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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[0888] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA DEFENSA Y PROMOCIÓN DE LA FAMILIA CRISTIANA

Del Discurso Today during this Easter season, a la Conferencia Episcopal de Kenia, en Nairobi (Kenia), 7 mayo 1980

1980 05 07b 0005

5. Como Servus Servorum Dei, he venido a compartir con vosotros las prioridades de vuestro ministerio. En primer lugar ofrezco mi apoyo a vuestros esfuerzos pastorales en favor de la familia, la familia africana. La gran tradición africana es fiel a numerosos valores familiares, y a la vida misma, que tiene su origen en la familia. El profundo respeto por la familia y por el bien de los hijos es una aportación propia de África al mundo. La familia es el lugar donde cada generación aprende a imbuirse de esos valores y a transmitirlos. Y la Iglesia entera aprecia todo lo que hacéis para conservar esta herencia de vuestro pueblo, para purificarla y elevarla en la plenitud sacramental de la enseñanza nueva y original de Cristo. Por eso vemos como algo muy valioso el presentar la familia cristiana en sus relaciones con la Santísima Trinidad, así como el hecho de mantener el ideal cristiano en su pureza evangélica. La ley divina proclamada por Cristo lleva hasta el ideal cristiano del matrimonio monógamo, que es a la vez la base de la familia cristiana. Tan sólo una semana antes de su muerte, mi Predecesor, Juan Pablo I, hablaba a un grupo de obispos con estas palabras, que yo considero muy relevantes hoy, aquí en África: “No nos cansemos nunca de proclamar que la familia es comunidad de amor: el amor conyugal une a los esposos y es procreador de vida nueva; es reflejo del amor divino, y amor comunicado entre sí, y, según la palabras de la Gaudium et spes, es participación actual en la alianza de amor entre Cristo y su Iglesia” (AAS 70 [1978] p. 766; L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 8 de octubre de 1978, p. 3; Enseñanzas al Pueblo de Dios, p. 68).

Estad seguros de mi solidaridad con vosotros en esta gran tarea que lleva consigo la diligente preparación de los jóvenes para el matrimonio, la proclamación repetida de la unidad y la indisolubilidad del matrimonio y la renovada invitación a los fieles a aceptar y fortalecer con fe y amor la celebración católica del sacramento del matrimonio. El éxito en un programa pastoral de esta naturaleza requiere paciencia y perseverancia y una fuerte convicción de que Cristo ha venido a “hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).

Sabed también que en todos vuestros esfuerzos para edificar familias fuertemente unidas, en las cuales el amor humano refleje el amor divino y en la que la educación de los hijos se lleva a cabo con un verdadero sentido de misión, en todos estos esfuerzos –digo–, poseéis el apoyo de la Iglesia universal. Con amor y sensibilidad de Pastores habéis ilustrado bien el gran principio de que todo acercamiento pastoral que no descansa en el fundamento doctrinal de la Palabra de Dios es ilusorio. Así, pues, con verdadera caridad pastoral os habéis enfrentado con diferentes problemas que afectan a la vida humana y habéis repetido la enseñanza de la Iglesia al servicio verdadero del hombre. Por ejemplo, habéis insistido claramente en el derecho humano más fundamental: el derecho a la vida desde el momento de la concepción; habéis reiterado de modo efectivo la posición de la Iglesia respecto del aborto, la esterilización y la contracepción. Vuestra fidelidad en mantener la enseñanza de la Iglesia contenida en la Encíclica Humanae vitae ha sido la expresión de vuestra solicitud pastoral y de vuestra profunda adhesión a los valores integrales de la persona humana.

Todo esfuerzo por sensibilizar a la sociedad en la importancia de la familia es un gran servicio a la humanidad. Cuando se comprende y se expresa en oración la plena dignidad de padres e hijos, una nueva fuerza benéfica se derrama en toda la Iglesia y en todo el mundo. Juan Pablo I expresó esto de modo elocuente cuando dijo: “La santidad de la familia cristiana es, sin duda alguna, el medio más apto para llevar a cabo la renovación serena de la Iglesia que el Concilio deseaba con tanto afán; a través de la oración en familia, la ecclesia domestica se convierte así en realidad efectiva y lleva a la transformación del mundo” (AAS 70 [1978] p. 767; L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 8 de octubre de 1978, p. 8; Enseñanzas al Pueblo de Dios, p. 69). Hermanos: sobre vosotros descansa la esperanza y la confianza de la Iglesia universal en la defensa y la promoción de la familia africana, tanto de los padres como de los hijos.

[Enseñanzas 6, 703-704]