[1678] • JUAN PABLO II (1978-2005) • PROTEGER Y DEFENDER LA VIDA CONTRA EL ABORTO Y LA EUTANASIA
De la Homilía de la Misa en la Beatificación de Sor María Mackillop, Sydney (Australia), 19 enero 1995
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5. Al igual que en tiempos de Madre Mackllop, también hoy la comunidad cristiana se encuentra ante muchos “desiertos”: las tierras estériles, de la indiferencia y de la intolerancia, la desolación del racismo y el desprecio hacia otros seres humanos, la aridez del egoísmo y de la infidelidad: el pecado en todas sus formas y sus expresiones y el escándalo del pecado magnificado por los medios de comunicación social. Si la Iglesia invoca continuamente la Ley de Dios, escrita en el corazón humano y revelada en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, lo hace no por un apego arbitrario a la tradición pasada y por una visión anticuada. Es que el hombre separado de su Creador y Redentor no puede alcanzar su destino y no tendrá paz. En todas partes la Iglesia debe ser “la señal y la salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana” (Gaudium et spes, 76). Al defender la vida del mal del aborto y de la eutanasia, y al estimular una fuerte vida familiar frente a los viejos y nuevos desafíos a su estabilidad, haciendo que avance la justicia a todos los niveles por medio de su doctrina social, la Iglesia es un verdadero fermento evangélico en todos los ámbitos de la actividad humana (Gaudium et spes, 40). El gran documento del Concilio Vaticano Segundo sobre la Iglesia en el mundo moderno ha representado para los miembros de la Iglesia una invitación apropiada para todos los tiempos: los cristianos “nada pueden desear tan ardientemente como servir cada vez con mayor generosidad y eficacia” (ibid, 93).
[DP-12 (1995), 20]
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5. Just as in Mother MacKillop’s time, so too today the Christian community is faced with many modern “deserts”: the wastelands of indifference and intolerance, the desolation of racism and contempt for other human beings, the barrenness of selfishness and faithlessness: sin in all its forms and expressions, and the scandal of sin magnified by the means of social communications. If the Church continually recalls God’s law, inscribed in the human heart and revealed in the Old and New Testaments, it is not because of some arbitrary attachment to past tradition and outmoded views. It is that man detached from his Creator and Redeemer cannot fulfil his destiny and will not have peace. Everywhere the Church must be “a sign and a safeguard of the transcendence of the human person” (8). By defending life against the evils of abortion and euthanasia, by encouraging strong family life in the face of old and new threats to its stability, by advancing justice at every level through her social doctrine, the Church is a true Gospel leaven in every sphere of human activity (9). The great document of the Second Vatican Council on the Church in the Modern World has given the Church’s members a reminder which is timely in every age: “Christians cannot yearn for anything more ardently than to serve the men and women of the modern world ever more generously and effectively” (10).
[AAS 87 (1995), 1004-1005]
8. Gaudium et Spes, 76.
9. Gaudium et Spes, 40.
10. Gaudium et Spes, 93.