[1830] • JUAN PABLO II (1978-2005) • PRIORIDAD DEL APOSTOLADO FAMILIAR Y DE LA PREPARACIÓN PARA EL MATRIMONIO
Del Discurso With heartfelt affection, a los Obispos de la Conferencia Episcopal de África Meridional, 19 mayo 1997
1997 05 19 0004
La defensa de la vida
4. En una sociedad cada vez más urbanizada y secularizada, los fieles laicos necesitan una ayuda pastoral especial para salvaguardar los numerosos elementos positivos de las tradiciones familiares africanas. Donde se ha conservado intacta, la familia africana es la “comunidad de generaciones” en la que se han transmitido valores humanos y espirituales esenciales, convirtiéndose en la célula básica y piedra fundamental de la sociedad, así como en la primera escuela de vida cristiana. Cada diócesis y cada parroquia necesitan un programa de apostolado familiar y de preparación para el matrimonio en el que se presente sin ambigüedad la verdad plena del plan de Dios sobre el amor y la vida. Como pastores debéis velar para que los sacerdotes, los teólogos y los agentes pastorales enseñen fielmente la doctrina de la Iglesia sobre el amor conyugal. Os recomiendo encarecidamente que prestéis atención a los recientes documentos de la Santa Sede relativos a estas cuestiones vitales, en torno a las cuales la legislación del Estado y las campañas públicas se oponen cada vez más a los principios morales cristianos, incluso obligando a las personas y a las parejas a soportar presiones económicas o sociales, minando así su dignidad y su libertad.
Esto es verdad, sobre todo, por lo que respecta al aborto. Esta terrible realidad, además de ser un crimen contra el hijo inocente por nacer, tiene efectos más perjudiciales aún en las personas directamente implicadas y en la sociedad misma, que ya no considera con absoluto respeto la vida, sino que la subordina –un bien humano supremo– a bienes inferiores o a ventajas prácticas. En este tiempo en que se lanzan nuevos ataques a la santidad e inviolabilidad de la vida humana, habéis reafirmado con razón las verdades morales universales e inmutables y habéis acrecentado vuestros esfuerzos por impulsar a las familias y a los jóvenes a aceptar su responsabilidad decisiva de apoyar, fomentar y conservar el don de toda vida humana. Sólo puedo recomendaros que respondáis con vuestro celo pastoral al daño hecho por leyes intrínsecamente injustas, y os exhorto a proseguir ayudando a los fieles en la promoción de las instituciones sociales, la legislación civil y las políticas nacionales que apoyan los valores y los derechos familiares (cf. Familiaris consortio, 44)[1].
[OR (e.c.) 23.V.1997, 9]
[1]. [1981 11 22/ 44]
1997 05 19 0004
4. In an increasingly urbanized and secularized society, the lay faithful need special pastoral help in safeguarding the many positive elements of African family traditions. Where it has remained intact, the African family is that “community of generations” in which essential human and spiritual values are handed on, making it the basic cell and building-block of society and the first school of Christian life. Every Diocese and every parish needs a programme of family apostolate and marriage preparation in which the full truth of God’s plan regarding love and life is presented unambiguously. As Shepherds you must be watchful that the Church’s teaching on conjugal love is faithfully taught by priests, theologians and pastoral workers. I strongly recommend to your attention the recent documents of the Holy See regarding those vital questions in which State legislation and public campaigns increasingly clash with Christian moral principles, even subjectin individuals and couples to economic or social pressures, and thereby undermining their dignity and freedom.
This is especially true with regard to abortion. As well as being a crime against the innocent unborn, this terrible reality has most deleterious effects on the people directly involved and on society itself, which no longer surrounds life with absolute respect but subordinates it –a supreme human good– to lesser goods or practical advantages. At a time of fresh attacks on the sanctity and inviolability of human life, you have rightly restated the universal and unchangins moral truths and increased your efforts to inspire families and young people to accept their decisive responsibility to sustain, foster and treasure the gift of every human life. I can only commend you for responding with pastoral concern to the harm done by intrinsically unjust laws, and I encourage you to continue to help the faithful in the promotion of social institutions, civil legislation and national policies which support family values and family rights (cf. Familiaris consortio, n. 44)[1].
[OR 19-20.V.1997, 6]
[1]. [1981 11 22/ 44]