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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[1454] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA DEFENSA Y PROTECCIÓN DE LA FAMILIA, OBLIGACIÓN DE LOS ESTADOS

Del Discurso It is a great joy, a los  Obispos de Irlanda, en la visita ad limina, 26 septiembre 1992

1992 09 26 0007

7. Como pastores de almas sois plenamente conscientes de que los males de la sociedad contemporánea giran en torno a la vida de la familia y a los valores familiares. En muchas ocasiones habéis hecho declaraciones, individuales o colectivas, sobre esta cuestión, orientadas a menudo a hacer que los responsables de la vida pública sean más conscientes de la importancia fundamental de la familia para el bien de la sociedad. Cuando la familia se debilita, la sociedad cae en la confusión y surgen conflictos. Ninguna sociedad y ningún Estado pueden sustituir la educación y la influencia formativa de la familia. La defensa de la familia, es decir, de la institución basada en la naturaleza humana y en las necesidades más profundas de la persona humana, como “célula primera y vital de la sociedad” (Apostolicam actuo sitatem, 11) y baluarte de la sociedad, es una tarea apremiante para los representantes políticos de la sociedad. Obrar así no significa, como algunos podrían afirmar, promover una posición católica “unilateral”.

Podría hacerse una consideración semejante respecto a la grave cuestión del aborto. El consistorio que se celebró del 4 al 6 de abril de 1991 sobre el tema de las amenazas contra la vida humana impulsó a la Iglesia universal a una defensa valerosa de la vida, que debería comprometer y desafiar la conciencia de todos. Habría que aclarar, al mismo tiempo, que los argumentos contra el aborto no se basan sólo en el dato de fe, sino también en razones de orden natural que comprenden el verdadero concepto de los derechos humanos y de la justicia social. El derecho a la vida no depende de una convicción religiosa particular. Es un derecho primario, natural e inalienable que nace de la misma dignidad de todo ser humano. Defender la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural significa defender a la persona humana en la dignidad que posee por el mero hecho de existir, independientemente de que su existencia haya sido planificada o sólo aceptada por las personas que la han engendrado. Cualquier reflexión sobre este asunto tan delicado parte de la premisa bien clara de que el aborto procurado es quitar la vida a un ser humano ya existente. Sostener este principio e incluirlo democráticamente en la Constitución y en las leyes del Estado no significa ser insensibles frente a los derechos de los demás, incluidas madres que se encuentran en situaciones complejas y difíciles. La vida de la madre y la vida del niño aún no nacido son igualmente preciosas y deben defenderse por igual. No puede existir el “derecho” a matar a un ser humano ya vivo, aunque no haya nacido aún.

Tampoco puede existir justificación alguna, desde el punto de vista moral, para distribuir información con el propósito de facilitar el asesinato del niño aún no nacido. En vuestra reciente “Declaración sobre la sacralidad de la vida humana” habéis apelado con razón a los fieles para que apoyen y sean comprensivos con las mujeres que atraviesan situaciones difíciles y habéis reafirmado vuestro compromiso pastoral de proporcionar todo tipo de asistencia y cuidado mediante Cura y otras organizaciones similares. De este modo la comunidad eclesial manifiesta efectivamente la misericordia de Cristo y su salvación.

[DP-122 (1992), 284]