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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[1972] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA DIGNIDAD DEL SERVICIO A LOS ENFERMOS

Del Discurso Sono molto lieto, a los participantes en el Encuentro de la Pastoral Sanitaria de la Conferencia Episcopal Italiana, 12 mayo 2001

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2. Os habéis reunido para profundizar en el sentido y las modalidades con que conviene actualizar hoy este mandato de Cristo. Ciertamente, un atento discernimiento de las actuales realidades socioculturales proporciona indicaciones concretas sobre cómo debe ser la presencia de la Iglesia en el campo del cuidado de la salud, mejorando su calidad y descubriendo nuevos caminos de penetración apostólica.

A este propósito, como escribí en la carta apostólica Novo millennio ineunte, es útil recordar que “no se trata de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo” (n. 29).

En el Mensaje para la VIII Jornada mundial del enfermo, durante el gran jubileo del año 2000, escribí: “Jesús no sólo curó a los enfermos, sino que también fue un incansable promotor de la salud a través de su presencia salvífica, su enseñanza y su acción. (...) En él la condición humana mostraba el rostro redimido, y las aspiraciones humanas más profundas encontraban su realización. Quiere comunicar esta plenitud armoniosa de vida a los hombres de hoy” (n. 10: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de agosto de 1999, p. 5). Sí, Jesús vino para que todos “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Y el ámbito de la salud y del sufrimiento es el que más necesita el anuncio, el testimonio y el servicio del evangelio de la vida.

La Iglesia, imitando a Cristo, que asumió el rostro “sufriente” del hombre para hacerlo “glorioso”, está llamada a recorrer el camino del hombre, especialmente si sufre (cf. Redemptoris hominis, 7, 14 y 21; Salvifici doloris, 3). Su acción se dirige a la persona enferma para escucharla, cuidarla, aliviar sus penas y ayudarle a comprender el sentido y el valor salvífico del dolor.

Nunca se insistirá suficientemente, y vosotros lo habéis hecho durante el congreso, en la necesidad de poner en el centro a la persona, tanto del enfermo como de los profesionales de la salud.

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3. La Iglesia aprecia cuanto hacen los demás en este campo, y ofrece a las instituciones públicas su aportación para responder a las exigencias de un cuidado integral de la persona.

Al dar esa contribución, se siente impulsada y sostenida por una visión de la salud que no es simplemente ausencia de enfermedad, sino tensión hacia una armonía plena y un sano equilibrio a nivel psíquico, espiritual y social. Propone un modelo de salud que se inspira en la “salvación saludable” ofrecida por Cristo: un ofrecimiento de salud “global”, “integral”, que sana al enfermo en su totalidad. Así, la experiencia humana de la enfermedad es iluminada por la luz del misterio pascual. Jesús crucificado, al experimentar la lejanía del Padre, implora su ayuda, pero, con un acto de amor y confianza filial, se abandona en sus manos. En el Mesías crucificado en el Gólgota la Iglesia contempla a la humanidad que, con confianza, tiende sus brazos doloridos hacia Dios.Con compasión y solidaridad se acerca al que sufre, haciendo suyos los sentimientos de la misericordia divina. Este servicio al hombre probado por la enfermedad postula la estrecha colaboración entre los profesionales de la salud y los agentes pastorales, entre los asistentes espirituales y el voluntariado sanitario. ¡Cuán valiosa es, al respecto, la acción de las diversas asociaciones eclesiales de agentes sanitarios, no sólo de tipo profesional –médicos, enfermeros y farmacéuticos–, sino también de índole más marcadamente pastoral y espiritual!

[OR (ed. esp) 01-VI-2001, 10]