[0465] • PÍO XII, 1939-1958 • MATRIMONIO, CONTRATO Y SACRAMENTO: COMPETENCIA DE LA IGLESIA EN LAS CAUSAS MATRIMONIALES
De la Alocución Ecco che già un anno, a la Rota Romana, en la Inauguración del Año Jurídico, 6 octubre 1946
1946 10 06 0012
[12.–] Otro objeto que hace resaltar claramente la diferencia entre el procedimiento judicial eclesiástico y el civil es el matrimonio. Conforme a la voluntad del Creador, es éste una res sacra. Por eso, cuando se trata de la unión entre bautizados, el matrimonio queda, por su naturaleza, fuera de la competencia de la autoridad civil. Pero, aun entre los no bautizados, los matrimonios legítimamente contraídos son, en el orden natural, una cosa sagrada, de modo que los tribunales civiles no tienen la facultad de disolverlos, ni la Iglesia en semejantes casos ha reconocido nunca la validez de las sentencias de divorcio. Esto no quita que las simples declaraciones de nulidad de los matrimonios mismos –relativamente raras en comparación con los juicios de divorcio– no puedan ser, en determinadas circunstancias, justamente pronunciadas por los tribunales civiles, y, por consiguiente, reconocidas por la Iglesia.
1946 10 06 0013
[13.–] Indudablemente, la autoridad civil es juez competente como todos saben, acerca de los efectos puramente civiles del matrimonio [1]. Pero la competencia de la Iglesia en las causas matrimoniales es mucho más extensa y honda, ya que, por voluntad divina, de ella depende, sobre todo, lo que se refiere a la tutela del vínculo conyugal y de la santidad del matrimonio.
[1]. [1917 05 27/1016].
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[14.–] También vosotros, amados hijos, participáis en esta competencia, llamados como estáis a pronunciar vuestra sentencia en las causas matrimoniales.
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[15.–] Si, al principio de Nuestro discurso, os hemos expresado nuestra paternal gratitud por vuestra asidua labor, sobre todo en este campo, no podemos ahora esconderos Nuestra preocupación por el creciente número de tales procesos, preocupación que sabemos es también vuestra, como nos lo han manifestado abiertamente las consideraciones expuestas por vuestro digno intérprete.
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[16.–] Porque las causas matrimoniales que están pendientes ante vuestro tribunal, ¿no son acaso un indicio y no dan tal vez la medida de la progresiva disolución de la vida conyugal, disolución que amenaza envenenar y corromper aun las costumbres de las poblaciones católicas? Al desarrollo de tan funesto desorden han contribuido mucho las dos guerras mundiales, la segunda incomparablemente más que la primera. Nadie puede quedar fríamente insensible ante la tragedia que todavía arrastra en pos de sí lamentables consecuencias; ni al pensar en los millones de jóvenes esposos, a quienes una separación forzosa ha mantenido alejados durante muchos meses y años. ¡Qué caudal de valor, abnegación y paciencia! ¡Qué tesoro de afectuosa confianza y qué espíritu de fe cristiana han sido necesarios para mantener intacta la fidelidad jurada, y saber resistir! Muchos, sin duda con la ayuda de la gracia implorada en la oración, han sabido mantenerse firmes; pero junto a ellos, ¡cuántos otros han sido menos fuertes! ¡Cuántas ruinas de hogares destruidos, cuántas ruinas de almas violadas en su dignidad humana y en su delicadeza conyugal, cuántas caídas fatales para la felicidad de la familia!
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[17.–] Ahora hay que reparar estas ruinas, sanar estas llagas, curar estos males. El corazón maternal de la Iglesia sangra al ver las indecibles congojas de tantos hijos suyos. No regatea ningún esfuerzo para prestarles su ayuda y lleva hasta el extremo su condescendencia. Este límite extremo se halla solemnemente formulado en el can. 1.118 del Código de Derecho Canónico: “El matrimonio válido, ratificado y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por ninguna causa que no fuera la muerte” [2].
[2]. [1917 05 27/1118].
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[18.–] Nadie pone en duda que, hoy día, una de las principales preocupaciones de la Iglesia es pensar por todos los medios posibles en la creciente decadencia del matrimonio y de la familia. La Iglesia tiene plena conciencia de este deber, aunque se da perfecta cuenta de que sus esfuerzos no podrán conseguir resultados efectivos sino en la medida en que las condiciones generales, económicas, sociales y, sobre todo, morales, hagan prácticamente menos difícil la observancia de una vida conyugal aceptable al Señor. A ese respecto son grandísimas las responsabilidades que pesan sobre los poderes públicos.
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[19.–] Entre tanto, y en espera de que se obtenga esta mejora de la moralidad pública, vosotros, amados hijos, debéis, con “fatiga y paciencia”, aguantar y dominar la afluencia incesante de procesos matrimoniales. Porque una cosa es la acción para sanear la vida conyugal y familiar, y otra el procedimiento judicial relativo a los matrimonios. Éste está encargado de juzgar y fallar objetivamente, según el estado del hecho y las normas del Derecho Canónico, en los casos que se le vayan presentando. En el ejercicio de vuestra caridad, debéis tener –juntamente con la inalterable imparcialidad del juez recto– la conciencia de que estáis contribuyendo notablemente a la edificación de la Iglesia. La prudente equidad con que vuestro Tribunal considera aun el aspecto económico de los procesos, en las difíciles condiciones económicas actuales –equidad a la que corresponde la generosa cooperación de los abogados de la Rota–, muestra ya a las claras que concebís vuestra obra como lo que realmente es: un servicio prestado al verdadero bien de los fieles y a la salvación de las almas.
[EM, 531-536]
1946 10 06 0012
[12.–] Un altro oggetto, che fa risaltare chiaramente la differenza fra l’ordinamento giudiziario ecclesiastico ed il civile, è il matrimonio. Questo è, secondo la volontà del Creatore, una res sacra. Perciò, quando si tratta della unione fra battezzati, esso rimane per natura sua fuori della competenza dell’autorità civile. Ma anche fra i non battezzati i matrimoni legitimamente contratti sono nell’ordine naturale una cosa sacra, di guisa che i tribunali civili non hanno il potere di scioglierli, nè la Chiesa in simili casi ha mai riconosciuto la validità delle sentenze di divorzio. Ciò non toglie che le semplici dichiarazioni di nullità dei matrimoni medesimi –relativamente rare in paragone dei giudizi di divorzio– possano in determinate circostanze essere giustamente pronunciate dai tribunali civili, e quindi riconosciute dalla Chiesa.
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[13.–] Senza dubbio circa gli effetti puramente civili del matrimonio anche fra battezzati è giudice competente, come è a tutti noto, l’autorità civile (can. 1016)[1]. Ma ben più ampia e profonda è la competenza della Chíesa nelle questioni matrimoniali, perchè da lei, per istituzione divina, dipende soprattutto ciò che riguarda la tutela del vincolo coniugale e della santità delle nozze.
[1]. [1917 05 27/1016].
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[14.–] A questa competenza partecipate anche voi, diletti figli, chiamati come siete a pronunciare le vostre sentenze nelle cause matrimoniali.
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[15.–] Se al principio del Nostro discorso vi abbiamo espresso la Nostra paterna riconoscenza per l’assidua opera vostra particolarmente in questo campo, non possiamo ora nascondervi la Nostra sollecitudine per il crescente numero di tali processi, sollecitudine che sappiamo essere anche la vostra, come le considerazioni esposte dal vostro degno interprete Ci hanno testè apertamente manifestato.
1946 10 06 0016
[16.–] Non sono infatti le cause matrimoniali pendenti dinanzi al vostro Tribunale un indice e non danno forse la misura del progressivo dissolvimento della vita coniugale, dissolvimento che minaccia di avvelenare e di corrompere anche i costumi delle popolazioni cattoliche? Allo sviluppo di così funesto disordine ambedue le guerre mondiali, ma la seconda incomparabilmente più della prima, hanno largamente contribuito. Niuno può rimanere freddamente insensibile dinanzi alla tragedia che trascina ancora dietro di sè le sue lamentevoli conseguenze, al pensiero dei milioni di giovani sposi, che una forzata separazione ha tenuti lontani gli uni dagli altri per lunghi mesi ed anni. Quale somma di coraggio, di abnegazione, di pazienza, quale tesoro di amorosa mutua fiducia, quale spirito di fede cristiana, erano necessari per mantenere intatta la fede giurata, per resistere! Molti, senza dubbio, con l’aiuto della grazia implorata nella preghiera, hanno saputo rimanere saldi. Ma, accanto a loro, quanti altri sono stati meno forti! Quante rovine di focolari distrutti, quante ferite di anime colpite nella loro dignità umana, nella loro delicatezza coniugale, quante cadute mortali per la felicità familiare!
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[17.–] Ora si tratta di riparare queste rovine, di sanare queste piaghe, di curare questi mali. Il cuore materno della Chiesa sanguina alla vista delle indicibili angosce di tanti suoi figli; per venir loro in aiuto non risparmia alcuno sforzo, e spinge fino all’estremo limite la sua condiscendenza. Questo limite estremo trovasi solennemente formulato nel can. 1118 del Codice di diritto canonico: “Matrimonium validum ratum et consummatum nulla humana potestate nullaque causa, praeterquam morte, dissolvi potest”[2].
[2]. [1917 05 27/1118].
1946 10 06 0018
[18.–] Niuno dubita che al presente una delle cure principali della Chiesa deve essere quella di frenare con ogni mezzo il crescente decadimento del matrimonio e della famiglia, ed essa ne ha piena coscienza, pur essendo ben consapevole che le sue premure non potranno conseguire risultati effettivi che nella misura in cui le condizioni generali, economiche, sociali e soprattutto morali, renderanno praticamente meno grave la condotta di una vita coniugale accetta al Signore. A tale riguardo assai grandi sono le responsabilità che pesano sui poteri pubblici.
1946 10 06 0019
[19.–] Frattanto, nell’attesa che questo miglioramento della pubblica moralità si sia ottenuto, voi dovrete, diletti figli, con “fatica e pazienza” (cfr. Apoc 2, 2) sopportare e dominare l’affluire incessante dei processi matrimoniali. Poichè altro è l’azione per il risanamento della vita coniugale e familiare, ed altro la procedura giudiziaria riguardo ai matrimoni. Questa ha l’ufficio di giudicare e di decidere i casi che le vengono presentati, oggettivamente, secondo lo stato di fatto e le norme del diritto canonico. Continuate ad apportare nell’esercizio della vostra carica, con la inalterabile imparzialità del giudice coscienzioso, la consapevolezza che con ciò voi altamente contribuite alla edificazione della Chiesa. La saggia equità, con cui cotesto Tribunale considera anche il lato finanziario delle cause medesime nelle difficili condizioni economiche presenti –equità cui corrisponde la generosa cooperazione degli Avvocati rotali–, mostra già chiaramente che voi concepite l’opera vostra quale realmente è: un servizio reso al vero bene dei fedeli, alla salute delle anime.
[DR 8, 261-263]