica, Jesús fue a Caná de Galilea, y allí, a petición de su Madre, hizo su primer milagro para ayudar a los dueños de la casa y a los recién casados. Allí transformó el agua en vino. El agua, en su sencillez, pasó a ser una bebida noble.
De este modo, Jesús dio a conocer que Él, el Redentor del mundo, con su poder redentor no sólo deseaba confirmar el matrimonio de la Antigua Alianza, sino que además deseaba ennoblecerlo y santificarlo. Como enseña el Apóstol en la carta a los Efesios, Cristo desea manifestar un gran misterio (cfr. Ef 5, 32) en la alianza matrimonial del hombre y la mujer. Se trata del misterio del amor con que Él mismo amó a la Iglesia. El Redentor del mundo se convirtió en Esposo de la Iglesia, que es su Esposa: “Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla (...) y presentarla (...) sin que tenga mancha” (Ef 5, 25. 27). El misterio de ese amor nupcial del Hijo de Dios hacia la Iglesia es la medida y el modelo del amor que debe unir al marido y a la mujer en el matrimonio sacramental. Cristo amó a la Iglesia hasta el sacrificio de su vida. Es necesario, por consiguiente, que los esposos descubran en Él el modelo de su propio amor conyugal. Es preciso que aprendan de Cristo, renovando constantemente el matrimonio a lo largo de los días y los años, con la gracia de ese gran sacramento.
1991 10 17a 0008
8. Cristo os enseña, queridos esposos y padres, no sólo a través del Evangelio, sino también por medio del gran misterio de su amor redentor.
En Caná de Galilea, junto a los recién casados está la Madre de Cristo, que dice a los sirvientes: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5).
¡Ojalá que la Madre de Cristo esté junto a todos vosotros desde el primer día de vuestro matrimonio y que os repita siempre estas palabras: “Haced lo que Él os diga”!
1991 10 17a 0009
9. Doy gracias por la acogida a mi querido hermano, mons. Vitório Pavanello, y a los demás obispos de este Estado. Agradezco a los queridos padres salesianos el hospedaje que me han brindado en su casa. También dirijo mis palabras de aliento a los queridos religiosos y religiosas, a fin de que prosigan su servicio alegre y abnegado en favor del reino de Dios, mediante la consagración constante e irrevocable de su vida. Invoco la protección del Altísimo sobre los presbíteros, los seminaristas y los candidatos que se están formando en este Estado, sobre todo en Campo Grande, en el seminario regional propedéutico, en el seminario mayor María, Madre de la Iglesia, en el instituto teológico del oeste, en el escolasticado y en el noviciado inter-congregacional, y pido al Señor que sepan corresponder a las expectativas que la Iglesia deposita en ellos con miras a la construcción del reino de Dios.
Por último, mis queridos amigos, el Papa os quiere dar un gran abrazo y su bendición a todos los que me estáis escuchando: personas de tantas razas y pueblos; blancos, negros, indígenas, latinoamericanos, sobre todo paraguayos y bolivianos; emigrantes europeos, árabes, asiáticos, en especial los japoneses, que sois tan numerosos en este Estado; todos los que formáis esta gran familia en el Mato Grosso y en Brasil; líderes y animadores de las comunidades; laicos comprometidos en la lucha por la dignidad de la vida y la consolidación de la familia; jóvenes y enfermos. ¡El Papa no olvidará a ninguno de vosotros!
Que la Virgen María, a quien invocáis con tanto amor en esta archidiócesis con el título de Nuestra Señora de los Gozos, os conceda, queridos esposos y padres, sentir su presencia materna en vuestra vida, transformando en vino, dando una nobleza nueva a vuestra sublime misión. Que el poder santificador del Espíritu, que descendió sobre la Virgen de Nazaret y la hizo Madre del Hijo de Dios, descienda también sobre vuestras familias, sobre todas las familias de Brasil. ¡Que Dios os bendiga!
Veni, Creator Spiritus!
[OR (e. c.), 1.XI.1991, 7 y 9]
1991 10 17a 0001
“O homem deixará seu pai e sua mãe e se unirá à sua mulher; e serão os dois uma só carne” (1).
1. Vamos abrir o Livro do Gênesis, no trecho onde se fala das origens e da história do homem sobre a terra. Deus criou o homem e a mulher à sua imagem e semelhança. O Criador, dando-lhes uma particular dignidade no mundo visível, institui já desde o início aquele sacramento da união matrimonial. Pela aliança matrimonial o homem e a mulher dão a vida, tornam-se pai e mãe dos próprios filhos. Criados à imagem e semelhança do seu Criador, refletem Sua paternidade naquela paternidade e maternidade humana.
1. Ef. 5,31; cfr. Gen. 2,24.
1991 10 17a 0002
2. A presença do Filho de Deus nas bodas de Caná da Galiléia serve de especial confirmação desta grande verdade. Jesus ali chega com sua Mãe e os apóstolos. Antes mesmo de confirmar, com suas palavras, a indissolubilidade do matrimônio, como instituição divina “desde o início”, Jesus confirma com sua presença em Caná, a importância deste Sacramento, inclusive, com o primeiro milagre (ou sinal), que realiza pelo bem dos donos da festa, e após o pedido de sua Mãe (2).
Antes que este fato acontecesse em Caná da Galiléia, podemos pensar quantas vezes na história do homem sobre toda a terra, cumpriram-se aquelas palavras dirigidas “no início” ao homem e à mulher: “O homem deixará seu pai e sua mãe e se unirá à sua mulher; e serão os dois uma só carne”.
Pensemos também quantas vezes se cumpre essa mesma instituição divina em todo esse imenso Brasil. Basta que os esposos permaneçam fiéis aos desígnios do Deus-Criador, que é o Pai de toda a criatura. É preciso que os cumpram, de acordo com a lei do Evangelho de Cristo, como o Apóstolo nos mostra na Carta aos Efésios: “os maridos devem amar suas mulheres, como seus próprios corpos. Quem ama sua mu lher, ama-se a si mesmo... Por isso também cada um de vós ame sua mulher como a si mesmo, e a mulher reverencie seu marido” (3).
2. cfr. Gv. 2,1-11.
3. Ef. 5, 28.33.
1991 10 17a 0003
3. Portanto, amor e respeito mútuo! Não pode existir um, sem o outro.
Amar quer dizer não só desejar mas respeitar, merecer e aprender o mútuo respeito e, tendo sempre diante dos olhos o vínculo que une no matrimônio dois seres humanos. Amar é ter a consciência de que tal ligame é indissolúvel, dura, por instituição divina até a morte.
“Recebo-te por minha esposa... recebo-te por meu esposo e te prometo ser fiel na alegria e na tristeza, na saúde e na doença, amando-te e respeitando-te todos os dias da minha vida”.
Eis o vínculo matrimonial que nasce do amor recíproco, se exprime mediante o juramento conjugal, que começa e se realiza diante da infinita majestade de Deus, por aquele mesmo amor com que o Pai nos amou no seu Filho, Jesus Cristo, Redentor do mundo!
Os esposos participam da função redentora de Cristo, ao assumirem integralmente, por vocação divina, a finalidade para a qual o matrimônio foi instituído. Cada união nasce pelo pacto entre um casal, mas com um conteúdo divinamente estabelecido, a unidade e a indissolubilidade, ordenado à procriação e à educação da prole.
Eis a beleza e a honra que o Senhor atribui ao homem e à mulher: poder participar, em cada nova criatura, não só do poder criador de Deus, mas também da realização em um novo ser humano dos frutos da Redenção. Cada criatura que vem ao mundo, torna-se herdeira, pelo Batismo, da Bem-Aventurança do Reino dos Céus!
1991 10 17a 0004
4. Queridos irmãos e irmãs de Campo Grande, do Mato Grosso do Sul e do Brasil! Um célebre brasileiro, o escritor Rui Barbosa deixou-nos esta frase muito significativa: “A pátria é a família amplificada. Multiplicai a família e tereis a pátria”. Desta bela cidade que construístes, desta região privilegiada do Brasil onde morais, com seus campos imensos, sua terra fértil, com esta maravilha da natureza que é o Pantanal matogrossense, quero lançar hoje um veemente apelo a toda a Igreja no Brasil: a família deve ser vossa grande prioridade pastoral! Sem uma família respeitada e estável não pode haver um organismo social sadio, sem ela não pode haver uma verdadeira comunidade eclesial!
1991 10 17a 0005
5. É necessária, pois, uma Pastoral famíliar porque a evangelização no futuro depende em grande parte da “Igreja doméstica”. Esta pastoral, como o disse em Puebla, “é tanto mais importante quanto a família é objeto de tantas ameaças. Pensai nas campanhas favoráveis ao divórcio, ao uso das práticas anticoncepcionais e ao aborto, que destroem a sociedade” (4).
Hoje, se comprova esta realidade. Ela está produzindo um esfacelamento da instituição famíliar. As uniões ilícitas muito freqüentes na sociedade brasileira, a perda dos valores cristãos, afetados por uma Publicidade permissiva e as agressões de certos meios de comunicação social tudo isso está obscurecendo a visão cristã do amor humano. A falta de uma ética que defenda a dignidade do ser humano nos ambientes escolares, nos Cursos preparatórios para o ingresso nas Universidades e nas mesmas Universidades, vai privando a juventude do conhecimento da Lei de Deus e de suas conseqüências. Enfim, a falta de uma autêntica formação espiritual e moral e um desvio do ensinamento doutrinário, para dar preferência aos problemas sociais, estão criando um progressivo esvaziamento do conteúdo da fé, tornando mais atraente a participação em “seitas” das mais distintas denominações.
É certo também que, no ambiente rural e nas cidades, muitas famílias continuam mantendo as mais belas tradições da vida cristã. Elas constituem um verdadeiro baluarte da fé do vosso Povo. Abençoo de coração os pais, os esposos e noivos comprometidos realmente na vivência séria dos princípios do Magistério da Igreja Católica, que é depositária autêntica da verdade revelada. Peço ao Senhor abundantes graças para que se mantenham fiéis aos ideais de santidade no matrimônio a que são chamados. O Papa quer que saibam, por maiores que sejam as dificuldades da vida, que sua fidelidade será sempre sustentada pela graça do Sacramento do Matrimônio, e pela atenção e o apoio da Igreja.
4. Discorso inaugurale, 28 gennaio 1979.
1991 10 17a 0006
6. Não há quem não veja, queridos Irmãos e Irmãs, que o futuro da Igreja está nas famílias cristãs devidamente preparadas para assumir o papel de condutoras da sociedade nacional. Isso vale, sobretudo quando se trata de enfrentar o grave problema da escassez de sacerdotes num País com uma população em contínuo crescimento. Nunca se poderá enfrentar eficazmente este problema, sem antes considerar com coragem e decisão dois aspectos que iluminam as diretrizes a serem tomadas.
Volto a reafirmar aqui, em primeiro lugar, que, “onde existe uma pastoral esclarecida e eficaz da família, da mesma forma que se torna natural acolher com alegria a vida, será mais fácil ouvir a voz de Deus e mais generosa a resposta de quem a escuta” (5). Se os pais forem generosos em acolher um novo filho que Deus lhes enviar, será mais fácil que sejam também generosos os filhos quando se decidirem a oferecer a própria vida a Deus, no serviço apostólico. “A família que realiza com generosa fidelidade seus deveres e tem consciência da sua participação quotidiana no mistério da Cruz gloriosa de Cristo, torna-se o primeiro e o melhor seminário da vocação à vida consagrada ao Reino de Deus” (6).
Deve-se, por isso valorizar as motivações cristãs que estão na base das grandes opções da juventude. A vida humana alcança sua plenitude quando se torna dom de si mesma: um dom que pode se exprimir no matrimônio, na virgindade consagrada, na entrega ao próximo por um ideal e na escolha do sacerdócio ministerial. Os pais prestarão verdadeiro serviço à vida dos filhos, se os ajudarem a fazer da própria existência um dom, respeitando suas escolhas amadurecidas e promovendo com alegria cada vocação, inclusive a religiosa ou sacerdotal. A família desempenhará assim um papel primordial no desabrochar, no crescimento e na maturação final da vocação sacerdotal. Por conseguinte, a pastoral das vocações é também pastoral da família. E as comunidades paroquiais deveriam participar ativamente no acompanhamento da formação dos candidatos ao sacerdócio.
Estou certo de que os esforços de conscientização neste sentido, não deixarão de alcançar, com a contínua assistência divina, abundantes frutos. Com a certeza da esperança que não confunde e da intercessão da Virgem Maria e de seu esposo São José, peço a Deus Todo-Poderoso, que dentro em pouco estará sobre este altar no Santo Sacrifício da Missa, que proteja a família brasileira, a família de todos que viestes assistir à Missa do Papa e dos que a nós estão unidos pela rádio ou pela televisão!
Em segundo lugar, a insistência, tantas vezes reiterada, da necessidade dos fiéis leigos assumirem suas responsabilidades, para tornar possível uma presença mais viva da luz cristã na sociedade, deve vir acompanhada pelo trabalho contínuo, generoso, humilde e audaz, do ministério dos sacerdotes. As famílias cristãs assumirão plenamente aquelas responsabilidades se encontrarem “sacerdotes que sejam plenamente sacerdotes... Quanto mais descristianizado está o mundo ou carece de maturidade na fé, tanto maior necessidade tem de sacerdotes que estejam totalmente consagrados a dar testemunho da plenitude do mistério de Cristo” (7). Sacerdotes, segundo o coração de Cristo: homens de vida de oração, que dão testemunho exemplar com a própria conduta e que saibam orientar as famílias e os jovens na verdade, de acordo com o magistério perene da Igreja.
5. Discorso, 15 maggio 1991.
6. Familiaris consortio, 53 [1981 11 22/ 53].
7. Giovanni Paolo II, Discorso, 30 maggio 1991.
1991 10 17a 0007
7. No início de sua atividade messiânica Jesus foi a Caná da Galiléia, e ali, para atender ao pedido de sua Mãe, fez o primeiro milagre, para atender à necessidade dos donos da festa e dos recém-casados. Transformou a água em vinho. A água, na sua simplicidade, passou a ser uma bebida nobre.
Deste modo Jesus deu a conhecer que Ele, o Redentor do mundo, com seu poder redentor não só deseja confirmar o matrimônio da Antiga Aliança mas deseja enobrecê-lo e santificá-lo. Cristo deseja, como ensina o Apóstolo na Carta aos Efésios, exprimir na aliança matrimonial do homem e da mulher um grande mistério!8. Este mistério é o do amor com que Ele mesmo amou a Igreja. O Redentor do mundo tornou-se o Esposo da Igreja, sua Esposa. “Cristo amou a Igreja e por ela se entregou a si mesmo, para a santificar... para apresentá-la sem mácula” (9). O mistério deste amor esponsal do Filho de Deus pela Igreja é a medida e o modelo do amor que deve unir no matrimônio sacramental marido e mulher. Cristo amou a Igreja até ao sacrifício de Sua vida. É necessário, portanto, que os esposos descubram n’Ele o modelo do próprio amor conjugal. É preciso que aprendam de Cristo, renovando constantemente o matrimônio, ao longo dos dias e dos anos, com a graça deste grande sacramento.
8. Cfr. Ef. 5,32.
9. Ef. 5,25-27.
1991 10 17a 0008
8. Cristo vos está ensinando, queridos Esposos e Pais, não só através do Evangelho, mas também por meio do grande mistério do seu amor redentor.
Em Caná da Galiléia, ao lado dos esposos recém-casados está a Mãe de Cristo. Ela diz aos criados: “Fazei tudo que Ele, meu Filho, vos disser” (10).
Que junto a todos, do primeiro ao último dia de vosso matrimônio, esteja a Mãe de Cristo! Que Ela vos repita sempre estas palavras: “Fazei tudo que meu Filho vos disser”.
10. Gv. 2,5.
1991 10 17a 0009
9. Agradeço o acolhimento do meu querido irmão Dom Vitório Pavanello e dos outros Bispos deste Estado. Agradeço aos caros Padres Salesianos a hospedagem que me deram em sua casa. Vão aqui também minhas palavras de estímulo aos queridos religiosos e religiosas para que saibam continuar no seu serviço alegre e abnegado pelo Reino de Deus numa constante e irrevogável consagração de suas vidas. Para os presbíteros, seminaristas e candidatos que estão se formando no Estado, sobretudo em Campo Grande, no Seminário Regional Propedêûtico, no Seminário Maior Maria Mãe da Igreja, no Instituto Teológico do Oeste, no Postulantado e Noviciado intercongregacional, invoco a proteção do Altíssimo para que saibam corresponder às expectativas que a Igreja neles deposita para a construção do Reino de Deus. Aqui vai também meu agradecimento às autoridades de Mato Grosso do Sul, ao Senhor Governador, e demais autoridades civis e militares pela acolhida, pelas atenções que tiveram comigo durante minha permanência em Campo Grande.
Enfim, meus caros amigos, todos que me ouvis, de tantas raças e povos, brancos, negros, índios, latino-americanos sobretudo paraguaios e bolivianos, emigrantes europeus, árabes, asiáticos sobretudo os japoneses em tão grande número neste Estado, todos que formais esta grande família sul-matogrossense e brasileira, líderes e animadores das comunidades, leigos empenhados na luta pela dignidade da vida e a consolidação da família, aos jovens e aos doentes, o Papa quer dar um grande abraço e sua bênção. O Papa não se esquecerá de ninguém!
A Virgem Maria, a quem invocais com tanto amor nesta Arquidiocese como Nossa Senhora dos Prazeres, vos conceda, queridos Esposos e pais, sentir em vossa vida Sua presença materna, transformando em vinho, dando uma nobreza nova à vossa sublime missão. Que o poder santificador do Espírito, que desceu sobre a Virgem de Nazaré e a fez Mãe do Filho de Deus, desça também sobre vossas famílias, sobre todas as famílias do Brasil! Deus vos abençoe!
Veni, Creator Spiritus!
[Insegnamenti GP II, 12/2, 900-906]