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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[2301] • BENEDICTO XVI (2005- • LA FAMILIA, PRINCIPAL Y MÁS DECISIVO ÁMBITO EDUCATIVO DE LA PERSONA

Del Discurso Sono lieto di ricevervi, a los participantes en el Encuentro organizado por la Internacional Demócrata Cristiana, 22 de septiembre de 2012

2012 09 22 0005

[5.] Los ámbitos en los que se ejerce este discernimiento decisivo son precisamente los que conciernen a los intereses más vitales y delicados de la persona, allí donde tienen lugar las opciones fundamentales inherentes al sentido de la vida y a la búsqueda de la felicidad. Por lo demás, tales ámbitos no están separados, sino profundamente vinculados, subsistiendo entre ellos un evidente “continuum” constituido por el respeto de la dignidad trascendente de la persona humana (cf. Catecismo de la Iglesia católica, 1929), enraizada en su ser imagen del Creador y fin último de toda justicia social auténticamente humana. El respeto de la vida en todas sus fases, desde la concepción hasta su ocaso natural –con el consiguiente rechazo del aborto procurado, de la eutanasia y de toda práctica eugenésica–, es un compromiso que se relaciona efectivamente con el del respeto del matrimonio, como unión indisoluble entre un hombre y una mujer y como fundamento a su vez de la comunidad de vida familiar. En la familia, “fundada en el matrimonio y abierta a la vida” (Discurso a las autoridades, Milán, 2 de junio de 2012: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 10 de junio de 2012, p. 7), la persona experimenta la comunión, el respeto y el amor gratuito, recibiendo al mismo tiempo –del niño, del enfermo, del anciano– la solidaridad que necesita. Y la familia también constituye el principal y más decisivo ámbito educativo de la persona, a través de los padres que se ponen al servicio de los hijos para ayudarles a sacar (“e-ducere”) lo mejor de sí. De ahí que la familia, célula originaria de la sociedad, es raíz que alimenta no sólo a cada persona sino también las mismas bases de la convivencia social. Por eso el beato Juan Pablo II había incluido correctamente entre los derechos humanos el “derecho a vivir en una familia unida y en un ambiente moral, favorable al desarrollo de la propia personalidad” (Centesimus annus, 44).

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra